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José Vilas Nogueira

Cuestión de luces

Cualquier reforma de la penosa situación actual pasa necesariamente por la liberalización del mercado de trabajo, con el consiguiente abaratamiento del despido.

No anda muy sobrado de luces el presidente Zapatero. El innoble déspota no tiene otro objetivo que perpetuarse en el poder, para lo que compra a cualquiera que se le opone. Pero, aunque la oposición parlamentaria colabora mayormente gratis, como los recursos son escasos, las mercedes presidenciales son más bien aparentes. Lo más curioso es que tal disposición despótica se asienta sobre unos rudimentos ideológicos arcaicos, cerrados a toda evolución e impermeables a cualquier lección de la experiencia, ofreciendo así un paradigma de un progresismo abstracto, enteramente reaccionario. Tal es la cerrazón presidencial a cualquier cambio, que hasta el líder del aparato burocrático, esencialmente retardatario, del sindicato de Comisiones Obreras tiene un discurso más aperturista.

Efectivamente, en un debate periodístico, subsiguiente al fracaso del intento de "diálogo" social promovido por el Gobierno con la organización patronal y los dos sindicatos más importantes, Fernández Toxo se ha permitido aconsejar a Zapatero que olvide el "cortoplacismo" y ponga "las luces largas". ¿Pero sabe el déspota que el vehículo que conduce dispone de tal invento? A juzgar por su actitud, nadie lo diría. Como no ve bien a distancia, lo único que se le ocurre es reducir la velocidad de su cacharro. Con el voluntarismo típico de la autodenominada izquierda, la frustración de sus irrealizables deseos siempre encuentra un chivo expiatorio, un enemigo a quien responsabilizar del fracaso. En este caso lo han encontrado en el presidente de la patronal, a quien el déspota monclovita dedicó gruesas y amenazantes palabras, bien lejos del "talante" inicial. No se quedaron atrás en el mismo propósito los líderes sindicales, tanto el citado de CCOO como el de la UGT. El primero pide llevar el consenso "al terreno de la política", donde todos ellos juegan en casa.

Pero ¿cómo se van a adoptar medidas a largo plazo sin la concurrencia de la patronal? En el terreno de las metáforas de las luces de un automóvil, elegido por Toxo, ¿de qué sirve poner las luces largas, si están fundidas? Lo cierto es que cualquier reforma de la penosa situación actual pasa necesariamente por la liberalización del mercado de trabajo, con el consiguiente abaratamiento del despido. Si no se adoptan como mínimo medidas conducentes a ello, de nada van a servir consensos, si es

que se logran, políticos. Hay que cambiar la situación actual, heredada del régimen franquista. Hay que terminar con el escandaloso gigantismo de la burocracia sindical, ejército de parásitos con más efectivos que el de EEUU. No se puede prorrogar la situación actual de que el acceso a un puesto de trabajo sea una especie de privilegio, que garantiza, salvo crisis de la empresa, un cómodo desempeño, mientras a otros muchos trabajadores se les cierran las puertas del empleo. Hoy no podemos siquiera acudir a la emigración, como en las décadas de los 50 y siguientes del siglo pasado. Por el contrario, los inmigrantes procedentes del Tercer Mundo llegan continuamente a nuestras puertas.

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