En la tarde del viernes, entre 300 y 400 vecinos de los barrios de Tajuya, Tacande de Abajo y Tacande de Arriba, en La Palma, tuvieron que abandonar sus viviendas en menos de quince minutos. La Dirección General de Seguridad y Emergencias del gobierno de Canarias tomó la medida después de que en un primer momento pidiera a los vecinos confinarse en sus viviendas ante un episodio de especial violencia en la erupción del volcán. Finalmente, la intensidad de la actividad explosiva -"una enorme subida", en palabras del director técnico del Plan de emergencias volcánicas de Canarias (Pevolca)- llevó a las autoridades a ordenar la evacuación ante la posibilidad de que cayera material piroclástico procedente del volcán a una mayor distancia, más allá de la zona de exclusión.
Detrás de estas explosiones, según explica a LD el catedrático de Petrología y Geoquímica de la Universidad de La Laguna Ramón Casillas, está la "liberación explosiva y violenta de gases" del volcán, que han fragmentado el magma y han podido enviar "los piroclastos (trozos de lava) a mayor distancia y con mayor tamaño", generándose "ondas de presión" que han alarmado a la población y que pueden romper cristales de ventanas en un radio de tres kilómetros. Según explica Casillas, otra de las consecuencias de las intensas explosiones ha sido un aumento del tremor, "el ruido volcánico".
Tras el episodio que ha llevado a los nuevos desalojos, "el tremor ha vuelto a la normalidad" y se ha "relajado el sistema". Relacionado con este descenso de la explosividad está la apertura de una nueva boca en la ladera noroccidental del cono de piroclastos, que "han liberado un poco la presión" del magma.
Secuencia de vídeo infrarrojo de la actividad actual y las coladas de lava procedentes de las dos nuevas bocas eruptivas / Infrared vídeo of the current activity and the lava flows coming from the two brand new eruptive vents pic.twitter.com/YBsOJtckOW
— INVOLCAN (@involcan) September 24, 2021
Pese a las imágenes, para Casillas lo ocurrido esta tarde se ajusta a la normalidad de la actividad de un volcán como el de Cumbre Vieja, de tipo estromboliano, en el que conviven y se alternan procesos de fuerte desgasificación (fases explosivas) con otros de efusión de lava (fases efusivas).
"Son cosas muy normales dentro de la erupción, que es un fenómeno muy dinámico y en el que va habiendo continuos cambios", ha indicado. Casillas indica que lo que ha sucedido este viernes da pistas sobre lo que puede ocurrir en el futuro, pero no sobre la duración de la erupción aunque ha indicado que hay indicios que pueden sugerir a los expertos que trabajan sobre el terreno la posible duración de la erupción. Entre ellos están los niveles de dióxido de azufre emitidos por el volcán: si empiezan a disminuir, pueden ser una señal de que la actividad remite. Otras variables a tener en cuenta son los cambios en la composición del magma, la sismicidad que pueda producirse a mayor profundidad y la existencia de importantes deformaciones de la superficie.
Predecir cuánto durará la erupción sigue siendo, de momento, imposible y sólo se cuenta con la comparación con otras erupciones históricas acaecidas en la isla, que duraron hasta 84 días. La erupción actual podría durar semanas o incluso varios meses. Tampoco hay respuestas a la pregunta de si la lava llegará o no al mar, donde se añadiría el peligro de la formación de nubes de gases tóxicos y la posible ocurrencia de violentas explosiones hidromagmáticas.
Casillas forma parte de los expertos de distintas especialidades que trabajan en La Palma estudiando la erupción del volcán, atentos a "cualquier cambio" que pueda suponer un riesgo para la población, como el ocurrido esta tarde. Entre sus tareas y las de otros compañeros está la toma de muestras de las coladas para ver la evolución "de la composición química de la lava" y de los minerales que contiene, porque "nos da pautas sobre lo que puede estar ocurriendo bajo tierra y así prever todos los "cambios" que pudieran ocurrir en torno a la erupción.
Por el momento, la erupción ha obligado a evacuar a 6.200 personas mientras los daños siguen aumentando, con casi 400 inmuebles destruidos a los que se suman los sufridos por infraestructuras como "canales de agua, carreteras, sistemas de comunicación y tendidos eléctricos y telefónicos".