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Las dos grandes historias de amor de César Alierta incluyendo Isabel Sartorius

La muerte de César Alierta invita a recordar la historia de amor con su mujer fallecida y la posterior con Isabel Sartorius.

La muerte de César Alierta invita a recordar la historia de amor con su mujer fallecida y la posterior con Isabel Sartorius.
César Alierta | Gtres

Cuando esta misma semana Isabel Sartorius estaba enterada de la inminente muerte de César Alierta, sufrió un gran dolor, acrecentado como es natural al enterarse de su fallecimiento en una clínica de Zaragoza, de donde era natural el conocido empresario. Isabel y César mantuvieron un idilio con absoluta discreción y a punto estuvieron de casarse. ¿Cuáles fueron las probables causas de la ruptura sentimental, que no de su perdurable amistad hasta el presente? En el círculo íntimo de la que fue primera novia del hoy Felipe VI, no existen dudas de que para ella, tras un par de decepciones sentimentales, quien fuera durante dieciséis años presidente de Telefónica fue su gran amor. César Alierta la quiso con locura, pero…

Nacido en Zaragoza, (donde ha fallecido a los setenta y ocho años) el 5 de mayo de 1945, César Alierta Izuel dedicó toda su vida profesional a la gestión bancaria y grandes empresas, como Telefónica y e. En todas ellas dejó la impronta de su talento y dedicación durante una larga época en la que se relacionó con tres presidentes del Gobierno español. Fue durante las legislaturas de José María Aznar cuando tuvo más estrecha relación con la Moncloa, muy en concreto con quien fuera Vicepresidente y Ministro de Hacienda Rodrigo Rato.

Sólo hubo un oscuro episodio en el que César Alierta estuvo involucrado, a punto incluso de ir a la cárcel; todo ello sin que la opinión pública estuviera al tanto de lo que ocurría, que se destapó en las páginas de El Mundo en 2002. El asunto era que un sobrino de Alierta, Luis Javier Placer, su preferido entre los diecinueve que tenía, dispuso de un crédito de cuatrocientos millones de pesetas para adquirir acciones de Tabacalera cuando su importante tío presidía la compañía. Esto es: información privilegiada, sabiéndose que el joven Luis Javier no disponía de apenas patrimonio.

No fue aquel el único episodio que afectara negativamente al bien ganado prestigio del empresario aragonés. Se supo que su amistad con el ministro Rato, que ayudó siempre a Alierta, lo llevó a ser socio de quien hoy sigue sujeto a varios juicios relacionados con Hacienda, tras haber sido condenado a prisión varios años. Rodrigo Rato era propietario de un hotel en Berlín y César Alierta compartía con aquel ese negocio. A la postre, Alierta pudo sortear todas aquellas incidencias. Y nada hubo después, que sepamos, ningunas causas que sembraran más dudas sobre su proceder profesional.

En lo relativo a su vida privada César estuvo casado medio siglo con su única esposa, Ana Cristina Placer, que falleció en 2015 víctima de una enfermedad pulmonar. No tuvieron descendencia. Y él favoreció cuanto pudo a su antes mencionado sobrino de su mujer. La viudedad del empresario lo llevó al poco de morir su esposa a un doloroso proceso, del que fue recuperándose lentamente, centrado sólo en su intenso trabajo. Una de las pocas cosas que le distraía al máximo era su pasión por el equipo de fútbol de su tierra, el Real Zaragoza, del que era no sólo socio sino accionista. Disgustos tuvo en tiempos más recientes cuando el once maño bajó de categoría.

Hemos recogido una divertida anécdota del obituario dedicado en El País a César Alierta, que a primera vista parece contradictorio con la seriedad de su carácter. Se refiere a una fotografía en la que aparecía sentado en una terraza de la madrileña calle de Serrano, dándole un billete de cien euros al limpiabotas que lustraba sus zapatos, sin que se supiera luego que no había querido recoger las sobras de ese dinero, digamos por lo menos ochenta euros, que le regaló. Todo ello mientras se fumaba, displicente, un habano. Imagen feliz que parece entresacada de algunos de aquellos chistes de millonarios que publicaba Chumy Chúmez.

