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Quizás debiéramos ascender el peldaño que nos conduzca a los octavos de final fingiendo una cojera, como cuentan que hacía siempre un famoso escritor español, muy premiado, a quien un buen día alguien le preguntó: "¿Qué le pasa, maestro?, ¿no se encuentra usted bien?" "¿Lo dice por la cojera? No, gracias a Dios me encuentro fenomenal, pero en este país nunca conviene que te vean demasiado feliz". El grado de excitación va subiendo en Corea y, probablemente porque yo sea un pesimista congénito, no me creo nada. Todo el mundo nos hace la pelota, e incluso el iluminado Scolari, que cometió la tropelía de dejarse en Brasil al Romario de la "cola de vaca", dice que este puede ser el Mundial de España. "Puede" no tiene nada que ver con "es", igual que –como dijo en su día el senador Cela con la sorna que le caracterizaba– no es lo mismo estar "durmiendo" que estar "dormido".

¿A quién hemos ganado?, ¿a lo eslovenos?, ¿a Paraguay? Nos queda Sudáfrica por delante, y sólo faltaría que no la venciéramos en condiciones. Todo el mundo sabía que el grupo de clasificación español era una bicoca, y como dijo Johan Cruyff el otro día en "El Tirachinas" de la Cadena Cope "en un Mundial los partidos más importantes son el primero y el cuarto, una vez superada la primera fase". La aparente satisfacción nos viene dada por el hecho de que Francia, Italia o Alemania están sufriendo un montón para sacar sus partidos adelante. Pero España no puede compararse con ninguna de las tres porque, a fin de cuentas, franceses, italianos y alemanes han sido ya campeones del mundo y de Europa, mientras que nuestro último éxito se remonta al origen de los tiempos. Nuestra selección ha sido la primera en clasificarse pero ese no es el premio gordo de la lotería, que nadie les engañe.

El termómetro de España no pueden ofrecerlo los animosos chicos de Chilavert –que ahora, por cierto, pide la ayuda de la "madre patria"– sino selecciones de primer órden mundial como Brasil, Inglaterra o las ya citadas Alemania, Francia e Italia. No quiero ser el favorito de las apuestas o el "niño bonito" de las encuestas, ni mucho menos que me doren la píldora los señores Scolari, Menotti o Pelé. Quiero que España gane un campeonato del mundo, y para eso es necesario subir cojeando el peldaño hacia los octavos de final. No se fíen de nadie. No se crean nada. Cojos y "recojos", por si acaso, como aquella selección danesa que ganó una Eurocopa sin estar clasificada, no vayan a pensar que las cosas nos marchan demasiado bien.

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