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Bertín Osborne y aquel fin de semana en casa de Sinatra

Mientras pasa la polémica de su falso amorío, Bertín Osborne puede presumir de una biografía llena de anécdotas.

Mientras pasa la polémica de su falso amorío, Bertín Osborne puede presumir de una biografía llena de anécdotas.
Bertín Osborne | Gtres

Anda Bertín Osborne estos días "de promoción" de su último disco "Cuarenta años son pocos". Tres años hacía que no pasaba por un estudio de grabación, dedicado a otros menesteres: un vodevil teatral con su amigo Arévalo, su programa de televisión En tu casa o en la mía, otro en Canal Sur, El show de Bertín, que ahora también emite Telemadrid con programas ya emitidos para Andalucía, sus negocios de alimentación y bebidas… Trabajo no le ha faltado. Llegados los días de encierro en casa durante la pandemia, el confinamiento "que nos impuso el doctor Sánchez", lo aprovechó para componer diez canciones, reunidas en el álbum citado. Dos de ellas a dúo, una con Carlos Baute y otra con José Luís Rodríguez "El Puma", felizmente recuperado del trasplante de dos pulmones que a punto estuvo de llevarlo al otro mundo. Es un disco de varios géneros del que destaca la melodía romántica "Dos besos y medio", cuyo título genérico alude no a la edad de su nacimiento en Madrid (aunque él se considera jerezano por sus ancestros y su educación) el 7 de diciembre de 1954, en vísperas por tnto de alcanzar los sesenta y siete "tacos" de almanaque, sino a las cuatro décadas que cumple como cantante profesional. Motivo por el que Canal Sur le ha dedicado un programa de hora y media donde ha rememorado algunos pasajes de su vida.

El diminutivo de su nombre es consecuencia de llamarse Norberto. Norberto Juan Ortiz Osborne. Que en su juventud nunca tuvo deseos de dedicarse al mundo del espectáculo. Se divertía con familiares y amigos, eso sí, guitarra en mano, amenizando juergas flamencas. Lo hizo también en algunas discotecas, pero por afición, sin lucro alguno. Estudió para ser ingeniero agrónomo, porque el campo ha sido siempre, también ahora, su pasión. Pero no concluyó la carrera. Discutió muchas veces con su padre, que ostenta el título de conde de Donadío de Casasola. La severidad de éste chocaba con el espíritu libre e independiente de su único hijo varón. Y entonces el joven e impetuoso Bertín se marchó de casa: casi siete años estuvo sin ver ni hablarse con su progenitor. ¿De qué vivió entonces? De representante de bebidas de Rumasa, en Londres y de corredor inmobiliario de varias empresas, una de ellas Sofico, radicada en Málaga, que quebró: uno de los escándalos del franquismo, donde unos cuantos prebostes se forraron a costa de incautos clientes. Naturalmente Bertín era ajeno a aquellos tejemanejes. También vendió seguros de puerta en puerta.

En esos años también de bohemia Bertín estuvo en los Estados Unidos. Domina el inglés. Interpreta canciones "country" con acierto. Ya viviendo en Madrid acabó grabando su primer disco, "Amor Mediterráneo", con temas de diversos autores, entre ellos Camilo Sesto, que le cedió el titulado "Perdóname". Ya el segundo elepé, "Como un vagabundo" fue compuesto totalmente por él. Y así sucedió en muchos otros, hasta el presente. Suele inspirarse cuando viaja en avión y va escribiendo letras y tarareando la posible música de futuras canciones.

Cuando ya era un cantante popular firmó la pipa de la paz con su padre, tras escribirle una carta de diez folios haciéndole ver que habían perdido el tiempo ambos al estar distanciados y queriéndose. A su madre, Teresa, siempre la quiso con locura; una mujer guapa, sevillana, muy alegre que sólo quería que sus cuatro hijos lo pasaran bien en esta vida. La segunda fémina que llegó al corazón de Bertín fue Sandra Domecq. Se conocían de siempre. Dos apellidos unidos al negocio bodeguero de Jerez. Con veintitrés años, el futuro cantante dio el sí en su boda celebrada en 1977. Tendrían cuatro hijos, el primogénito Christian murió al mes de nacer. No sería la única desgracia que hubo de afrontar el matrimonio, ya deshecho en 1991, pues Sandra moriría de cáncer. Aun separados (su enlace fue declarado nulo) ambos procuraron mantener un hilo amistoso, sobre todo para no romper definitivamente la relación con sus tres hijas.

