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Juan Manuel Rodríguez

A Fresno con yelmo

Fue precisamente un secretario de Estado para el Deporte nombrado por el PP quien dejó que organizaran a sus desinformadas espaldas el lío que ahora tenemos todos montado. En Miami nos dieron una buena paliza, pero a Fresno iremos precavidos y con yelmo

Así, a simple vista, no parece que el Partido Popular esté en disposición de exigir nada en el espinoso asunto de la participación de la selección catalana de hockey sobre patines en el Mundial B de Macao. Y si de exigencias se tratara debiera empezar primero por Daniel Sirera, portavoz de los populares en Cataluña, quien consideró "lógico" que Pasqual Maragall estuviera presente en la final "para apoyar a los deportistas catalanes", olvidando inocentemente que la presencia del presidente de la Generalidad en dicho partido, lejos de apoyar al deporte catalán, lo que estaba haciendo en realidad era encarnar una idea, la suya propia, personal e intransferible, de lo que deben ser y representar España y también Cataluña en el mundo. Eso sin olvidar que fue precisamente un secretario de Estado para el Deporte nombrado por el PP, Juan Antonio Gómez-Angulo, quien dejó que organizaran a sus desinformadas espaldas el lío que ahora tenemos todos montado. Hay que reconocer que en Miami nos dieron una buena paliza, pero a Fresno iremos precavidos y con yelmo.
 
Es la obligación de Enrique García Raposo, actual presidente de la Federación Española de Hockey, informar al resto de países de la Federación Internacional de que Cataluña forma parte de España, al igual que, por poner sólo un ejemplo, California, sede de la próxima reunión de la FIRS, forma parte indisoluble de los Estados Unidos de América. Es también la obligación del presidente de la española ofrecerles a los representantes de dichos países, si ello fuera necesario, una lección gratuita de geografía, historia y política. Y nadie, o casi nadie, pensará en España que si el señor Raposo, como él mismo ha admitido, trató de frenar por todos sus medios el reconocimiento internacional de Cataluña como miembro de pleno derecho de la Federación Internacional, no cumplía sino con su obligación una vez más. Este mismo trabajo, sólo que en la dirección justamente contraria, fue el que realizó su antecesor en el puesto, el ínclito Antonio Martra, "tonto útil" de este absurdo melodrama político-deportivo que nos tiene estos días a todos pendiendo de un fresno.
 
Ahora que la selección catalana ha ganado el Mundial B demostrando una gran superioridad sobre todos los rivales que le han ido apareciendo al paso y, por tanto, le corresponde el ascenso de categoría, podrían darse una serie de conjeturas, todas ellas igualmente rocambolescas. Y la más absurda es la posibilidad de asistir, a comienzos del siglo XXI, a un partido "internacional" entre España y Cataluña. Neguemos la mayor hasta el próximo 26 de noviembre. El 1 de junio de 2004, Jaime Lissavetzky, sustituto socialista de Gómez-Angulo al frente de la secretaría de Estado para el Deporte, me retó en El Tirachinas de la Cadena COPE a que le dijera exactamente en qué parte de la moción presentada aquellos días por Eusko Alkartasuna y, sorprendentemente, aprobada después por el Congreso de los Diputados, se recogía la posibilidad de que selecciones autonómicas compitieran con España a nivel internacional. No jugaré con don Jaime a ver quién la tiene más grande, como cantaba Juan Manuel Serrat. El único reto cierto para él está a la vuelta de un mes, el próximo 26 de noviembre. Ahí sí, Lissavetzky, ahí sí. Lo demás son brindis al sol.

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