
Poti escribió no hace mucho un relato autobiográfico donde cuenta algunos pasajes de su vida. El coréografo de Operación Triunfo vino al mundo el 6 de junio de 1960, en Torrelavega, justo el mismo día que fallecía su hermano Javier, de once años. Por eso, al bautizarlo, su madre dio en llamarlo como el desaparecido.
Javier Arco Castillo debe su mote, Poti, a que de niño era reacio a comer. Le daban una papilla, lo único que tomaba. Y para reclamarla, con su media lengua, pronunciaba eso, Poti, por lo de los potitos. Y así se le conoció en adelante entre familia y amigos. Cuando se convirtió en bailarín profesional optó porque lo llamaran también así.
Su vida ha estado siempre consagrada al baile desde que obtuvo su título correspondiente en la Real Escuela de Arte Dramático y Danza, en Madrid. De su paso por el Ballet Nacional recuerda a sus dos inolvidables profesores: Maya Plisetskaya y Nacho Duato. Coréografo de la Selección Nacional de Gimnasia Rítmica, debe su popularidad a su trabajo en televisión, en varios programas, siete temporadas en "Mira quien baila", pero el que más divulgó su trabajo fue "Operación Triunfo". Allí se hizo muy amigo de los principales concursantes, a los que concluida su primera etapa dirigió coreografías de sus espectáculos después, entre ellos Rosa López, David Bisbal y David Bustamente. Con su paisano cántabro acabó por enemistarse años después, cuando éste se divorció de Paula Echeverría. Tomó partido Poti por ella, lo que a David se sentó fatal y desde entonces le negó el saludo. Un mal trago para el bailarín, quien acaso debía haber sido más diplomático en ese contencioso sentimental de la pareja. El caso es que Paula Echeverría, quizás para premiar ese gesto de apoyo en momentos difíciles quiso que fuera tiempo más tarde padrino de Miki, el hijo nacido en su relación con el ex futbolista malagueño Miguel Torres.
Poti, en los tiempos de Operación Triunfo, obligaba a los participantes a unas duras sesiones para conseguir que se defendieran ante la audiencia a la hora de moverse mientras cantaban. Un profesional en toda regla. Desbordaba, por otro lado, mucha simpatía. Y desparpajo cuando se le escuchaban sus lecciones. Por lo común, muy alegre. Aunque su pasado familiar registra el drama de su padre muerto a consecuencia del cáncer, el hermano fallecido a los nueve años como decíamos, y otro más tarde, de treinta y tres, consecuencia de una peritonitis.
Por su trabajo ha viajado mucho. Contaba que en Finlandia creyó morir al despertar de una pérdida de conocimiento por el frío que padeció, a una temperatura de veintiocho grados bajo cero. A Estados Unidos tuvo que desplazarse a menudo durante ocho años, lo que le supuso más de un problema familiar, ya que su matrimonio estaba en juego. Casado con Isabel Navarro, padres de una niña, Martina, residentes en Madrid. Ambas son las que han padecido la ausencia de Poti tantas veces. Todo por el baile, su medio de vida, su pasión.
Y esa mentada Martina resulta que ya se ha convertido en una mujercita. Joven de dieciocho años, que tiene a su padre embobado, porque demuestra ser una futura gran bailarina. De momento, hasta que llegue a ser una figura de la danza, ya ha aparecido en las páginas de la revista "¡Hola!". Viéndola emular a la legendaria Pavlova, al bueno de Poti se le ve desbordado de alegría. Ya tiene una guapa sucesora en casa.


