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George Will

Una candidatura estilo Coca Cola II

La zambullida de Fred Thompson en las aguas de la nominación a la candidatura presidencial –más en plancha que de cabeza– ha sido el lanzamiento más extraño de un producto desde el de la Coca-Cola II en 1985.

La zambullida de Fred Thompson en las aguas de la nominación a la candidatura presidencial –más en plancha que de cabeza– ha sido el lanzamiento más extraño de un producto desde el de la Coca-Cola II en 1985. La pregunta entonces fue si era necesario el cambio. Una pregunta parecida dejó sin respuestas a Thompson el mismo día en que se tiró al agua.

Sean Hannity, que no es precisamente un Torquemada dirigiendo un proceso inquisitorial contra los conservadores, preguntó a Thompson: "Cuando mira al resto de la actual cosecha de candidatos republicanos, ¿en qué se diferencia su postura y la que usted percibe en ellos?" Thompson respondió: "Bueno, si soy sincero, la verdad es que no he empleado mucho tiempo en examinar al detalle sus posturas."

Tampoco parece estar muy familiarizado con los detalles de sus propias posiciones. Considere su confusión al día siguiente, cuando Laura Ingraham le preguntó en la radio sobre algo que apoyó con pasión: la expansión de la regulación gubernamental sobre el libre discurso político de la ley McCain-Feingold. Su farragosa e incoherente explicación fue lo bastante clara como para sentirse alarmado por lo que cree, lo que recuerda mal y lo que no sabe.

Thompson dijo que defiende McCain-Feingold para evitar, entre otras cosas, que empresas y sindicatos "donen grandes cifras de dinero a políticos concretos". Pero las donaciones empresariales y sindicales a candidatos determinados fueron ilegalizadas en 1907 y 1947, respectivamente.

Ingraham le preguntó por la prohibición de la ley McCain-Feingold de emitir anuncios que mencionen a un candidato cerca de las elecciones. El culpaba a unos culpables sin identificar que "añadieron" esa provisión, dando a entender que fue una sorpresa que no se había discutido hasta ese momento. Pero ciertamente sabe que propuestas de ley que contenían la prohibición habían sido presentadas en sesiones anteriores del Congreso antes de la aprobación en el 2002.

En 1997, Thompson presidió un comité de investigación del Senado sobre el gasto de las elecciones de 1996. En su informe final de 1998, el comité de Thompson recomendó una "restricción estatutaria en materia de anuncios sobre temas políticos concretos" durante "un período fijo de tiempo anterior a unas elecciones" cuando el anuncio incluya "cualquier uso del nombre o imagen de un candidato". Y en 1999, Thompson co-patrocinaba una propuesta de ley que contenía lo que en el 2002 se convirtió en los períodos de apagón McCain-Feingold impuestos a cualquier anuncio de televisión o radio "que aludiera" a un candidato a un puesto federal, algo que en parte el Tribunal Supremo declaró inconstitucional en junio.

Thompson, al contrario de lo que actualmente recuerda, estuvo profundamente involucrado en la expansión de las restricciones gubernamentales al discurso político en general y a la prohibición de los anuncios de contenido político en concreto. Pero dijo a Ingraham: "Voté a favor de todo ello", aludiendo a McCain-Feingold, pero añadiendo que él no apoyó esa provisión en concreto.

¿De verdad? ¿Entonces por qué presentó su propio escrito al Tribunal Supremo instándole a respaldar McCain-Feingold, destacando específicamente "el interés de peso" que tiene el Congreso en aplastar esos anuncios políticos sobre temas concretos que "influencian" las elecciones?

Y lo que es aún menos convincente, Thompson asume el mérito de que la ley McCain-Feingold duplique la cantidad de "dinero directo" que un particular puede donar a un candidato, lo cual dice que reduce las ventajas de quien ocupa un cargo político frente a quien se lo disputa. Pero eso es absurdo, la mayor parte de ese dinero fluye a quien ya está en el cargo.

Ingraham preguntaba el motivo de que el Gobierno deba decir a los particulares cuánto pueden donar para financiar el discurso político de los candidatos que apoyan. Thompson respondió: "¿Por qué debería el Gobierno (...) decir a un empleado encargado de aprobar préstamos que no puede aceptar dinero de alguien que intenta obtener un crédito a través suyo (...) y después seguir adelante y otorgar a esa persona el préstamo? Quiero decir, en el mundo real eso es soborno."

De modo que Thompson cree, como los demás reguladores fanáticos del discurso político, de que las donaciones a los candidatos son sobornos en potencia, pero sólo cuando son mayores de 2.300 dólares. Lo cual nos lleva a la implausibilidad financiera de su campaña de inicio tardío. Suponga que hace algo sin precedentes, como es convencer a 100 personas al día, desde ahora hasta el 1 de enero, de contribuir con el máximo permitido de 2.300 dólares. Después de restarle a eso los costes normales de recaudación de fondos y la infraestructura de campaña, entraría en el 2008 con el riesgo de que sus principales rivales le superen en fondos recaudados en al menos un ratio de 3 a 1.

¿Tiene, sin embargo, un gran valor en efectivo el papel que está desempeñando, cortejando a los conservadores religiosos? Quizá. Pero el cortejador dijo recientemente en Carolina del Sur: "Asisto a la Iglesia cuando estoy en Tennessee. Ahora mismo estoy en McLean. No asisto regularmente cuando estoy ahí."

¿"Ahora mismo"? Ha estado viviendo "allí", en un suburbio de Washington metropolitano de clase alta, preparando durante años su postura "sólo soy un intruso en el viejo Washington". Es tiempo suficiente como para haberse dado cuenta de que McLean tiene una buena reserva de iglesias. Acudir a la Iglesia, por supuesto, es opcional, a menos que pretendas ocupar un supuesto vacío religioso en el escenario republicano.

La Coca Cola II se anunció el 23 de abril de 1985, con el presidente de la compañía dedicándole adjetivos reservados habitualmente para el Lafite Rothschild: "más suave y redondo, pero aún así atrevido". Unos 80 días después, habiéndola probado el público, la compañía lo retiró de las tiendas. Quizá la candidatura de Thompson dure más que la Coca Cola II.

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