Televisión Española abordó el miércoles una edición del programa Lazos de sangre dedicado a la gran artista de la copla, Concha Piquer. Y en consecuencia, según la trama de este espacio, la vida también de su única hija, Conchín Márquez Piquer, y la de los dos matrimonios de esta también singular cantante. Como fondo, el mundo del espectáculo musical, de los toros y del teatro, sin duda una velada televisiva atrayente.
La biografía de Concha Piquer, nacida en el barrio valenciano de Sagunto el 8 de diciembre de 1906, ha sido muchas veces contada, aunque de su ámbito privado queden muchas sombras, que la propia interesada nunca quiso desvelar, negándose a contar sus memorias, como me dijo personalmente. Tampoco era dada a conceder entrevistas. Tuve la suerte de que me hiciera algunas confesiones en varios encuentros, aunque a ella lo que le interesaba, ya en su retiro profesional, era promover la carrera de su hija Conchín. Como no vamos a reiterar pasajes artísticos de su vida profesional, bástenos condensarlos en que fue la mejor intérprete de canciones españolas del repertorio de Quintero, León, Quiroga, Ochaíta, Valerio, Solano, Valverde… De su nutrido repertorio, baste indicar algunos de sus muchísimos éxitos: "Ojos verdes", "La Parrala", "En tierra extraña", "La lirio", "Tatuaje", "No me quieras tanto", "Romance de la Reina Mercedes", "A la lima y al limón", ·"Cinco farolas", "No me llames Dolores"…
No puede entenderse el género de la copla sin el nombre de oro de Concha Piquer, quien por cierto antes de triunfar en España lo hizo en Nueva York, en 1922, apenas con quince años, en la compañía del maestro Manuel Penella, autor de "El gato montés", quien fue su Pigmalión, descubridor… y amante. Se le adjudicaron a Conchita Piquer otras relaciones sentimentales en aquella época americana, aunque trascendieron poco en España, donde era una auténtica desconocida. Una de ellas con un judío, campeón de boxeo, llamado Benny Leonard. En la capital de los rascacielos grabó por cierto un cortometraje, interpretando un par de canciones, que con el tiempo está considerado como el primer documento de cine musical sonoro, un par de años antes de que se estrenara El cantor de jazz, de Al Johnson, al que trató por entonces.
De regreso a España en 1926 fue protagonista de varios espectáculos musicales. Transcurrida la guerra civil su nombre se asocia a los primeros que se estrenaron firmados por el trío Quintero, León y Quiroga, que se componían de una breve trama dramática intercalada de coplas, origen de un género escénico que luego continuaron otras artistas. En ese periodo de tiempo asimismo tomó parte en varios rodajes cinematográficos, en el cine mudo (curiosa paradoja tratándose de una cantante) y en otras películas que ya no eran silentes. De esos años, los anteriores al conflicto bélico y los inmediatamente posteriores no se conocen relaciones amorosas de la gran artista. Hasta que llegó a su vida un gran torero, el madrileño Antonio Márquez, que se enamoró de la valenciana y no paró hasta que ella le dió el sí. Porque en principio a Conchita, que no era aficionada a los toros y pensaba que los toreros eran muy presuntuosos, su pretendiente, al que llamaban "el Belmonte Rubio", "no le hacía tilín". Y además él estaba casado con una dama cubana, Gloria Arechavala, con quien tenía tres hijos. Como eran tiempos de la II República no le costo mucho divorciarse de ella, pero ya en el régimen franquista, el divorcio no se toleraba. Así es que digamos que su unión con la Piquer fue a espaldas de la Iglesia y el Juzgado. Su única descendiente, Conchín, me contó que, ignorando la fecha en que se habían casado sus progenitores, únicamente pensaba en la de un anillo que portaba su madre, donde estaban grabadas estas cifras: 27-11-1942. Parece ser que sellaron su matrimonio civil ante un juez de Montevideo, Uruguay. Pero todo lo relacionado con tal boda siempre fue silenciado por sus protagonistas. Antonio Márquez, ya retirado de los toros, se convirtió en representante artístico de su esposa. Y formaron una pareja modélica y enamoradísima. Los conocí en su hogar del final de la madrileña de la Gran Vía, un amplio piso que era propiedad del maestro Jacinto Guerrero.
