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Emilio J. González

A las puertas de la recesión

España está condenada a una crisis larga, intensa y dolorosa

El último informe trimestral del Banco de España sobre la economía española deja bien claro lo que se veía venir desde hace tiempo: que nos vamos de cabeza a la recesión. Según el banco, la economía creció tan solo el 0,1 por ciento durante el segundo trimestre en relación con el primero, prácticamente nada, y esto no ha hecho más que empezar.

No cabe duda de que en semejante dato, y el Banco de España suele ser muy preciso cuando realiza este tipo de cálculos, influye negativamente la huelga de transportistas de la pasada primavera. Pero, aun sin ella, el agravamiento de la crisis hubiera continuado y nos hubiera seguido acercando al crecimiento negativo. La huelga no deja de ser tan solo un paso más en esa dirección, porque todos los factores que explican la presente situación no solo siguen presentes sino que, además, algunos están agravándose. Es el caso, por ejemplo, de la crisis financiera en la que, según los expertos, incluido el Fondo Monetario Internacional, lo peor está todavía por llegar.

Y eso, para un país tan endeudado como el nuestro y que depende tanto de la financiación exterior, no constituye, precisamente, una buena noticia. Es más, el agravamiento de la crisis financiera viene, o vendrá, en unos momentos en los que las autoridades económicas españolas se las ven y se las desean para financiar las emisiones de deuda pública, lo que obligará a que sigan subiendo los tipos de interés de la misma y, por tanto, los de la economía, pero también en unos momentos en los que estas mismas autoridades piden que no se restringa el crédito para evitar todavía más males al ya de por sí castigado sector inmobiliario.

Y el turismo este año parece que va a ayudar poco más que a salvar los muebles, ya que la fuerte caída en la ocupación hotelera y la reducción del gasto por turista, fenómenos ambos reflejados en una menor contratación de trabajadores para la temporada alta, reducen en gran medida su potencial de motor del crecimiento. Todo apunta a que el panorama, por tanto, va a ponerse aún más negro, negro como el petróleo.

El crudo, en teoría, debería dar un respiro en estos meses en los que su precio está cayendo como consecuencia de la desaceleración de la demanda mundial derivada de la crisis internacional. Sin embargo, como nuestro país sigue sufriendo las mismas miserias de siempre por una falta de política de liberalizaciones, aquí cuando el petróleo sube las gasolinas lo hacen también, con la misma velocidad y en mayores porcentajes; en cambio, cuando su cotización baja, las gasolinas no responden de la misma forma: su precio se recorta mucho menos y más despacio.

Esto denota una falta de competencia en el sector que se debería haber corregido hace tiempo, porque el problema no es nuevo sino que viene desde que se liberalizaron los precios en 1997. Pero ni el Gobierno ha tomado las medidas que debería para atajar el problema, ni la Comisión Nacional de la Competencia, que tanto revuelo armó con la industria agroalimentaria, ha abierto la boca al respecto.

La economía española, por tanto, parece condenada a un largo periodo de crisis intensa y dolorosa. La crisis, probablemente, no se podía haber evitado, pero, desde luego, la intensidad que está adquiriendo y la duración que va a tener sí, o, al menos, haberse mitigado con la aplicación continua de una política de reformas estructurales que, en los últimos años, ha brillado por su ausencia. El Gobierno ha tratado de salvar la situación con medidas de cara a la galería, como los 400 euros, después de haberse pasado meses negando la realidad.

Ahora pretende dar la sensación de que está empezando a hacer algo, a preocuparse por lo que hace más de un año ya se le había advertido que iba a ocurrir. Pero, por ahora, todo ha quedado en la reunión de Zapatero en Moncloa con los expertos económicos, a los que dudo que haga hecho caso en sus recomendaciones, y en el acuerdo entre sindicatos y empresarios para evitar una espiral salarios precios y una oleada de huelgas a cambio de no abaratar el despido.

Por lo demás, el BOE sigue sin publicar medida alguna que de verdad resulte efectiva contra la crisis cuando solo lo que aparece en el BOE es lo que realmente tiene efecto, porque todo lo demás, en el mejor de los casos, son parches, y en el peor, declaraciones de puro y simple marketing político. Lo dicho, la recesión está servida y no nos libra nadie de ella.

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