Ya les conocíamos. No había duda de cuáles eran sus complejos y sus obsesiones, sus filias y fobias. Pero hoy, ese "trust de cerebros" que a sí mismo se llama el cine español se ha quitado la careta y se ha entregado a su deporte favorito: atacar y criticar al Partido Popular y a los millones de españoles que en las últimas elecciones depositaron en él su confianza. Una veintena de ellos va a realizar una película electoral en su contra.
Reclaman libertad de expresión, pero sin salirse del pensamiento único. Critican la guerra de Irak, pero les cuesta pronunciarse con la misma claridad en contra de los terroristas etarras. Viven de la subvención, pero no ofrecen nada a cambio más que obsesiones trasnochadas y demagogia facilona. Viviendo también a su costa, no sólo agreden e insultan a media España, sino que además esperan que les estemos agradecidos por ello.
Son unos farsantes. Hablan de independencia, pero nadie ignora para qué partidos están dispuestos a trabajar por la cara. Al final, acabaremos pagando entre todos la factura. Tienen un rostro que se lo pisan. ¡Por favor!, que no les den más dinero, al menos del mío, a estos caraduras y vividores.
Habría que proponer un gran pacto con ellos: Que nos dejen tranquilos, que nos dejen en paz. A cambio, si lo hacen, seremos muchos los que nos comprometamos a hacer lo propio con ellos y olvidarlos. Para siempre.