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Luis Hernández Arroyo

¿Por qué se desarrollan los países pobres?

En España tuvimos una experiencia muy similar, ahora denostada, pero que no desmiente ni un ápice el recorrido de estos países. Fue la decisión del Gobierno, en 1959, de apostar por el crecimiento, lo que nos puso en la órbita de Europa.

En los últimos 30 años la humanidad ha progresado notablemente: dos tercios de ella viven ahora en países de alta renta o de alto crecimiento; tan alto como para estar cerca de alcanzar los niveles de bienestar de los más ricos. Seguro que esta afirmación coge a muchos por sorpresa, dada la doxa oficial de que la mayor parte del planeta vive en la pobreza. Eso era así hace tres décadas, pero la situación se ha invertido.

Se acaba de publicar el informe de la Comisión sobre Crecimiento y Desarrollo, creada para analizar las causas más decisorias que han determinado este avance decisivo contra la pobreza. Está presidida por un premio Nobel (Spence) y entre sus miembros están gente de prestigio como James Rubin y Robert Solow, otro laureado con el Nobel.

Lo primero que hay que destacar es que este efecto de progreso entre los pobres no se debe a una política de donaciones, sino a la incorporación al proceso de crecimiento de esos países. Además, ese paso hacia el progreso no ha sido incompatible con el aumento de la población. Lo cual es lógico, pues el único factor de progreso per cápita es el tecnológico, que a la larga hace aumentar la población.

Pero veamos cuales son los factores intermedios que se han observado como condicionantes de ese salto que nunca será suficientemente apreciado. El ejercicio no es nada teórico, sino de selección de una serie de circunstancias observadas, de ingredientes que han estado presentes y que probablemente han jugado un papel positivo. Una enumeración de todos ellos sería tediosa. Me parece mejor seguir las palabras del informe cuando se refieren al Gobierno (en inglés es el Estado o administración), pues es su propósito explícito de iniciar un crecimiento sostenido el origen del mismo. En palabras del informe: "Los políticos eligieron la estrategia de crecer, lo comunicaron a sus ciudadanos y les convencieron de la recompensa del esfuerzo". No debe esperarse que la población, abandonada a su suerte, en manos de los grupos de presión, inicie espontáneamente ese largo camino. En España tuvimos una experiencia muy similar, ahora denostada, pero que no desmiente ni un ápice el recorrido de estos países. Fue la decisión del Gobierno, en 1959, de apostar por el crecimiento, lo que nos puso en la órbita de Europa.

Por supuesto, "el Gobierno –dice el Informe- no es la causa directa del crecimiento. Eso corresponde al sector privado, que invierte y crea empresas en respuesta a las señales y fuerzas del mercado. Pero un Gobierno estable, honesto, y efectivo es un [factor] crítico a largo plazo. Entre las funciones del Gobierno se incluye, por ejemplo, la responsabilidad fiscal y la estabilidad de precios" (subrayados míos).

Es decir, el papel del Estado no es meramente pasivo, como querrían algunos. Y no sólo por la defensa de la propiedad, que es primordial para que haya sector privado emprendedor, sino por la oferta de servicios que el sector privado no emprendería jamás. Un ejemplo es la inversión en infraestructuras. El informe observa que "ningún país ha sostenido un rápido crecimiento sin mantener un alto porcentaje de inversión pública". Otro aspecto importante: "la destrucción creativa puede ser natural económicamente, pero no se siente así entre los que quedan marginados en el proceso. Los políticos deben resistirse a las llamadas a proteger industrias, o trabajos, pero deben mostrarse dispuestos a proteger a los desfavorecidos. [...] Sin eso, el apoyo del pueblo al empeño del Gobierno en el crecimiento sostenido se erosionará."

Todo esto no es fácil de resumir: estrategia clara, convicción, honestidad, priorizar cuidadosamente. Se observará que nada de esto choca al sentido común: si acaso, a ciertas posiciones apriorísticas, de las que aquí estamos sobrados. Somos afortunados por vivir en un país rico. Pero hace apenas 50 años no lo éramos; comenzamos entonces a serlo, y fuimos pioneros de un camino recorrido por otros con éxito. Vemos que el factor político es esencial en el éxito; ahora bien, también lo es en el estrepitoso fracaso. Lo mismo que hemos avanzado, podemos estancarnos. Depende de ese factor político, en el que incluyo el convencimiento de los ciudadanos y la buena elección de sus gobernantes, ya que hemos alcanzado la democracia.

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