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Emilio J. González

Un equipo para la discordia

Solbes debería haber tenido la capacidad de influir en los nombramientos del equipo económico, para poder trabajar con él de forma conjunta y conforme a las estrategias diseñadas en Economía

El equipo económico conformado por José Luis Rodríguez Zapatero en su primer Gobierno de esta legislatura abre muchas dudas acerca de la capacidad del mismo para afrontar con éxito los retos de la crisis económica. El equipo no está diseñado para ser, precisamente, el más eficaz a la hora de encarar la que se viene encima, sino como resultado de los compromisos políticos del presidente con unos y otros, lo que puede pagarse en términos de enfrentamientos, de discordia, y de incapacidad para desarrollar la política económica que se necesita en estos momentos.

Cumpliendo lo que había anunciado antes de las elecciones, Zapatero ha mantenido a Solbes como vicepresidente segundo y ministro de Economía, como si bastara con ello para resolver los problemas del país. Pero desde el primer minuto de esta legislatura ZP ya ha demostrado que la presencia de Solbes en el Consejo de Ministros no es más que una operación de marketing destinada a transmitir confianza a los agentes económicos, los mercados y los inversores internacionales, como si un Solbes que se ha pasado los últimos cuatro años poniéndose de perfil ante los problemas relacionados con la economía para que no le tocaran todavía conservara ese aura de buen gestor de que se rodeó en su etapa como comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios. Solbes no supo imponer sus criterios en el contenido y los tiempos de la política económica de la pasada legislatura, ni estuvo a la altura de las circunstancias frente a las operaciones de control empresarial diseñadas en la Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno y, por tanto, ni él ni Zapatero pueden pretender ahora que Solbes tenga ese crédito que se le suponía hace cuatro años. Por el contrario, se lo tiene que ganar y, de momento, no ha empezado a hacerlo.

Solbes reclamó a Zapatero el traspaso al Ministerio de Economía de algunas competencias que había asignado en la anterior legislatura al de Industria, entre ellas las de Comercio, fundamentales para luchar contra la inflación. Sin embargo, Zapatero ha dejado dichas competencias en manos del nuevo titular de la cartera de Industria, Miguel Sebastián. Solbes, por tanto, acaba de perder su primera batalla de la legislatura.

Por pura lógica, y después de lo que dijo Zapatero en su momento, Solbes debería haber tenido la capacidad de influir en los nombramientos del equipo económico, para poder trabajar con él de forma conjunta y conforme a las estrategias diseñadas en Economía. Sin embargo, no solo no ha influido sino que se ha encontrado con que la cartera de Industria ha ido a parar a manos de su eterno rival, Miguel Sebastián, con quien Zapatero tenía un compromiso personal. Sebastián se pasó la pasada legislatura llevándole la contraria a Solbes y echándole un pulso por el control de los supervisores financieros, un campo en el que cosechó victorias como conseguir el nombramiento de Carlos Arenillas como vicepresidente de la CNMV y su posterior mantenimiento en el cargo pese al caso Tagomago y a sus actuaciones parciales e interesadas en los casos BBVA y Endesa, denunciadas en su día por el ex presidente del regulador de los mercados financieros, Manuel Conthe. Ese Miguel Sebastián es quien ahora se supone que tiene que trabajar de forma coordinada con Solbes y según sus instrucciones, algo difícil de creer por mucho que desde el Gobierno se insista en que el reparto de competencias entre ambos está claro. Lo estará sobre el papel pero ya veremos si luego también lo está en la práctica.

Además, la posición de Sebastián como titular de Industria le confiere un gran poder sobre las empresas. Teniendo en cuenta las actuaciones que promovió contra el BBVA o Endesa en la pasada legislatura desde su puesto al frente de la Oficina Económica de Moncloa, la pregunta de si hará lo mismo en ésta es inmediata. Solo que ahora hay una importante diferencia con respecto a los cuatro años anteriores: Miguel Sebastián, como ministro, tiene acceso directo al Boletín Oficial del Estado.

Con el nuevo ministro de Trabajo ocurre algo en cierto modo similar. Celestino Corbacho no llega al Gobierno por sugerencia de Solbes, sino por los compromisos de Zapatero con la rama catalana del PSOE, dirigida por un José Montilla que jamás se atuvo a las directrices emanadas desde el Departamento de Solbes. A la hora de sustituir a Jesús Caldera no ha habido consideraciones acerca de quién es el mejor capacitado para estar al frente de un Ministerio que va a ser vital en esta crisis, ni si el nuevo ministro va a ser capaz de entenderse o no con el vicepresidente económico. No, en lugar de eso han primado las componendas políticas y los compromisos de uno u otro signo.

De esta forma nos encontramos con que el equipo económico diseñado por Zapatero siembra muchas dudas acerca de su capacidad para afrontar la crisis, empezando por un Solbes que no solo no ha conseguido lo que quería sino que, además, tendrá que convivir y entenderse con quien hasta ahora había sido uno de sus mayores críticos y uno de sus peores enemigos dentro de la estructura del Gobierno: Sebastián. En estas circunstancias, es difícil que este equipo pueda afrontar la crisis con garantías de éxito. Claro que a un Zapatero al que la economía le importa un pimiento, esto, precisamente, no va a quitarle el sueño... por ahora.

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