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Al oír este domingo pasado a Enric Reyna –hasta la fecha vicepresidente oyente y gris, sustituto circunstancial de un presidente kafkiano que se va pero no acaba de marcharse– me vino a la cabeza aquella frase genial de Groucho Marx: "de la nada hemos llegado a la más absoluta de las miserias". Justo. Reyna estaba más hinchado que aquel pavo real con el que hizo furor José Luis Rodríguez, el "puma", allá por los años ochenta. Reyna extendía sus alas de mil colores e iba respondiendo a las preguntas de los periodistas que, de repente, caían en la cuenta de que existía don Enric. "Señor Reyna" por aquí, "señor Reyna" por allá, y el señor Reyna disfrutando como un enano, en su salsa, por fin protagonista.

Cuando el compañero le preguntó "¿no le ha aconsejado su familia que no acepte?", y él contestó "ellos están conmigo en estos momentos tan difíciles", dije "malo". Cuando, a otra pregunta que no recuerdo, el tal Reyna respondió "no voy a aceptar presiones de nadie", me dije "peor". Aquel caballero a quien no habían elegido los socios y que ni siquiera había sido ratificado por una asamblea extraordinaria, estaba demasiado metido en su papel de salvador de la patria culé. ¿No había otro peor? La elección de Reyna se debía –otra vez– a los pactos externos al club, a ese entorno viciado que ocupa parcelas de poder que no le corresponden en absoluto. Cuando Reyna aseguró tajante que no habría elecciones hasta final de temporada –"eso es lo que le interesa al Barcelona"– me di perfecta cuenta de que allí estaba el "octavo pasajero". Aún no había entrado en el despacho presidencial y ya era imposible desincrustarle de la silla de Gaspart.

Vuelvo a escribir este artículo con anterioridad a la reunión de la directiva azulgrana. Lo mejor de todo es que parece que ahí va a "redimitir" Joan Gaspart. Si realmente se anteponen los intereses del club a los cochinos personalismos, con Gaspart se irían la mitad de sus directivos para que se pusiera al frente una junta gestora. Esa junta la presidiría Joan Traiter y tendría como único objetivo la preparación de unas elecciones anticipadas. Es decir, lo más lógico y natural. Ya no hay ninguna temporada que salvar puesto que esta es una auténtica ruina. Gaspart se agarraba a la Champions como si de un clavo ardiendo se tratara, y por lo que se ve quien sueña ahora con esa foto es Enric Reyna. De la nada se ha llegado hasta la más absoluta de las miserias.

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