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EDITORIAL

Zapatero promete más crisis

A la puesta en cuestión de la unidad nacional y al radicalismo social, Rodríguez Zapatero suma ahora una política energética rancia y perniciosa para todos. No es más de lo mismo, es aún peor.

Por si los pésimos datos económicos publicados en los últimos días (más paro, menos empleo, más inflación) no fueran suficientes, el giro populista adelantado por Rodríguez Zapatero durante su intervención en el Círculo de Economía augura una crisis larga y de consecuencias imprevisibles para el bienestar de los españoles.

A menos que la actual tendencia alcista de los tipos de interés cambie y el Gobierno opte por disminuir los gastos del Estado, el anuncio de déficit en las cuentas públicas hasta 2011 es un pronóstico cuando menos optimista. De seguir así, Solbes y Zapateró hundirán a España en una nueva situación de déficit crónico como la sufrida en los últimos años de la presidencia de Felipe González.

Además de reafirmar su irresponsabilidad fiscal y su ignorancia económica, el presidente del Gobierno reveló ayer las líneas maestras de una política energética basada en la carestía, la escasez y el desprecio por las nuevas tecnologías. Sólo así cabe interpretar su empeño en defender a capa y espada los biocombustibles, una fuente de energía muy costosa, altamente contaminante y una de las principales causas de la subida de los precios de la alimentación.

Ante el fracaso de su modelo energético, Zapatero apuesta ahora por una combinación de racionamiento y populismo. A este respecto, la introducción de las nuevas tarifas "doméstica" y "social" de la luz no sólo supone un retroceso a tiempos pasados, sino que pone en peligro la rentabilidad y viabilidad de muchas empresas, cuya gestión dependerá cada vez más de la tutela estatal. Tal vez sea esto lo que pretenda el ministro Miguel Sebastián, quien debería recordar que fue precisamente este tipo de política la que devastó las economías iberoamericanas hace veinte años. Más que modernidad, el presidente del Gobierno y su ministro favorito parecen empeñados en provocar una regresión de la que será difícil reponerse.

Este veloz aunque previsto empeoramiento de la economía española (nada queda de la supuesta probidad de Solbes) comienza a dar uno de sus peores frutos: huelgas, agitación social e intransigencia sindical. Al paro indefinido de los pescadores se podría sumar en los próximos días el de los transportistas y después el de otros sectores si, tal como parece, las organizaciones sindicales deciden convertir las cláusulas de revisión salarial en una reivindicación irrenunciable en las negociaciones colectivas. Una postura miope e insensata cuyos efectos suelen ser el aumento de la inflación y del desempleo. Por desgracia, la nueva ofensiva sindical viene estimulada por la deriva de un Gobierno cuya política económica ha pasado de ser una hoja en blanco a una combinación de recetas caducas y altamente tóxicas.

Así las cosas, nada parece indicar que la crisis económica pueda remitir en el futuro próximo o que 2009 vaya a ser un año de recuperación. A la puesta en cuestión de la unidad nacional y al radicalismo social, Rodríguez Zapatero suma ahora una política energética rancia y perniciosa para todos. No es más de lo mismo, sino aún peor.

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