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Carlos Semprún Maura

La marcha triunfal del PS hacia la derrota

Un puñado (¿6 ó 7?), demi-soldes del chiraquismo han votado "no" al considerar que dicha reforma se alejaba de los principios sagrados del gaullismo. Lo cual es cierto, y menos mal.

Se puede ver –y se ha visto– de dos maneras la aprobación por el Congreso de la reforma constitucional, el pasado lunes 21. Una: sólo han ganado por dos votos; otra, que 539 senadores y diputados han votado "sí" y 357 "no". Al principio, todos, tanto parlamentarios como periodistas, afirmaron que sólo se había aprobado por un voto, lo cual demuestra que sus Señorías no saben sumar o desconocen la Constitución, que otorga al Presidente de la Asamblea el derecho de voto. Y en este caso, tratándose de Bernard Accoyer (UMP), votó lógicamente "sí". Como Jack Lang, socialista pero vice-presidente de la comisión Balladur, que ha inspirado el texto de la reforma. Inmediatamente se ha convertido en "piedra de escándalo" para sus camaradas sociatas. "Traidor", "desertor", "se ha colocado él mismo fuera del PS", son algunas de las lindezas que ha recibido por haber hecho lo que había anunciado.

Resulta que en otras circunstancias se le habría expulsado, o suspendido, o arrinconado con el capirote de la infamia en el fondo de la clase. Hoy, con la crisis interna del PS, las cosas resultan más complicadas. Son varios los diputados del PS que afirman públicamente que votaron "no" porque no se atrevieron a romper la "disciplina de partido", pero que si hubieran obedecido a su conciencia habrían votado "sí", como Jack Lang. Buen ejemplo de ello es la tribuna publicada ayer en el moribundo Le Monde y firmada por cuatro diputados socialistas: Christophe Caresche, Jean-Marie Le Guen, Gaetan Gorce y Manuel Valls. Su texto, muy crítico con Hollande and company, rechaza el "antisarkosismo pavloviano" de su dirección y sostiene que la reforma no es mala.

Quedándome un instante en la aritmética electoral, recordaré que un puñado (¿6 ó 7?), demi-soldes del chiraquismo ha votado "no" al considerar que dicha reforma se alejaba de los principios sagrados del gaullismo. Lo cual es cierto, y menos mal.

Desde luego, no hay que exagerar la importancia nacional que puede tener la crisis interna de un partido como el PS, porque muchos electores obedecen al "antisarkosismo pavloviano" que denuncia la tribuna en Le Monde y votan automáticamente contra Sarkosy o contra la derecha, porque genéticamente no pueden votar a la derecha, y abstenerse les resulta feo. Esto se ha visto en las últimas municipales, pero ese reflejo pavloviano no es suficiente para ganar en las legislativas y presidenciales. De todas formas, el PS ha hecho el ridículo, ya que esta moderada reforma de la Constitución (aprobada por 80% de los franceses), no refuerza, como dicen ,el poder personal del Presidente, que deberá limitarse a dos mandatos de 5 años, que abandona la presidencia del Consejo Superior de la Magistratura y que, en ciertas circunstancias, podrá enfrentarse a un Parlamento cuyas prerrogativas van a aumentar. También a los ciudadanos, con el referéndum de iniciativa popular, por ejemplo.

Si el símbolo francés es el gallo (le coq gaulois), el PS se parece a uno al que le han cortado la cabeza y la busca desesperadamente.

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