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El primero en decir “no” fue Fabio Capello; el italiano no pasó por el aro de tener que esperar hasta ver cómo resultaba la “solución-Serra Ferrer”. El segundo a la hora de echarse para atrás fue Arsene Wenger y el tercero Hector Cúper. Desconozco si en algún momento se barajó seriamente la posibilidad de que regresara Ronald Koeman, pero lo cierto es que, salvo sondear a Johan Cruyff, Joan Gaspart ha hecho encaje de bolillos para encontrar un entrenador para el Fútbol Club Barcelona. Finalmente ha mirado a Carlos Rexach y le ha dicho eso de “el doctor Livingstone, supongo”. Si Capello fue el primer plato, Wenger el segundo y Cúper fue el postre, Rexach habrá sido, en el mejor de los casos, la copa o el puro de un menú que de nuevo parece demasiado improvisado.

No digo que la opción de mantener a Rexach en su actual puesto no sea la más lógica: lo es. Parece sensato que aquella persona que está recomendando los fichajes de cara a la próxima temporada se haga también cargo del equipo. Además, los técnicos españoles están de moda (Del Bosque, Irureta, Luis) y no hay nada que impida que el Barcelona siga la moda de encargarle a uno de ellos su dirección técnica. Lo que ocurre es que de cara al exterior la elección de Rexach pasará a la historia como un simple descarte. Nadie podrá impedir que, tras un examen del mercado tan minucioso como el que ha llevado a cabo Gaspart, se piense que Charli es otro “entrenador puente”. ¿Quién vendrá después?

Si el Real Madrid buscaba con ahínco a su Alex Fergusson, lo que está haciendo ahora el Barcelona es tratar de encontrar su particular Del Bosque. Nadie puede dudar que el “retrato robot” de Rexach es muy semejante al del madridista: ex jugador y buen conocedor de los intríngulis de la casa, hombre sosegado y poco dado a las estridencias y bien visto por los medios de comunicación. Pero la situación de necesidad perentoria que se va a encontrar Rexach va a ser muy distinta.

Formará parte de posteriores análisis saber por qué este Barcelona de comienzos de siglo tiene tantos problemas para encontrar alguien que lo quiera entrenar. El tiempo dirá también qué hacer con Serra Ferrer (¿se lo imaginan volviendo a las oficinas? ¿para qué, si ficha y entrena Rexach?). Lo cierto es que en cualquiera de los casos el ¿nuevo? entrenador culé lo va a tener francamente difícil. Nunca podrá fiarse del hombre que, antes que a él, le ofreció el mismo puesto a un italiano, un alemán y un argentino (quién sabe si también un holandés). No podrá dejar de pensar que al final fue la copa o el puro —¡al menos será un Cohiba!— del pantagruélico e improvisado festín que prepara otra vez Joan Gaspart.

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