Digresión aparte, digamos que César Alierta se desenvolvía en círculos más políticos que sociales para ir despejando de su mente el recuerdo siempre presente de su fallecida esposa. Dos años después del óbito es cuando se cifra que conoció a Isabel Sartorius durante un viaje a Nigeria que efectuaron, cada uno por su lado, enrolados en una ONG, como voluntarios para ayudar cuanto pudieron a personas desfavorecidas de aquel país africano. De regreso a Madrid, quedaron muy amigos. Se reencontraron después en algunas ocasiones. Una de ellas, en el Palacio Municipal de Congresos, espectadores de un concierto-homenaje a la desaparecida cantautora Cecilia, a la que ambos admiraban mucho. Esa fue la primera vez que la pareja fue fotografiada, imágenes que aparecieron en la prensa rosa. En lo sucesivo, los reporteros ya estaban "aliertados" (perdónesenos el chiste fácil) de que entre los dos "ya había algo".

Y, efectivamente, así sucedió, aunque discretos siempre procuraban salir juntos a pasear, frecuentando restaurantes, o espectáculos musicales. Amigas de Isabel daban a conocer que la pareja mantenía contactos telefónicos con frecuencia. En las páginas de ¡Hola! se pudieron leer unas breves declaraciones de Isabel acerca de César: "Es un hombre maravilloso".

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Isabel Sartorius | Archivo

Acerca de Isabel Sartorius hay algo que nos llama profundamente la atención, pero que ella contó en sus memorias: era muy amiga de la Reina Letizia. Si se recuerda que aquella fue prometida del entonces príncipe durante nueve meses, noviazgo interrumpido porque doña Sofía se implicó en conseguir el final de la pareja, no deja de ser algo sorprendente. César Alierta así lo comprobó durante un evento organizado por Telefónica, aunque ya no fuera presidente, al que asistió doña Letizia. En un aparte, aunque el empresario no iba con Isabel, la Reina le confirmó que se llevaba muy bien con Isabel Sartorius, lo que a él le complació. Por lo sabido, se conocieron en el palacio de la Zarzuela y el propio hoy Felipe VI se encargó de las presentaciones.

Habían transcurrido ya unos años; en algunas publicaciones se dice que tres, en otras que cinco. Mediamos en el asunto, suponiendo que esas diferencias pueden estar entre la fecha en la que se conocieron y en la que iniciaron su romance. Isabel estaba muy enamorada de César, a pesar de la edad que los diferenciaba, diecinueve años ella menor. Para ella, esa historia de amor significó una gran ilusión, posiblemente pensando que podrían casarse.

Alierta padecía varias dolencias, de tipo respiratorio y cardiovascular. Durante la pandemia estuvo dos meses en coma inducido. Sufrió dos infartos de miocardio. No quería romper aquella íntima amistad con Isabel. No llegaron a convivir bajo un mismo techo, al parecer, pero albergaban en deseo de hacerlo algún día, bien casados o no. La última vez que se les vio juntos fue en el transcurso de un espectáculo de Los Morancos. Y en un día determinado él se marchó a Zaragoza, para ser cuidado por sus familiares, tras despedirse de Isabel. Ninguno de los dos quiso explicar el distanciamiento, aunque insistimos que se comunicaban casi a diario.

Pensamos, dada su quebrada salud, que César no quiso que Isabel Sartorius compartiera su vida en tales condiciones físicas. Por eso buscó la ayuda de sus familiares residentes en su ciudad natal, Zaragoza. Digamos que no le fue fácil al empresario romper su gran amor. Pero ello sucedió así, creemos. No deseaba ser una carga para ella, quien pasó un horrible verano y así poco a poco a poco fue haciéndose a la idea de que había perdido al hombre que le había devuelto la pasión amorosa, refugiándose, melancólicamente, en su hija Mencía Fitz-James Stuart.

Y César Alierta mantuvo su amistad haca ella, vía telefónica, ya sin reencontrarse. Y, muy probablemente, se ha marchado de este mundo dirigiendo sus últimos pensamientos hacia quien fue su postrer pareja, la que no pudo nunca olvidar.

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