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Juan Carlos Girauta

La autoayuda como política económica

Sonría siempre, en cualquier circunstancia, evite las palabras problemáticas, haga afirmaciones positivas con frecuencia, y en este plan.

Una de las más letales consecuencias de la oceánica ignorancia de Zapatero en materia económica reside en la extensión a la ciencia lúgubre del método Dale Carnegie para hacer amigos. Claro que la economía tiene un componente psicológico insoslayable, pero se centra en las expectativas. Millones de personas toman decisiones a la vez, decisiones de inversión, de consumo, de ahorro, de cambio de trabajo, de lanzamiento de una empresa, de perfeccionamiento de su formación, de movilidad geográfica... La resultante de tantas decisiones, que presenta los interesantes rasgos de la autoorganización, es tributaria de las expectativas de cada cual, y eso tiene que ver con la psicología, sí, pero también, y sobre todo, con las realidades materiales que justifican dichas expectativas positivas o negativas.

Lo anterior no guarda la menor relación con la posibilidad (inexistente) de que un presidente cuya impericia económica es universalmente conocida y que ha dilapidado ingentes recursos en medidas electorales y demagógicas pueda aplicar con éxito a una economía al borde del abismo de la recesión sus recetas de autoayuda: sonría siempre, en cualquier circunstancia, evite las palabras problemáticas, haga afirmaciones positivas con frecuencia, y en este plan.

De momento, el Gobierno ya ha sucumbido a los cantos de sirena del déficit público, abandonando una política de equilibrio disciplinadamente impuesta por Aznar. Cierto que esa política no es la única posible, y que no pocos economistas competentes apoyan el déficit, pero no lo es menos que en nuestra historia reciente el "milagro español" del aznarismo y su herencia, ya dilapidada, tuvieron en el equilibrio presupuestario y en las reducciones de impuestos sus dos puntales.

Con el peor IPC de la década, la cuarta parte del PIB derrochada en promesas electorales, el mayor incremento del paro de la UE, las hipotecas disparadas, la liquidez en secano y el crecimiento del último trimestre en el 0’1 %, no es extraño que los zapateros optimismos y el voluntarismo sonriente a lo Dale Carnegie sean incapaces de evitar que dos de cada tres ciudadanos hayan caído en elpesimismo.

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