Vivo sin vivir en mí, pendiente del disputado voto de la federación de Azerbaiyán, una de las ciento seis respetabilísimas delegaciones que componen la Federación Internacional de Patinaje. Del "sí" o el "no" azerbayano depende que se admita finalmente la inscripción de Cataluña como miembro de pleno derecho, circunstancia ésta que, en caso de confirmarse finalmente la fumata bianca, provocaría al instante el temido efecto dominó que venimos denunciando en los últimos días. Vivimos sobresaltados y al borde de un ataque de nervios, pendiendo de un fresno e hipotecados por potencias mundiales del estilo de Azerbaiyán, Libia o San Marino, debido fundamentalmente al abrumador desconocimiento del anterior secretario de Estado para el Deporte, el crítico cinematográfico y experto taurino Juan Antonio Gómez-Angulo, y al candor del actual, el doctor en Ciencias Químicas Jaime Lissavetzky.
El escritor marroquí Tahar Ben Jellun dice que "el enemigo no traiciona", y tiene más razón que un santo. El pecado de Gómez-Angulo fue justamente no enterarse a tiempo de que estaba durmiendo -o dormido, vaya usted a saber- con su enemigo; la movida le pilló cambiándole el agua al canario o actuando en algún programa de "¡Qué grande es el cine!"... Lo que sí hay que reconocerles a los butroneros de la Operación Miami es que el "tiro" estaba diseñado para hacerle todo el daño que fuera posible a la imagen de España. Isidre Oliveras (Isidro, Isidrín, el "Isi"), presidente de la Internacional, aprovechó la ausencia del representante italiano, contrario a la admisión de Cataluña, para clavárnosla por la espalda. El "Isi" dice ahora que si Rodríguez Zapatero y Pasqual Maragall se pusieran de acuerdo esto se arreglaría en un periquete. ¿Alguien sigue dudando de que el hockey era una simple excusa, una "palanca" empleada para satisfacer otras ambiciones?...