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Viví en el interior de un pub británico los últimos minutos de la final entre el Alavés y el Liverpool. Besos, abrazos, gente llorando, corriendo, gritando, brindando y chocando en el aire sus “pintas” de cerveza negra (esa que, siguiendo la tradición, debe descansar unos minutos en el vaso: hasta hace dos días yo desconocía absolutamente dicha circunstancia). El Liverpool también ha sufrido lo suyo, apartado por la UEFA de cualquier competición internacional y ahora regresa por la puerta grande, cortando las dos orejas y el rabo. En el “Kitty O'Shea” me sentí por un instante extranjero en mi propio país y al final –al cruzar la puerta y pasar de nuevo a territorio nacional español– recordé una frase típicamente inglesa: “It's just a game”, “es sólo un juego”. Un juego precioso, por cierto. Y muy emocionante.

Será el Liverpool quien inscriba su nombre en la historia pero los testigos del gran partido tendremos la obligación moral de recordar que el miércoles hubo dos vencedores. Desde los años 60 no se lograban nueve goles en una final europea; el Alavés arrancó el encuentro ausente, como si no fuera con él la fiesta, sobrado. Luego supo remontar y empatar para que en los “minutos de la basura” fuera el “gol de oro” el que escogiera al ganador. Un partido de esas características no tiene un sólo vencedor y el propio entrenador del equipo inglés tuvo el decoro de reconocerlo en la rueda de prensa.

La “honda” de Javi Moreno funcionó a las mil maravillas, y una de las incógnitas de este partido –aunque Mané haya tratado en vano de explicarlo– será la sustitución de un delantero centro que acababa de marcar dos goles. La otra curiosidad que deberemos analizar es la rareza de presenciar a dos equipos defensivos revolucionando un partido con un aluvión de goles.

Desde aquí quiero mandarle un fuerte abrazo a Delfí Geli, futbolista despreciado por el Betis (un informe médico le imposibilitaba según ellos para jugar al fútbol) pero que supo recuperarse y salir adelante. El miércoles fue él quien logró el gol que le daba la Copa al Liverpool. Un tanto en propia puerta que, sin embargo, no debe empañar lo más mínimo su actuación a lo largo de tantos años de fútbol profesional y comportamiento cabal.

Al resto de jugadores del Alavés, así como a todos sus aficionados, hay que repetirles eso mismo, “it's just a game”, “es sólo un juego”. Perdidos en el laberinto del negocio nos olvidamos de que casi siempre hay un ganador y un perdedor. El 16 de mayo de 2001, en la final de la Copa de la UEFA, se produjo la primera excepción que confirma esa regla. Aunque, dentro de cincuenta años, la historia diga que ganó el Liverpool nosotros sabremos siempre que en realidad no fue así.

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