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Me llama mi primo australiano para felicitarme por el exitazo de la Copa Davis. Vive en Adelaida, muy cerca del circuito automovilístico, y aunque su mujer y sus hijos son "aussies" él conserva todavía su corazoncito español. La última vez que estuvo aquí se llevó una camiseta del Real Madrid firmada por el mismísimo Emilio Butragueño: "Para Dino con cariño" le escribió en un alarde de originalidad. Pero él se marchó tan contento porque se trataba del "buitre". Le cuento que durante el "puente" en España sólo se ha hablado de tenis, de la composición de una pista que han construido en Sant Jordi, de Newcombe, de la heroicidad de Balcells y Corretja, y de los insultos de la hermana de Hewitt hacia nuestro número uno. Le digo que estoy como una moto porque mi deporte preferido ha acorralado al fútbol. Pongo la tele y Corretja anuncia champús mientras Hingis y Kournikova hacen lo propio con un desodorante; la pantalla de un ordenador golpea una pelota... de tenis, y hasta aparece un juego de ordenador con la raqueta como protagonista. Es al paraíso para un aficionado.

Nos tiramos un buen rato charlando (paga él) y cuando ya le hemos sacado todo el brillo a la Ensaladera trato de explicarle que un político de cuyo nombre no quiero acordarme ha dicho que este éxito era de los Países Catalanes. Según sus propias palabras no trataba de ofender a nadie aunque en mi caso lo ha logrado. Me ha ofendido, y mucho además. "Un sansirolé", le digo a mi primo. "¿Sansiroulé?", me responde sin comprender muy bien. "Sí, un bobalicón, un necio, un papanatas... ¡Vamos, un tonto!"... "¡Ya entiendo!"... No lo dice muy confiado, y es que en Australia son muy civilizados: cazan serpientes, van por la calle con unos sombreros enormes en la cabeza y practican con el "boomerang", pero a nadie se le ocurriría decir semejante sandez.

Como no estoy dispuesto a que ningún politicastro me amargue el día (y como además nunca he votado ni votaré a Convergencia, que es el partido del individuo en cuestión) nada más terminar de hablar con mi primo pongo en el vídeo "Momentos mágicos de Wimbledon". Tengo más hambre de tenis y quiero soñar con la próxima Copa Davis. Cien años después de que un estudiante estadounidense la inventara somos, por fin, los campeones del mundo. Mi país avanza muy deprisa. La bola entró y yo esta noche, como no podía ser para menos, me voy a cenar una enorme ensalada de tomate y cebolla.

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