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Thomas Sowell

Con tal de llamar la atención...

No hay inventor, científico o investigador médico o industrial que sea tan conocido como bocazas del tipo Rosie O’Donnell o Jesse Jackson.

Las personas pueden llamar la atención por sus éxitos o por sus intentos deliberados de que se les haga caso. Hoy, allá donde mire, la gente parece haber escogido la segunda vía para hacerse notar. Peinados extravagantes, enormes tatuajes, piercings en todas las partes del cuerpo, ropa llamativa, declaraciones extrañas; todo esto ha llegado a sustituir a los logros personales.

Algunos padres ponen a sus hijos nombres rimbombantes, como si ese fuera el modo de concederles algún tipo de particularidad. Sin embargo, lo único que consiguen es unirlos a la estampida en marcha hacia lo llamativo. No se necesita tener un nombre absurdo para hacerse famoso. De hecho, sería difícil pensar en nombres más simples que Jim Brown, Ted Williams, Walter Johnson o Michael Jordan. Lo que hizo famosos sus nombres fue lo que las personas que los llevaban hicieron.

En el mundo de la empresa, algunos de los mayores cambios en la economía fueron obra de personas de nombres sencillos, como Henry Ford o Bill Gates. Algunos de los principales protagonistas en la historia del el comercio al por menor en nuestro país fueron Richard Sears y Sam Walton.

Cuando consigues hacer algo, no necesitas de mayores trucos. Es en los deportes donde eso se ve más claro. Joe Louis vistió los mismos calzones de boxeo que todos los demás, no los llamativos y chillones que tantos boxeadores llevan hoy. No consideró necesario mofarse o denigrar a sus rivales, ni comportarse como un gamberro dentro y fuera del cuadrilátero. Pero logró más victorias por K.O. en el primer asalto de combates por el campeonato que ningún otro peso pesado, y será recordado mientras alguien recuerde el boxeo.

Si Jim Brown hubiera montando un numerito en la zona de anotación después de cada touchdown que anotó, como hacen ahora tantos jugadores de fútbol americano, hubiera tenido complicado que le quedara suficiente energía como para lograr un promedio de más de cinco yardas por carrera durante su vida profesional.

El problema no se limita sólo a quienes quieren llamar la atención por su manera de vestir, actuar, hablar o hacerse notar de innumerables maneras. Es mucho más grave que la sociedad que los rodea presete su atención a cosas tan superficiales y con frecuencia pueriles. La atención mediática prodigada a Anna Nicole Smith o Paris Hilton a todas horas todos los días de la semana, mientras se presta una atención mínima al camino iraní en busca de armamento nuclear, algo que podría alterar el curso de la historia de manera irrevocable, es una de las más dolorosas señales de los tiempos que vivimos. Una vida dedicada a realizar importantes contribuciones a la salud, prosperidad o educación de toda una sociedad no recibe tanta atención mediática como la organización de alguna manifestación estridente y chillona, condimentada con una retórica fuera de control.

En un mundo “que no juzga”, ¿qué queda para determinar quién merece atención, excepto quien puede causar más sensación?

No sólo vivimos más tiempo hoy, tenemos más energía a los 60 que la que tenían las generaciones anteriores a los 40. ¿Puede usted nombrar siquiera a una persona o una empresa que hiciera algo por concedernos este enorme beneficio a millones de personas?

El norteamericano medio tiene hoy un estándar de vida que incluye cosas que sólo las clases más altas podrían haberse permitido antaño, además de algunas otras que ni siquiera los más ricos de generaciones pasadas tenían, como los ordenadores personales. ¿Se menciona alguna vez a las personas que lo hicieron posible? Y no hablemos ya de que se les haga propaganda o se les elogie. No hay inventor, científico o investigador médico o industrial que sea tan conocido como bocazas del tipo Rosie O’Donnell o Jesse Jackson.

Cualquier mujer atractiva e idiota que muestre su cuerpo desnudo puede obtener más atención que alguien que descubra maneras de reducir el precio de la vivienda a millones de personas. En California, de hecho, la atención que obtenga la chica será favorable mientras que el promotor sería censurado.

En pocas palabras, el problema no es que haya personas concretas que hagan cosas para llamar la atención. El problema es que la sociedad en conjunto ya no dispone de estándares con los que poder rechazar a quienes tienen una obsesión por hacerse notar pero nada que aportar a la sociedad. No espere juicios sólidos y bien fundamentados en una sociedad en el que "no juzgar" se considera algo digno de aprobación. Como dijo alguien, si no crees en nada, cualquier cosa podrá derribarte.

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