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Juan Manuel Rodríguez

La mirada de una vaca cuando ve pasar el tren

Habría pagado (tampoco mucho) por colarme en el vestuario del Real Madrid mientras Fernando Martín abroncaba a sus jugadores. ¿Cuántos de ellos tendrían la mirada de una vaca cuando ve pasar el tren?

Traigo de nuevo a colación la brillante frase de mi amigo Luis Ángel Duque, el Bill Shankly español, cuando, para explicarme gráficamente el gesto que a veces ponen algunos jugadores cuando tratas de inculcarles un nuevo concepto, un movimiento distinto, una estrategia innovadora, me dijo que le miraban "con la misma cara que ponen las vacas cuando ven pasar el tren". Ustedes mismos pueden hacer la prueba. Súbanse a un tren. Pídanse ventanilla. Crucen los dedos para que, a lo largo del trayecto, exista algún prado cercano a la vía. Recen para que haya vacas. Y, superados con éxito todos los trámites anteriormente expuestos, crucen su mirada con una vaca elegida al azar. Todas tienen idéntica mirada. ¿Y qué mirada es ésa?... Pues muy sencillo, la mirada de una vaca cuando ve pasar el tren.

Habría pagado (tampoco mucho) por colarme en el vestuario del Real Madrid mientras Fernando Martín abroncaba a sus jugadores. ¿Cuántos de ellos tendrían la mirada de una vaca cuando ve pasar el tren? ¿Cuántos comprenderían la verdadera importancia que tiene acabar la Liga como segundos? ¿Y cuántos pensarían para sus adentros que ellos ya no estarán en el mes de julio y que no se van a jugar la pierna y, por ende, un suculento contrato con otro club? Ustedes mismos pueden hacer la prueba. Súbanse al coche. Cojan la M-40. Sigan el simbolito del IFEMA hasta llegar a Valdebebas. Recen para que ese día haya entrenamiento. Y, superados con éxito todos los trámites anteriormente expuestos, observen con detenimiento a los futbolistas. Apunten en una lista. El Real Madrid estará irremediablemente perdido si, al final del día, ustedes han llegado a la conclusión de que existe al menos un treinta por ciento de jugadores que tienen esa extraña mirada, la mirada de una vaca cuando ve pasar el tren.

Iker Casillas no la tiene, no tiene esa mirada. Yo creo que, en cualquier caso, Iker tiene la mirada del toro bravo. Pero, estadísticamente hablando, resultaba imposible y casi milagroso que acabara el campeonato sin fallar alguna vez. Lo han hecho reiteradamente todos y cada uno de sus compañeros, de la "A" a la "Z", de Brasil a Inglaterra, de Zidanes a Pavones, de mil millonarios a medio pensionistas, todos. Iker lleva sosteniendo a este equipo con sus paradas los últimos tres años, de ahí que me llamen tanto la atención algunas críticas que ha recibido. Si yo fuera Fernando Martín cuidaría mucho a Iker Casillas. El chaval no tiene todavía esa mirada vidriosa, atolondrada y complaciente que tienen las vacas cuando ven pasar el tren mientras rumian la hierba fresca del "prau". Mímele y traiga cuanto antes seis o siete Diarras. Porque el virus, presidente, se extiende lenta e inexorablemente.

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