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Guillermo Rodríguez

Navegar en una barca de remos

La vida está repleta de paradojas. E Internet aporta su granito de arena cada cierto tiempo. Los internautas españoles son unos de los más exigentes del mundo a la hora de navegar por la Red. No les atrae la idea de teclear una página en Internet y que antes de que se descargue dé tiempo a hacerse un café, tomárselo y pasear al perro. Para evitar estos inconvenientes contratan un acceso de alta velocidad, lo que se conoce como ADSL (Línea de Abonado Digital Asimétrica).

Poco a poco, España ha ido escalando puestos en la lista de países europeos con mayores índices de penetración de banda ancha en el hogar. Según un reciente informe de la consultora Nielsen, ya ocupa el segundo lugar, sólo detrás de Francia. Es decir, se cumple una de las premisas básicas para que un negocio, digital o no, funcione: existe la suficiente demanda. Ahora bien, ¿qué sucede con la oferta?

Pues también hay, cómo no. Otra cosa más complicada es determinar la calidad del servicio que se presta. Consumer.es, el diario online del consumidor, ha desenterrado el látigo para castigar a los principales ISP (proveedores de Internet) españoles: Telefónica, Terra, Ya.com, Tiscali, Wanadoo y BT/Arrakis. Tras someterlos a un riguroso examen ha publicado las notas: todos suspenso.

El informe pone de manifiesto que los proveedores analizados cometen “graves irregularidades” en cuestiones tan relevantes como seguridad, plazos de entrega y velocidad. Los ejemplos que pone son, sin lugar a dudas, reveladores: “dos de cada tres proveedores envían el ‘kit’ de instalación bastante más tarde (dos, con tres semanas de retraso) de lo acordado, uno de cada tres no ofrece siquiera el 65% de la velocidad prometida, un proveedor empieza a cobrar por el servicio un mes antes de ofrecerlo, ninguno incluye información al usuario ni herramientas de seguridad y todos marginaban a los usuarios de los entornos Mac y Linux”.

Estas lacras afectan de lleno a una cuestión capital como es la Sociedad de la Información (SI). Al igual que para que se publiquen libros es necesario que existan escritores, para que la SI despunte es obligatorio que se lleven a cabo ciertos impulsos. Conexiones a Internet de alta velocidad que cumplan los requisitos no ya mínimos, sino los que ‘teóricamente’ vende el proveedor de acceso, es uno de ellos. Pero existen otros que no pueden eludirse. El precio del ADSL es España es excesivamente caro. Una rebaja en las tarifas debería convertirse en uno de los objetivos del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Entre otras cosas porque si este requisito no se cumple, la alfabetización digital abarcará sólo a aquellos con capacidad económica para abonar una cuota mensual cercana a los 45 euros.

Consumer.es recuerda que alrededor del 80% de los hogares españoles está preparado para instalar una conexión ADSL. A día de hoy se han decantado por esta opción 1,2 millones de usuarios (datos de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones y el Instituto Nacional de Estadística), una cifra respetable pero que tiende a la baja.

No extraña esta paulatina caída. Desde hace varios años tratan de convencernos de que navegamos en lanchas motoras, cuando en realidad surcamos el mar de Internet metidos en una barca de remos. Y ahí seguiremos hasta que denuncias como las de Consumer.es cuajen en las compañías que nos dotan de acceso a la Red. Porque no es de recibo que nos traten de vender la burra antes de que demos de alta el contrato y luego la conexión se nos quede ‘colgada’, nos ignoren cuando llamamos para reclamar un mejor servicio o, simplemente, nos marginen porque en vez de utilizar el sistema operativo Windows nos decantemos por Linux.

El esfuerzo por dar un paso adelante en la Sociedad de la Información recae sobre el departamento que, hasta el momento, capitanea Josep Piqué. Tal vez una de sus últimas iniciativas antes de abandonar (en breve) el cargo tendría que ser la de dar un toque de atención a los ISP españoles. Tan sólo debería exigirles una cosa: que cumplan lo que prometen. No es pedir demasiado.


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