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Luis del Pino

Salsa rosa judicial

¿Puede el contenido del libro servir, por ejemplo, a alguna de las defensas para sustanciar sus recursos? Pues desgraciadamente sí, porque ciertos comentarios deslizados por la autora podrían interpretarse como síntoma de parcialidad

El juez Guevara, uno de los tres miembros que componían el tribunal del 11-M, ha formalizado ya su queja por el contenido del libro escrito por la esposa del juez Gómez Bermúdez, tal como adelantaba hoy en exclusiva el periódico El Mundo.
 
Según Guevara, el presidente de la sala que ha juzgado la masacre del 11-M sería alguien que ha actuado con deslealtad personal y profesional, al permitir que su esposa volcara en ese libro una serie de reflexiones sobre el propio Guevara y sobre otras personas que resultan en cierto grado ofensivas.
 
El espectáculo que estamos viviendo constituye una total falta de respeto hacia todos aquéllos que confiábamos en que el juicio nos aproximara a una verdad que desde instancias políticas se nos quería ocultar. Pero supongo que a quien más debe de ofender este penoso espectáculo es a aquellas personas, las directamente afectadas por la masacre, que esperaban encontrar simplemente Justicia y que se han encontrado, en su lugar, con un juicio dirigido, con una sentencia política y, como remate de la farsa, con una bochornosa salsa rosa judicial carente del más mínimo pudor.
 
No voy a entrar a discutir si la esposa del juez Gómez Bermúdez tiene o no derecho a escribir los libros que quiera. Como tampoco voy a entrar a enjuiciar la procedencia de escribir un texto sobre cómo su marido ha ejercido su labor jurisdiccional, al mismo tiempo que su marido la estaba ejerciendo, como si fuera un documental del estilo de "Así se rodó el juicio televisado del 11-M". Creo que si el contenido del libro fuera correcto, ese tipo de cuestiones serían accesorias.
 
Pero el contenido del libro no es correcto. Porque en él se vierten descalificaciones contra otros profesionales que han tenido una relación directa o indirecta con el juicio, además de transcribir conversaciones que el juez Gómez Bermúdez ha mantenido y en las que la autora no ha podido estar presente. Por tanto, estamos ante un libro que resulta, cuando menos, poco delicado, y que en el peor de los casos podría tener consecuencias jurídicas imprevisibles. El juez Guevara tiene razón, en consecuencia, cuando se queja por la publicación de esta obra.
 
¿Puede el contenido del libro servir, por ejemplo, a alguna de las defensas para sustanciar sus recursos? Pues desgraciadamente sí, porque ciertos comentarios deslizados por la autora podrían interpretarse como síntoma de parcialidad en un presidente de sala de quien todas las partes tienen derecho a exigir una imparcialidad exquisita. O al menos una exquisita apariencia de imparcialidad. Así que, en el mejor de los casos, el libro es inoportuno, porque puede interferir de manera indeterminada en un proceso que se encuentra todavía en fase de recurso ante el Supremo.
 
Pero también hay que decir, con la misma claridad, que no podemos consentir que la discusión sobre el libro de Elisa Beni oscurezca el debate que verdaderamente importa, que es el que se refiere al propio contenido de la sentencia.
 
Porque, al final, el que el libro de la esposa de Gómez Bermúdez sea más o menos atinado resulta casi irrelevante. Lo verdaderamente triste es que, después de confiar en la Justicia, las víctimas del atentado, y todos los ciudadanos, nos hemos encontrado con una sentencia que constituye una auténtica tomadura de pelo. Y hay que recordar que esa tomadura de pelo está firmada por los tres magistrados que componían la sala, no sólo por Gómez Bermúdez.
 
La salsa rosa judicial resulta ofensiva, pero aún más ofensiva resulta la falta de Justicia.
 

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