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A Paolo di Canio siempre le ha perdido su carácter, pero también le ha ganado. Me explico: el futbolista italiano del West Ham ha sido siempre un rebelde incurable, un tipo de esos que nunca pasan de dos cuando les recomiendan que cuenten hasta diez. Tiene que ser genético y por tanto los consejos no sirven para nada... ¿Por qué ha hecho eso? ¿Cómo se atreve a decir aquello otro? Como en el chiste del escorpión que pica a la rana, es una cuestión de carácter. Sólo futbolistas como Di Canio son capaces de dar la vuelta al mundo por lo malo y por lo bueno, y en este momento lo ha hecho por lo segundo. El domingo pasado el mismo hombre que estuvo suspendido por agredir a un árbitro tuvo un detalle inusual: en el partido que su equipo disputaba contra el Everton desaprovechó una ocasión manifiesta de gol porque el portero rival estaba lesionado. Le llegó el balón dentro del área y simplemente lo atrapó con ambas manos. Así de sencillo y complicado al mismo tiempo. El mismísimo Joseph Blatter le ha mandado una carta felicitándole por su acción.

Hace mucho tiempo otro futbolista de parecido carácter al del italiano hizo aquí más o menos lo mismo. Creo que fue ante Las Palmas, aunque no me atrevería a asegurarlo. Juan Gómez (que es el jugador a quien me refiero) lanzó el balón fuera de banda porque el portero estaba lesionado sobre el césped. Dentro de pocos meses se cumplirán nueve años de la muerte en accidente de fútbol del genial delantero malagueño. Marcó una etapa muy especial de mi vida, y recuerdo como si fuera ayer que al entrevistarle en el Hotel Monterreal (hace un porrón de años) no logré anular al "juanitista" que fui y sigo siendo. Conservo como oro en paño la fotografía de aquella entrevista que probablemente fue la primera que hice.

Juan era mucho mejor futbolista que Di Canio, y continuamente me llamaba la atención por lo que hacía dentro y fuera del campo. ¿Cómo se le pudo ocurrir bajar el pulgar en Yugoslavia provocando la ira de un estadio en plena efervescencia? ¡Y qué mala fortuna cuando la botella le impactó en plena cabeza! ¿Qué le pasó por la mente para pisar a Matthäus, indefenso como estaba en aquel momento? ¿O el día que escupió a la cara de Stielike cuando el alemán vino por primera vez al Bernabéu vistiendo la camiseta del Neuchatel? Y sin embargo, Juan Gómez es un caso único en la historia del fútbol universal: diez años después de su muerte el público continúa gritando eso de "Illa, illa, illa, Juanito maravilla". El bonito gesto de Paolo di Canio me ha servido para recordar a Juanito. Ambos se lo merecen.

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