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Álvaro Vermoet Hidalgo

El mito de la participación

La noción más básica de la pedagogía progre es eso de la “participación de la comunidad educativa”, que significa que profesores, alumnos, padres, personal de limpieza y psicólogos formamos un todo con derecho a gestionar el proceso educativo

Lo más in de la pedagogía progresista no es aquello de aprender jugando, ni aquello de evaluar es injusto y la disciplina autoritaria. Ni siquiera la comprensividad, enseñar a todos lo mismo, en los mismos centros y con los mismos profesores. La noción más básica de la pedagogía progre es eso de la “participación de la comunidad educativa”, que significa que profesores, alumnos, padres, personal de limpieza y psicólogos formamos un todo con derecho a gestionar el proceso educativo sin intromisiones de la Administración, pero con su dinero.
 
La participación es la excusa de los sindicatos para que nadie controle la productividad de la escuela pública, y aplicar un modelo autogestionario (los Consejos Escolares), lamentablemente aceptado por la escuela concertada. Y también es la excusa que tienen los padres con demasiado tiempo libre, que en Madrid están todos en la FAPA Giner de los Ríos, para ir a los colegios a decirles a los profesores lo que tienen que hacer, cómo tienen que enseñar y qué notas tienen que poner. Si quieren participar, podrían empezar enseñando modales a sus hijos, y dejar a los profesionales la instrucción. Que ya tuvieron bastante con que la izquierda les arrebatara la capacidad de poner una nota firme o echar a un alumno de clase.
 
Ahora es un dogma asumido por la izquierda, por los entusiastas de los conciertos, por el centrismo políticamente correcto y, en definitiva, por todo aquel que se opone a aplicar a la educación injustos mecanismos “mercantiles” como la eficacia en la gestión, la atención a las demandas sociales y la libre oferta de distintos modelos de enseñanza.
 
Ya no importa que una reforma educativa sea buena o mala, dan igual (como en la enseñanza progre) los contenidos. Lo que importa es que tenga consenso. Y ya si hay detrás un “pacto social” o “pacto de Estado” aquello es portentoso. La LOGSE fue buena porque tuvo el consenso del PSOE y de los nacionalistas. Que fue una ley igualitaria y utópica que hizo que la escuela pública dejara de enseñar y nos llevó a niveles desconocidos de fracaso escolar, da igual, porque fue un fracaso de consenso. La Ley de Calidad era mala porque no fue una ley de consenso, y encima hecha por quienes para la izquierda nunca debieron meterse en la enseñanza que tan bien gestionan ellos. Y la LOE es buena porque han puesto de acuerdo a los sindicatos obreros con los religiosos de la enseñanza. Y nada importa que no haya en la ley una sola medida para paliar el fracaso escolar. Se han puesto de acuerdo en la LOE porque se han puesto de acuerdo no hacer nada salvo borrar cualquier rastro de la gestión educativa del Partido Popular.
 
El otro día, en el Pleno del Consejo Escolar de la Comunidad de Madrid, los señores Consejeros aprobaron por unanimidad (excepción hecha con mi absención) una enmienda que pedía corregir el fracaso escolar teniendo en cuenta a la comunidad educativa. Y yo digo ¿por qué? Los centros públicos bilingües, las pruebas de diagnóstico y los centros públicos prioritarios han revolucionado el sistema educativo público en Madrid y han venido directamente de la Administración de Aguirre, sin necesidad de poner de acuerdo a sindicatos y religiosos. ¡Ah! Pero como no lo ha hecho la izquierda las pruebas son “polémicas”, los centros bilingües son “anecdóticos” y encima todo es liberalizador, y si cuela privatizador y neoliberal.
 
En fín, yo ya lo propuse entonces ante el escándalo de los que viven del Estado del Bienestar. Suprimamos el Consejo Escolar. El del Estado, el de Madrid y los de los centros. Dejemos trabajar en paz a los profesionales, y gestionar a la Administración. Que los padres que quieran participar empiecen enseñando a sus hijos respeto y buena educación. O si no, que permitan el cheque escolar y ya veríamos cuanto duran los centros gesionados por los Consejos Escolares. ¿Se lo imaginan?

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