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Al Qaeda: la amenaza persiste

Al-Qaeda hizo de Iraq el frente central de la guerra contra Occidente. Hoy reconoce de hecho su derrota, aunque persistirá en el intento. La nueva estrategia islamista hace de Pakistán el "frente central" de la guerra

Hace unos meses los demócratas exigían a Bush que reconociera la derrota de Estados Unidos frente a al-Qaeda en Iraq y retirara las tropas. Ante la presión política y mediática, senadores republicanos de primer nivel como Lugar y Warner pedían al Presidente ceder parcialmente a las demandas demócratas para reconstruir la cohesión nacional. Eso era lo que daba de sí el Senado norteamericano ante el envite terrorista. Sólo figuras como McCain y Liberman mantuvieron una posición de dignidad exigiendo sacrificios en pos de la victoria. El tiempo ha transcurrido y hoy instituciones distintas e independientes reconocen el cambio experimentado en Iraq, el éxito del combate contra al-Qaeda, las mejores expectativas económicas y la posibilidad de que en un plazo breve se llegue a importantes acuerdos políticos que cimienten la reconstrucción nacional. Del derrotismo pasamos al optimismo. Tan insensato resulta el uno como el otro.

La nueva estrategia americana –the surge-, diseñada por el general David Petreus es la apropiada, pero puede acabar en un fracaso si el Congreso impide su aplicación al retirar una parte sustancial del contingente en la recta final de las elecciones presidenciales. Los demócratas se han comprometido a ello y la batalla parlamentaria no será fácil. En estos momentos presenciamos una contraofensiva islamista, lubricada por ingentes cantidades de dinero procedentes del Golfo. Un paso atrás echaría por tierra el trabajo realizado y minaría el proceso político.

Al-Qaeda hizo de Iraq el frente central de la guerra contra Occidente. Hoy reconoce de hecho su derrota, aunque persistirá en el intento a la espera de errores norteamericanos. La nueva estrategia islamista hace de Pakistán el "frente central" de la guerra, con escenarios secundarios, pero relevantes, en el Magreb, Oriente Medio y Europa. Desestabilizar Pakistán, una potencia nuclear, es el principal objetivo.

No podemos bajar la guardia. No basta con afianzar Iraq. La amenaza persiste, cambiando sus tácticas a la vista de la evolución de los acontecimientos. Mientras no asumamos la gravedad del reto que nos plantea y la necesidad de actuar con decisión los jihadistas irán un paso por delante de nosotros.

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