Dicen que rectificar es de sabios, menos mal que ha habido alguien con la cabeza en su sitio. Me refiero a la rectificación y levantamiento del veto a los informadores de medios escritos a los actos públicos del Rey.
La Zarzuela quiere olvidar el incidente, ocurrido el pasado 31 de mayo, cuando un grupo de periodistas le preguntó a Don Juan Carlos cómo se encontraba, después de haberse hecho público que iba a ser intervenido quirúrgicamente de una rodilla.
El monarca respondió de muy malos modos, actitud nada usual en él, porque siempre se muestra de muy buen humor, y sobre todo delante de la prensa, con una frase de escaso sentido: "Estoy fatal, fatal, como lo que os gusta es matarme y ponerme un pino en la tripa".
Y yo me pregunto: ¿habrá sido la princesa Letizia la que haya puesto cordura en todo este tema? No hace falta recordar que es periodista, y sabe muy bien como profesional que ha ejercido lo que significa ese gesto, que es una auténtica perogrullada en un Estado de Derecho.
Su alma de periodista no la ha abandonado, y no es de extrañar que se haya puesto en la piel de sus colegas y haya dicho que eso era inadmisible, y que era necesario buscar una solución a la mayor brevedad posible.
Doña Letizia continúa manteniendo una estrecha relación con sus antiguos amigos de profesión, hasta con la peluquera encargada de peinarla cuando trabajaba en televisión, y en la actualidad es quien le sigue arreglando el pelo cuando tiene que ir a actos oficiales.
El caso es que el tema ya está en vías de solución, y el jefe de relaciones con los medios de comunicación de Casa Real, Ramón Iribarren, ha presentado las disculpas pertinentes, y los profesionales de prensa, radio y televisión volverán a hacer su trabajo como lo han venido haciendo hasta ahora.
Y yo insisto: ¿estará la mano de Doña Letizia detrás de todo esto? La incógnita queda ahí.