La vida como artista de la canción, ajetreada, de viaje en viaje, fue una de las causas de su ruptura. Porque había otra: los continuos romances amorosos de Bertín, muchos de los cuáles aparecían en las revistas del corazón. No era ningún plato de gusto para Sandra Domecq desayunarse todas las semanas en su vivienda jerezana enterándose de las aventuras amorosas de su marido. Si hubo otras divergencias, como esa "incompatibilidad de caracteres" que argumentan en los Estados Unidos las parejas del mundo del espectáculo para divorciarse, no son de dominio público. Tampoco es necesario que repitamos aquí esos nombres de mujeres que pasaron por el lecho del cantante de los ojos claros y casi dos metros de estatura. Yo mismo le presenté a la actriz Bárbara Carrera, hice un reportaje a ambos, almorzamos, y a las pocas horas ya estaban encamados. En París, su mánager Tony Caravaca me invitó a cenar y al llegar a un conocido restaurante, "Ches Castell", tras saludarnos su relaciones públicas, el viudo de Romy Schneider, ya nos esperaba Bertín acompañado de una nórdica rubia. Se pasó la velada "metiéndole mano", pues así parecía pedírselo ella. Él me rogó que no lo contara porque Sandra se cabrearía. Así lo hice; me pareció que una aventura más poco podía importarle a ella ya. Aun así tengo la impresión de que Sandra no estaba por la labor de prestarse a reportajes con su marido cuando ya estaba a punto de dejar a éste. Lo intenté, él me dio una cita en Sevilla la víspera de un fin de año e hice el viaje en vano, sin que me avisara de su repentino cambio.

No nos cabe la más mínima duda que Bertín Osborne, de publicar sus memorias sentimentales, rebasaría un volumen de mil páginas. Eso sin incluir el rico anecdotario de su vida, porque es un divertido conversador, con muchos amigos, que ha protagonizado muchos episodios desconocidos para sus admiradores. Por ejemplo cuando viviendo en Miami, siguiendo las huellas de su rival Julio Iglesias, fue contratado por la cadena Televisa para ser galán en la telenovela Amor de nadie con Lucía Méndez. Él cuenta que "estaba tieso", esto es, sin un dólar. Los mexicanos le pagaban bien. Dijo que sí aun reconociendo que ese género conocido como culebrón no le gustaba: ser actor no pasaba por sus aficiones. Viviría tres meses en la capital azteca. En el control le iban dictando mientras actuaba a través de una especie de sonotone las frases que debía decirle a su oponente. Y a él le entraba la risa floja muchas veces y tenían que cortar la grabación. O bien soltaba algún taco, coño muy a menudo. Tuvo que rogar a los responsables de aquella emisión "que lo mataran". Y consiguió que los guionistas despacharan a su personaje. No obstante su renuncia Bertín logró una popularidad inusitada entre los mexicanos. Un tipo lo encontró por la calle, arrojándole su americana para que nuestro compatriota la pisara, honor que tuvo que cumplir Bertín y luego compartir con aquel admirador furibundo unas copas de tequila. Porque de haberse negado temió que acabara en "una balasera", que dicen por aquellos pagos.

Sin duda, entre los personajes que ha conocido durante esos cuarenta años de vida artística, Frank Sinatra ocupa un lugar especial en su memoria. Resulta que el productor de un disco en inglés que grabó Bertín, era yerno de "La Voz". Fueron a verlo a una actuación, después compartieron una cena durante la cuál Bertín cuenta que Frankie no hacía a nada más que "levantar el codo" metiéndose entre pecho y espalda una botella de whisky. Pero no se emborrachaba, al menos del todo. Acabada la velada invitó a su yerno y a Bertín a pasar una semana en su casa de Palm Beach. Bertín compartió confidencias de aquel genio de la canción, quien seguía con su botella de whisky siempre a mano. Y sin perder los papeles. Le dijo en un momento de la reunión: "Trabaja como si no te interesara trabajar; busca el éxito como si no te preocupara alcanzarlo".

Cuando Alfredo Fraile rompió con Julio Iglesias, Bertín Osborne le pidió que lo representara en los Estados Unidos. No quiso comprometerse aquel, mi recordado amigo fallecido hace unos meses por culpa del Covid-19, pero prometió ayudarlo. Lo llevó a Los Ángeles, presentándole a los más importantes ejecutivos de la industria discográfica y las relaciones públicas. Durante un tiempo Bertín Osborne fue preparándose para un lanzamiento "a lo grande", como había sucedido con Julio Iglesias. Pero se dio cuenta que eso lo obligaría a vivir fuera de España mucho tiempo y no estuvo dispuesto a cambiar sus costumbres, a la separación de sus seres queridos. Y se bajó de aquella nube. Prefirió quedarse entre nosotros, aunque de vez en cuando tuviera que realizar giras por Hispanoamérica. Renuncia de la que nunca se ha arrepentido. Menos fama, menos dólares pero con la conciencia tranquila de llevar la vida que le ha gustado siempre. Sobre todo en Sevilla, en su fantástica casa, con caballos, en pleno campo, disfrutando de la naturaleza. Se levanta muy temprano, hace una vida sana, se acuesta a las diez de la noche y olvida aquella otra de antaño cuando empalmaba sus juergas y sus conquistas.

La separación de su segunda esposa, Fabiola Martínez, tras quince años de convivencia, sitúa ahora a Bertín Osborne en un periodo nuevo. Algunos medios informativos de color rosa aseguran haberlo sorprendido con una nueva pareja, lo que él ha desmentido. Ha contado que aunque continúa manteniendo contacto con Fabiola y sus dos hijos por supuesto, no quiere en el futuro tener más compromisos sentimentales. Es el "reposo del guerrero", que se dice en estos casos acerca delos que han amado tanto y se retiran de esa actividad. Lo nunca visto en este seductor.

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