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¿Dónde esta el Gobierno español?

Si además tenemos en cuenta que Polonia quiere aumentar su peso en el Parlamento, ¿a quien creen ustedes que le van a quitar los escaños? ¿A la Francia de Sarkozy? ¿A la Alemania de Merkel? Pues claro que no. Probablemente la damnificada sea España.

La descarada ausencia de Zapatero, su Gobierno y su partido en el debate sobre la reforma institucional de la Unión Europea merece una seria reprimenda por parte de los ciudadanos españoles. Primero fue la aceptación del nuevo sistema de voto en el Consejo, que hace perder a España la mitad de su peso relativo con respecto al Tratado de Niza, y ahora tendremos que sufrir las consecuencias de su desaparición en el debate sobre el número de escaños que nos corresponde en el Parlamento Europeo.

Todos saben de la pasividad con la que Zapatero y los suyos han afrontado los debates europeos desde que cayeron en poder en 2004. Después de proclamar en su programa electoral que la protección y promoción de los derechos humanos en el mundo sería una prioridad de su Gobierno, la única batalla que de verdad han librado ha sido la de pactar con Castro para aislar a la disidencia democrática de la isla e intentar, sin conseguirlo, que la Unión cambiase su política hacia el gulag caribeño. No es de extrañar que "sus socios" europeos no cuenten con él después del mensaje hipo-relativista que ha enviado a la Unión. Su defensa de conveniencia de los valores en lo que se funda la UE está causando un daño irreparable a España, que tiene como consecuencia una pérdida de credibilidad e influencia de nuestro país en Europa desconocida desde 1986.

Esta actitud es especialmente preocupante cuando se trata del debate sobre el futuro de Europa. Mientras todos los Estados miembros de la Unión defienden sus intereses en reuniones maratonianas, Zapatero permanece en un autismo desesperante. Durante el Consejo Europeo de junio en el que se debatió el futuro del Tratado Constitucional, que tanto afecta a los españoles, ni siquiera se sabía qué posición tenía el Gobierno. Durante meses negaron que la Unión estuviera en crisis. Después defendieron el mantenimiento íntegro de un tratado fracasado, llegando incluso a declarar, con una falta de realismo pasmosa, que en todo caso había que incluir más elementos en él. En palabras de Moratinos, "utilizar la pluma, no las tijeras". Y todo eso para que al final, y a cambio de una foto, terminara alineado con los postulados de Sarkozy a aceptar un tratado recortado que además se ha pactado de forma opaca, a espaldas de los ciudadanos.

Eso sí, lo único que se ha mantenido en el nuevo tratado ha sido el nuevo sistema de voto en el Consejo que bruscamente apea a España de la posición privilegiada conseguida por Aznar en el Tratado de Niza. Sólo nos mantendremos en esa posición gracias al esfuerzo polaco, que ha conseguido una prórroga en su aplicación hasta 2014 y que continúa batiéndose el cobre por aumentar su presencia en el Parlamento Europeo, conscientes como son de que ambos debates, el sistema de voto en el Consejo y el número de escaños en el Parlamento Europeo, son indisociables.

Desgraciadamente, Zapatero parece no haber querido entender que existe un vínculo indisoluble entre ambas cuestiones, porque la perdida se peso en una de las dos instituciones debe verse compensada en la otra. Si perdemos la mitad de nuestro peso relativo en el Consejo respecto a los países grandes, lo lógico es que aumentemos nuestro número de escaños de manera sustancial. Se daría así la situación inversa que en época de Aznar, donde España se puso a la altura de Alemania, Francia, Reino Unido e Italia en el Consejo (verdadero órgano decisorio en la Unión Europea) y a cambio cedió varios diputados en el Parlamento. El problema que ahora se nos plantea en el Consejo, en el que nos será imposible alcanzar minorías de bloqueo para defender los intereses de España debido al nuevo sistema de voto, debe necesariamente verse compensado con un aumento real y sustancial del número de escaños en el Parlamento.

Sin embargo, las cosas pintan mal cuando la propuesta que han presentado los propios parlamentarios europeos, con la única protesta del Partido Popular, es mantener a España en 54 escaños mientras los países grandes consiguen un aumento. Si además tenemos en cuenta que la "tozuda" Polonia quiere aumentar su peso en el Parlamento, ¿a quien creen ustedes que le van a quitar los escaños? ¿A la Francia de Sarkozy? ¿A la Alemania de Merkel? Pues claro que no. Probablemente la damnificada sea España. Pero, eso sí, con una sonriente foto y un apretón de manos diciendo: "¡Volvemos al corazón de Europa!"

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