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Juan Manuel Rodríguez

Milito hunde más a Valdano

Doblan con renacida energía las campanas por Jorge Valdano tras el frustrado fichaje de Gabriel Milito por el Real Madrid. Esto era exactamente lo que le faltaba al director general deportivo, en quien confió ciegamente en su momento Florentino Pérez, para acabar de hacerse el "hara-kiri". De hecho, el presidente de Independiente, Andrés Ducatenzeiler, indignado por la actitud madridista en toda esta historia, tocó, quizás de oído o quién sabe si a lo mejor por su propia experiencia a lo largo de las negociaciones, una vieja canción que ya empieza a sonarnos a todos tanto como el fastidioso "Aserejé". Dijo, con toda la mala baba posible que tenía a su alcance, lo siguiente: "Estimamos que hay una disidencia entre Pérez y Valdano". ¿Una? ¿Sólo una? El club argentino sacó los tanques a la calle y, ya con todo perdido, recurrió también al típico tópico de que "Milito no vende camisetas".

Y la verdad es que lo de Gabriel Milito carece de una explicación lógica más allá del posible cachondeo –quizás valorado con su habitual profesionalidad por el equipo de marketing del club– que podrían armarle al Real Madrid por esos campos de Dios con lo de "Gabi, Fofó, Fofito, Miliki y Milikito". Este lunes, Sandro Rosell –vicepresidente del Barcelona– aseguró en "El Tirachinas" de la Cadena Cope que ellos ya desestimaron el fichaje del defensa argentino debido a la lesión que sufrió en una de sus rodillas. La notable diferencia con el Real Madrid es que el Barcelona no llegaría a firmar ningún contrato de traspaso, evitando así una posible denuncia ante los tribunales. Valdano, con el agua al cuello, trató de salvar los muebles acordando la cesión por un año de Milito, pero Independiente salió respondón: "Si no puede jugar, no puede haber cesión durante un año". ¿Cómo quitarle la razón a quien la tiene?

La impresión generalizada es que Florentino Pérez cierra él solito los fichajes de Figo, Zidane, Ronaldo y Beckham, y Valdano es incapaz de deshacerse de Munitis o arma la tercera guerra mundial cuando trata de contratar a Milito. Nadie puede creerse que un hombre como Jorge Valdano, que no movió ni siquiera el dedo meñique de su pie izquierdo para defender a Vicente del Bosque, estuviera realmente preocupado por la ilusión frustrada de Gabriel Milito. Valdano estaba, y sigue estándolo ahora, inquieto por su propio trasero, ese que ha vuelto a asomar peligrosamente en cuanto Florentino le ha soltado de la mano. ¿Una sola disidencia?... Cien. Y trescientos millones de razones para echar a Valdano.


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