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Estoy convencido de que si lleváramos a cabo una encuesta entre los cien críticos cinematográficos más prestigiosos del mundo sobre cual fue la mejor película de los años ochenta, más de la mitad de ellos afirmaría sin dudarlo que fue "Toro Salvaje" de Martin Scorsese. Jake La Motta, el primer hombre que logró derribar a Sugar Ray Robinson, no era una compañía demasiado aconsejable allá por los años cuarenta, y si algo supo retratar Scorsese -tanto o más que los combates- fue esa personalidad violenta y extraña, el carácter masoquista de un hombre que trata de encontrarse a sí mismo. Hay un plano precioso, el posterior al combate que perdió contra Robinson en Detroit en 1943 y eso a pesar de que le hizo besar la lona por segunda vez a lo largo de su carrera deportiva, que sintetiza a la perfección eso que digo: De Niro-La Motta sólo en el vestuario, escudriñándose frente a un espejo. Parece preguntarse "¿y quién eres tú?" mientras hunde lentamente la mano desnuda en un cubo con agua y mucho hielo.
 
¿Y quién era Jake La Motta? En 1980 fue a ver la película acompañado por su ex mujer Vickie (interpretada por la bellísima y misteriosa Cathy Moriarty en la película), y al final de la misma salió un poco deprimido de tal forma que le preguntó si él había sido realmente así. "Tú eras mucho peor", respondió Vickie La Motta. El combate del campeón mundial de los pesos medios no era contra Sugar Ray Robinson, ni mucho menos contra aquel pobre Janiro a quien desfiguró el rostro en Nueva York en 1947 porque a Vickie se le ocurrió decir que resultaba un hombre atractivo. El combate de La Motta era contra sí mismo, sin límite de tiempo ni con asaltos de por medio. Una vez llegó a matar al editor de un periódico y en otra golpeó a su hermano y su mujer con tal vehemencia que a ella al final acabó provocándole un aborto.
 
El lema que Scorsese aplicó en la película fue "quédate en el ring". Y aunque a uno le guste mucho el boxeo debo confesar que hay instantes a lo largo de la película que lo que quieres es salir corriendo de allí. Tras propinarle una soberana paliza, con el rostro hecho mil pedazos, un tambaleante La Motta le grita a Robinson lo siguiente: "No he caído Ray; no me derribaste Ray". Robert de Niro ganó el Oscar al mejor actor principal por aquella interpretación, y yo creo que Scorsese utilizó la película como una especie de expiación propia y ajena. Si La Motta no llegó a pagar sus excesos en la vida real, lo hizo con creces en "Toro Salvaje", una de las mejores películas de los años ochenta. Una película también de boxeo.

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