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Pedro de Tena

La 'Queimada' de Podemos

Ya hace tiempo pronostiqué que Podemos duraría el tiempo que tardase en concretar.

No me refiero a la queimada gallega, esa bebida medieval maravillosa por sus efectos digestivos y arrebatadores. Ni siquiera aun cuando parezca que algunos dirigentes de Podemos la consumen por litros que les hacen delirar sobre su condición y sus cualidades. Escuchando lo que dicen sus jefes parece que un aguardiente político nubla sus sentidos y desata en su interior vanidades y soberbias desconocidas hasta ahora y muy alejadas del arte de la prudencia que recomendaban nuestros clásicos.

Me refiero a Queimada, una película de Pontecorvo, de culto para la izquierda radical de la década de los 70. En ella, un grupo de explotados por los grandes propietarios en una isla, que le da el nombre, logra hacerse con el poder y se dispone a hacer una revolución. Pero, claro, hasta para hacer una revolución hay que salir del mitin y el panfleto y entrar en la construcción de un futuro económico, social y jurídico para la sociedad. Esa construcción tiene elementos técnicos que hay que dominar porque, de lo contrario, la selva y el caos renacerían barriéndolo todo. Los revolucionarios de Queimada, ante la evidencia de su insuficiencia técnica y administradora, dejan el poder a otros administradores que, tras engañarlos como era de prever, condenan a muerte al cabecilla.

Ya hace tiempo pronostiqué –no es que sea adivino pero estudié Lógica y dispongo, creo, de una pizca de sentido común– que Podemos duraría el tiempo que tardase en concretar. Es fácil diseñar frases ambiguas, genéricas, insignificantes. Es más sencillo aún excitar el odio, la envidia e incluso la estupidez de muchas personas. Apelar a que sólo algunos tienen la razón, la justicia y la verdad y son precisamente ellos es lo que han hecho desde siempre los astutos demagogos. Pero, al final, hay que concretar qué se va a hacer y en beneficio de quién (cui prodest es latín, fíjense si es antiguo). En estos días, ya vemos cómo de los procesos asamblearios se ha pasado a reuniones secretas y a puerta cerrada; de abjurar de la asquerosa casta política a hablar del PSOE con respeto (vaya hombre, el PSOE ya no es casta); de exigir dimisiones y ceses a no querer saber nada de la corrupción, salvo en el PP, claro, los modernos judíos de este totalitarismo que, ya se sabe, no son parte del pueblo español sino apestados políticos. En cuando vayan concretando, Podemos irá deshaciendo su proyecto brumoso inicial para mutarse en otra casta, más peligrosa incluso que las otras dos existentes porque quiere ser la única.

Viene lo de la película en la que Marlon Brando representa al agente liquidador de la utopía a que ya han aparecido en el proceso de negociación para la constitución de los ayuntamientos los primeros síntomas de la particular queimada de Podemos. La política, se ha dicho con razón, es técnica y ética. Las buenas intenciones éticas pueden pavimentar el camino que conduce al suicidio de toda una nación si no es auxiliada por las técnicas jurídicas y de administración. Si no se sabe cómo poner en práctica lo que se desea, incluso si eso fuera bueno, que no es el caso de Podemos, puede conseguirse precisamente lo contrario de lo que se persigue. Miles de ejemplos hay.

Podemos es un partido de recién llegados de discursos tan mágicos como los conjuros de la queimada gallega. Han llegado al poder en algunos ayuntamientos y ahora no saben qué hacer porque no saben cómo se hace nada salvo un cartel, un mítin o hilar frases emotivas en las cadenas de televisión. Hasta tal punto ha llegado el caso que en algunos municipios de Cádiz –donde Podemos ha logrado gran fuerza– están pensando ceder el gobierno a otros partidos para no ser sacrificados en la plaza pública por ineptos.

Léase, si no, el plan de Kichín Salvochea, como ya le conocen, para Cádiz: desde asambleas de barrio sustituyendo al pleno municipal, edificios sin aparcamientos, IBI según sea el dueño y la casa, etc. Ni el PSOE quiere tener que ver con esta alucinación conducida por quienes tienen como mejor profesión la de reventar los plenos municipales gaditanos. Así que o van camino de otra casta (y de la pasta, como dijo con claridad la Duquesa Roja de la izquierda andaluza clásica) o desaparecerán en el más ominoso descrédito por no saber hacer ni la o con un canuto. Los ciudadanos somos manipulables, pero sólo hasta cierto punto, el punto en que se afecta al bolsillo y la tranquilidad civil (quiero creer, claro).

Por Dios, un conjuro, para que pase cuanto antes esta Queimada. O se quemen en ella los narcisos fanáticos que pretenden salvarnos incluso de nuestras libertades.

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