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Sólo el propio Johan Cruyff no se ve a sí mismo como la piedra angular del nuevo proyecto barcelonista. Conociendo al "flaco" no es probable que sea por una cuestión de humildad sino por coquetería pura y dura. Santo Tomás decía que no existe mayor vanidad que la falsa modestia y eso es lo que le ocurre al holandés, convertido en un anacoreta moderno, un bohemio pijo del siglo XXI con quien sólo puedes contactar a través del representante y que un día está en Barcelona, otro en Amsterdam y al siguiente en Nueva York. Cruyff es consciente de que es un icono del fútbol mundial y ello le ha llevado a convertirse a sí mismo en un profeta del barcelonismo, un gurú y conferenciante que opina en la contraportada del diario Marca y a quien hay que leer entre líneas por si se esconde algo debajo.

Nunca he ocultado mi rendida admiración hacia la figura de Cruyff. Fue uno de los mejores futbolistas de toda la historia y como entrenador creo que lo demostró absolutamente todo. Pero ello no es obstáculo (o quizás precisamente por todo eso no lo sea) para exigirle que baje a la arena de una puñetera vez, que se "moje" en el proceso electoral fundamental que se avecina para el Fútbol Club Barcelona y que no trate de delegar en otros o influir desde fuera en el club como si fuera un ama de llaves.

Vuelvo a leerle a Cruyff diciendo que él no formará parte de ninguna candidatura y que no será ni entrenador ni manager general ni directivo del Barcelona. Y creo que, salvo que le aparten de sus obligaciones motivos de salud, se equivoca de medio a medio. Precisamente porque quiero un Barcelona fuerte, sano y competitivo es por lo que pienso que Johan Cruyff debe trabajar en una de las candidaturas que se formen en el futuro o, si eso fuera factible, encabezar incluso la suya propia. Tras la nefasta etapa de Joan Gaspart al frente del club y las críticas –todas acertadas y en el punto justo– de Cruyff a su ex amigo, ahora le llega al holandés la hora de demostrar con hechos cómo hacer las cosas bien.

No quiero al consejero áulico o al periodista aficionado de los domingos. No quiero al jugador de ventaja ni al Don Tancredo del Camp Nou. El Barcelona necesita el consejo práctico y diario de Johan Cruyff, y lo necesita ahora. Ya. Sin mayor dilación. Si Cruyff no baja a la arena en este preciso instante habrá decepcionado a aquellos que confiaban en él. Si Cruyff no coge el toro por los cuernos habrá que mandarle precisamente al cuerno la próxima vez que, desde su asiento de barrera, diga cómo y cuando hay que hacer las cosas en ese club.

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