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Veo la mano de Joan Gaspart detrás de los agasajos y fastos que tienen al presunto gordo Ronaldo como destinatario final. Si el presidente del Barcelona es capaz de refugiarse en una moción de censura contra sí mismo, no veo por qué no pueda encontrarse también detrás de las bambalinas de este lento goteo de premios. Ya que las rodillas responden y no saltan hechas trizas, y sus kilos van reduciéndose en la báscula... ¿Por qué no matar de felicidad al presunto gordo? ¿O quizás provocarle una hernia discal originada por tantos balones de oro sujetados, tantas peanas sostenidas, tanto equilibrio realizado con tanta Copa y tanta Recopa y tanta releche?

A Ronaldo le han premiado a lo largo de 2002 en tres de los cinco Continentes. A saber: "Premio Onze de Oro", "Premio Balón de Oro", "Premio a la Personalidad Extranjera del Año" de la BBC, "Premio de la Academia Francesa del Deporte", "Premio World Soccer" al mejor jugador del año, "Premio al mejor jugador de la Copa Intercontinental", "Mejor futbolista" para el Comité Olímpico de Brasil, "Bota de Oro" del Mundial, "Balón de Plata" del Mundial y "Jugador Mundial de la FIFA". Diez premios, y sólo faltan África y Oceanía por sumarse a la fiesta, de forma que igual lo que se está buscando es el sepultamiento del presunto gordo, una especie de emparedamiento. ¿Con qué fin?... No lo sé, lo desconozco. Quizás con el único fin de evitar que el delantero encuentre la puerta de salida de su chalet de "y pico mil metros cuadrados".

Las rodillas no sé cómo las tendrá, pero es imposible localizarle al presunto gordo ni una sola caries. Su dentadura se encuentra en perfecto estado de revista, límpida y reluciente, blanca como la camiseta más blanca del Real Madrid, su nuevo club. Es una colección de dientes marfileños que cobran vida propia, como esas dentaduras de juguete que lanzan compulsivos mordiscos al aire, sin un destinatario fijo. Es tan perfecta la dentadura que he llegado a pensar que Ronaldo tenga un doble, como decían que tenía Francisco Franco, o más recientemente Sadam Hussein. Un doble con la única misión de recoger los premios e ir de gala en gala, sonriendo complacido porque su presunta gordura no haya sido óbice para el reconocimiento. Un doble que no sude ante el disparo incesante de los "flashes" de las cámaras fotográficas mientras que el otro, el de verdad, se acurruca al lado de Ronaldiña. El doble más premiado de la historia del fútbol mundial.

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