
Siete mil quinientas personas corearon este sábado los mejores éxitos de Miguel Bosé en una noche en la que al final sobraron los abanicos. El propio cantante presumió de haber llevado algo de fresco a la capital andaluza, que en los últimos días ha sufrido una de las peores olas de calor que se recuerdan. Los termómetros bajaron unos grados pero sólo en el termostato; el público de Bosé se mostró totalmente entregado, y eso que en el aire sobrevolaba una única pregunta: si es realmente su voz. Sea como fuere, lo resuelve con la maestría de los que llevan toda la vida en esto.
Bosé canta. A veces fuerza. Y muchas tira de "cover" para alcanzar las notas a las que no llega. Pero al final el resultado es magnífico. Su magnetismo sigue intacto, se sigue moviendo con la misma elegancia de siempre en el escenario y sus meneos son los de toda la vida. Golpes de cadera y muchas poses, porque tampoco hay que bailar hasta agotarse, esto no es un concierto de Aitana. Además, acompañaba el enclave elegido por el Icónica Santa Lucía Fest, la Plaza de España de Sevilla, qu ha resultado ser un escenario estupendo para este tipo de conciertos.
Con trajes con guardapolvos primero en blanco, después en rojo y por último en amarillo, Bosé fue desgranando sus clásicos. "Linda", "Morena mía", "Bambú" o "Sevilla", canción que remató con un esbozo de baile flamenco. Recordó que su abuela era almeriense y que por sus venas corre sangre andaluza. Y como viene haciendo toda la gira "Importante Tour" desde que arrancó en marzo en México, homenajeó a su madre, con un escenario en azul eléctrico como el pelo de Lucía Bosé. El artista remató el recital concierto con una versión de "Don Diablo" sentado con todos sus músicos acompañándole. Más de dos horas sin interrupciones y mucha emoción por volver a actuar en España.
María José Suárez calla sobre la ruptura de Escassi
Bosé está en plena forma y además está feliz, según nos confesó Charo Vega, que fue una de las pocas afortunadas que entró a ver a su ídolo al camerino (su amistad viene de años atrás y por eso se saludaron con un beso en los labios). También pudieron abrazarle Eugenia Martínez de Irujo y su marido el empresario musical, Narcís Rebollo, Paz Padilla, que está bastante molesta con todo lo que se ha organizado en torno a su famosa raspa y que asegura que va a pensarse mucho volver a pisar un plató o conceder una entrevista a una revista, o el humorista Miguel Lago, del que Bosé no se pierde sus monólogos y con el que incluso charló sobre la situación actual de la política en España.
Desde las gradas, famosos que también son fans. Rafael Amargo saludó cariñoso a Charo Vega pero no cruzó ni una mirada con Joaquín Cortés. Amargo sigue escocido con su persecución policial y dice tener pruebas que demostrarían que lo que estamos contando los medios sobre Begoña Gómez es sólo la punta del iceberg.
Maribel Verdú se llevó a sus dos adoradas hermanas. María Barranco, siempre risueña, se divirtió como una seguidora más y María José Suárez no quiso comentar la ruptura de su ex, que acababa de anuciarse hacía sólo unas horas. La modelo sonríe enigmática cuando le preguntamos su opinión sobre el cese de la convivencia de Álvaro Muñoz Escassi y Sheila Casas. No quiere saber nada de él, dice que le tiene bloqueado.
También se divirtieron Olivia de Borbón y su marido, Julián Porras-Figueroa. Ninguno quiere comentar (de momento) la polémica sobre el título del ducado de Sevilla que ha solicitado Olivia como primogénita que es. Ella sigue muy triste por la reciente muerte de su padre y Julián ha preferido centrarse en el trabajo. Acaba de presentar su marca de moda para caballero, Black Roan, porque no hay nada mejor que tener la mente ocupada para quitarse las penas.
