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Thomas Sowell

Elecciones primarias con candidatos de segunda

Ninguno de los candidatos parece por ahora capaz de ilusionarme en algún momento. A la mayoría no le compraría un coche usado, y a algunos ni siquiera uno nuevo.

Al parecer no hay nadie entre los candidatos demócratas o los republicanos que vaya a provocar una estampida descontrolada como la que destronara a los candidatos republicanos que encabezan la carrera en 1940, cuando los delegados de la convención empezaron a cantar: "¡Queremos a Wilkie!" Es una dura lucha la de mantenerse despierto durante buena parte de los llamados "debates" entre el pequeño ejército de candidatos de ambos partidos. Por lo menos las primarias pondrán punto y final a estos espectáculos tan poco edificantes.

Es demasiado pronto para intentar conjeturar quién va a ganar en la nominación de cualquiera de los partidos. Lo máximo que se puede haber sacado hasta ahora son algunas impresiones generales. Ninguno de los candidatos parece por ahora capaz de ilusionarme en algún momento. A la mayoría no le compraría un coche usado, y a algunos ni siquiera uno nuevo.

John Edwards es el más fácil de clasificar. Es exactamente el hipócrita que aparenta ser. Su discurso sobre los niños pobres que se van hambrientos a la cama podrá movilizar a la extrema izquierda de su partido, pero en el mundo real las personas de menores ingresos son aún más gordas que el resto, aunque no es que los hechos le importen lo más mínimo al senador Edwards. Como fiscal, ingresó millones de dólares gracias a jurados crédulos, empleando ciencia basura para crear la impresión de que los médicos tienen la culpa de que los bebés nazcan con defectos.

Los republicanos, como de costumbre, parecen tener más candidatos que serían buenos presidentes que personas que puedan ser buenos candidatos a presidente. Desafortunadamente para ellos, en Estados Unidos tenemos elecciones, no coronaciones.

Fred Thompson parece tener el mejor historial político y las mejores ideas de todos los candidatos republicanos, pero también la más ineficaz forma de presentarse a sí mismo ante los electores. Si el senador Thompson puede superar las dificultades y convertirse en presidente, probablemente sería mejor que la mayor parte de quienes han ocupado la Casa Blanca en los últimos tiempos, aunque tampoco es que sea muy difícil.

El único candidato en ambos partidos que realmente tiene pinta de presidente es Mitt Romney. Fue deplorable que Mike Huckabee y algunos otros hayan intentado convertir su religión en un problema. Se suponía que John F. Kennedy la había sacado de la política; su regreso de la mano de Huckabee debería ser suficiente para descalificarle como candidato a la Casa Blanca incluso si decidiéramos pasar por alto su labor como gobernador, concediendo indultos al por mayor a toda clase de criminales y aumentando los impuestos.

Tanto Romney como Giuliani son republicanos elocuentes, y ya es raro que su partido tenga a dos al mismo tiempo. En algunas primarias no han tenido a ninguno. Si la labor de Romney y Giuliani en sus cargos públicos estuviera a la par con su capacidad oratoria, cualquiera de ellos podría apoyar al otro y llevar a su partido a la victoria. Pero ese "si" no es precisamente algo pequeño.

No obstante, en lo que a elocuencia se refiere nadie puede batir a Barack Obama. Es capaz incluso de convencer a la gente de que tiene propuestas nuevas, cuando en realidad no hace más que reciclar las caducas ideas de los años 60, que han fracasado repetidamente desde que se concibieran durante esa irresponsable década.

John McCain parece experimentar un pequeño ascenso, pero es difícil creer que los republicanos estén tan desesperados como para apoyar a un hombre que se unió al demócrata de extrema izquierda Russ Feingold para restringir la libertad de expresión en nombre de "la reforma de la financiación de las campañas electorales" y a Ted Kennedy para presentar una ley que concede la amnistía a los inmigrantes ilegales.

Luego está Hillary Clinton, anteriormente conocida como la "favorita" o la "inevitable" Hillary Clinton. Si ya es doloroso verla intentando actuar como un ser humano, más lo sería aún ver a los Clinton de vuelta en una Casa Blanca a la que deshonraron de tantas maneras. Podría ser lo bastante desvergonzada como para ponerle a él en el Tribunal Supremo, donde podría destruir nuestras leyes del mismo modo en que lo están haciendo ya sus designaciones para los tribunales federales.

En cuanto a los demás candidatos de los dos partidos, la gran pregunta es por qué alguien los toma en serio como candidatos a encabezar a la nación en un momento de enorme riesgo de que los terroristas acaben teniendo armas nucleares, ya procedan de Irán o Pakistán.

Este país ya ha sido capaz de salir indemne de circunstancias tan poco prometedoras como las actuales. Esperemos no haber agotado ya toda nuestra suerte.

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