Ya dejó de ser Conchita y era tratada como doña Concha. Había tenido dos hijos, que murieron a poco de nacer. Por ventura vino al mundo Conchita, cuya fecha de nacimiento ha sido objeto de manipulación y errores, que continúan en libros, enciclopedias y la propia y tanto visitada Wikipedia. Lo cierto es que nació el 31 de diciembre de 1943. Si por entonces Concha Piquer, tan famosa, no figuraba como casada por la Iglesia en España era complicado que en el Registro Civil fuera incluida. Hubiera aparecido en todo caso como madre soltera. De ahí que en la biografía de Conchita Márquez Piquer haya trascendido, incluso dicho por ella, que llegó al mundo en Buenos Aires. Incierto. Lo que sí es verdad es que Evita Perón, primera dama argentina, la amadrinara dada la amistad que sostuvo con Conchita Piquer. Por cierto: ésta no aceptó ser anunciada con el nombre de Concepción. Recuérdese que el de Concha y diminutivo de su nombre nos remite en aquel país al del órgano sexual femenino.
Concha Piquer se retiró de la canción el 13 de enero de 1958 actuando en el teatro de Isla Cristina (Huelva). Falleció el 12 de diciembre de 1990, justo dos años después que su marido. Ambos tuvieron en vida la satisfacción de contemplar el debut de su hija Conchita (que en familia era llamada Conchín) el 20 de junio de 1970, en un recital magnífico en el teatro madrileño de La Zarzuela, tras haber probado su talento artístico anteriormente en el teatro Principal de Valencia, donde su madre actuó también como madrina del evento, interpretando "La maredueta" entre el delirio de sus paisanos. Fuímos testigos del éxito de madre e hija.
Quien no estaba tan feliz con la irrupción de Conchita Márquez Piquer en los escenarios era su marido, el matador de toros sevillano Curro Romero. Se habían casado el 26 de septiembre de 1962 en la iglesia de los Jerónimos, en Madrid (templo de grandes ceremonias nupciales, como la boda de Alfonso XIII). Tuvieron dos hijas, Conchitín y Coral. Esta última murió en un trágico accidente en Estados Unidos, en noviembre de 1996, a los diecinueve años. El matrimonio de Curro y Conchín atravesó varios baches mediada la década de los 70. Ella me contaba que él, además de engañarla, llevaba una vida poco hogareña, volvía a casa a horas intempestivas en compañía de cantaores gitanos, se ponían a jugar a las cartas entre jipíos flamencos, alcohol y ambiente irrespirable por el denso humo del tabaco. Conchín no soportaba esa conducta de su marido y se separaron en 1979. Tres años después firmaron el divorcio.
El torero de las esencias mantuvo en esa época una relación con la ex de Tomás Terry, Ana Rosa Pidal, para después de su ruptura con ella entablar un serio noviazgo con Carmen Tello, exmarquesa de Valencina, madre de cuatro hijos. Como quiera que Carmen, exquisita dama, deseaba formalizar la unión bendecida por la Iglesia, se lo hizo así partícipe a Curro, pero éste no consiguió que Conchita diera su brazo a torcer, pues le repitió unas cuantas veces que se habían casado para toda la vida.
Lo curioso es que la segunda boda de Conchita con el actor Ramiro Oliveros fue civil. Antes de eso, ella, que seguía actuando con su excelente voz aún sin ser reconocida como tal, injustamente tratada por críticos y empresarios, amén de que también se había lucido en algunos musicales y en comedias, mantuvo un corto romance con quien era a finales de los años 70 su director musical. A Ramiro lo conoció en el otoño de 1980 en la inauguración del Casino de Santander. Estuve presente. Recuerdo perfectamente que ante una mesa de juego, Conchín me dijo al oído: "¡A ver si puedes llevarte de mi lado a este pesado de Oliveros! ¡Me está haciendo perder y encima me quita fichas para jugar él!". La escena me provocó cierta risa. Poco tiempo después, aquel "pesado" y Conchín fueron juntos a la cena de los premios Mayte de Teatro. Y en 1982 se casaban en un juzgado de Madrid. Seis años después les nació Iris Amor.
Hasta conocer a Conchita Márquez Piquer, Ramiro Oliveros, culto, dotado de una magnífica voz, atractivo, había desarrollado una notable carrera en los escenarios y hasta publicó un libro sobre técnica teatral. En su biografía sentimental consta que enviudó en su primer matrimonio, del que fue padre de dos hijos. Después volvió a casarse con una fotógrafo, Consuelo Buenader. En esa época coincidí con Ramiro en las alegres noches madrileñas, donde lo encontraba siempre muy animado. Consuelo y él no se llevaban muy bien y hasta tuvieron un grave accidente en San Sebastián. Recuerdo haberlos visitado en un hospital donostiarra, malheridos: estuvieron a punto de "palmarla". Ya recuperados, optaron por dar fin a su matrimonio. Acto seguido es cuando Ramiro encontró en Conchín Márquez Piquer la mujer con quien soñaba. Y viceversa. "No nos hemos separado ni un solo día desde que nos casamos", suele repetir ella cuando se le pregunta qué tal les va.