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Quiero desvelar aquí y ahora uno de los grandes misterios del deporte español; era un secreto a voces que nadie se atrevió antes a revelar en público pero que yo, con toda la información en mi poder, puedo sacar a la luz: Abraham Olano no es Miguel Indurain, ni siquiera se le parece, puede que ni sean amigos y, bien mirados, no tienen ni la misma forma de correr. Digo esto porque alguien ha estado manipulando la realidad en los últimos tiempos, empeñado en convencer a los aficionados de que el navarro y el donostiarra eran, finalmente, el mismo ciclista, el mismo corredor. No, qué va.

En el campeonato del mundo que acaba de finalizar en Francia, Olano ha sido víctima del duelo en “O.K. Corral” que desde hace años sostienen dos medios de comunicación. Si uno le halaga, el otro le vapulea; es así de sencillo, y así de amargo.

Quien diga que Abraham ha fracasado en el Mundial, no se ha subido nunca en una bicicleta. Podemos acordar que los objetivos que se marcó Olano no salieron, pero nunca se puede asegurar de forma despectiva, insultante, que un ciclista que ha sido campeón del mundo y sub-campeón olímpico, y que ganó una Vuelta Ciclista a España, ha fracasado.

El problema es muy fácil. Desde que se retiró Indurain (un ciclista único, irrepetible, mítico) nos fijamos en Olano como su necesario e imperioso sucesor. Era imprescindible que, entre la retirada del número uno y la llegada de otro ciclista que estuviera a su altura, alguien cubriera el espacio libre. Ese tuvo que ser, por narices, Abraham Olano. Y Olano, que es un ciclista magnífico, nunca fue Indurain. Exigirle a Olano las mismas prestaciones que ofrecía Indurain es injusto, un crimen deportivo y periodístico.

Olano, que acabamos de descubrir que no es Indurain, no fracasó en el Mundial; probablemente se equivocó al esquivar la prueba en ruta, pero no fracasó. Ni tampoco es un huido de la justicia. Olano, pese a quien pese, es uno de los ciclistas más importantes de nuestra historia. Nunca me he tomado un café con él, pero no pienso convertir en una cuestión personal mi valoración de un deportista. Olano no es Indurain. Ni falta que le hace, pensará él.

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