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Origen de las torrijas de Semana Santa

¿Cuál es el origen de las torrijas? ¿Por qué empezaron a ser típicas de Semana Santa? ¿Siempre ha sido así?

¿Cuál es el origen de las torrijas? ¿Por qué empezaron a ser típicas de Semana Santa? ¿Siempre ha sido así?
Plato de torrijas. | Cordon Press

La torrija es un dulce de origen europeo pero de larga tradición en España. Consiste en una rebanada de pan, generalmente del día anterior para que esté ligeramente duro, que es empapada en leche y, tras ser rebozada en huevo, se fríe en una sartén con aceite. Se endulza con miel, melaza o azúcar y es aromatizada con canela. Además, normalmente están mejor de un día para otro ya que la mezcla del azúcar y la canela sobre el pan caliente hace un caldito cuando se enfría.

Más concretamente, las torrijas son un postre típico de la cocina española, especialmente popular durante la Semana Santa y la época de Cuaresma. Sin embargo, aunque las torrijas se han popularizado en España, su origen se remonta a la época de la Antigua Roma. Pero en la antigua Roma, la receta de las torrijas se elaboraba con vino y miel en lugar de leche y azúcar. Además, en ese momento era un plato que se consumía principalmente en el desayuno, ya que se creía que proporcionaba la energía necesaria para empezar el día. La receta de las torrijas se extendió por toda Europa, y cada región adaptó la receta a sus propios ingredientes y tradiciones culinarias.

Pero, como se decía, las torrijas vienen de mucho tiempo atrás. De hecho, ya existen recetas de torrijas, también llamadas torejas o tostadas, en el siglo I d.C. escritas por el gastrónomo romano Marcus Gavius Apicius, no eran 100% igual que las actuales, pero eran un dulce muy similar. Aunque las torrijas, más parecidas a tal y como las que se preparan hoy en día, tienen su origen en el siglo XV y nacen como una costumbre muy alejada de la celebración de la Semana Santa.

Más concretamente, la primera referencia histórica conocida a un producto parecido está en la obra de Marco Gavio Apicio, gastrónomo romano del siglo I que recopiló recetas de su época. Él compiló un recetario que menciona que la rebanada de pan debe sumergirse en leche, sin mencionar el huevo, y no le da un nombre especial sino que se limita a llamarla aliter dulcia (plato dulce).

El pan migado en leche y endulzado fue conocido ampliamente en la Europa medieval bajo los nombres de suppe dorate, soupys yn dorye, tostées dorées o pain perdu en Francia, que dio payn purdyeu (pan perdido) en el Reino Unido. El gastrónomo europeo del siglo XV Martino da Como escribió una receta al respecto, hablando de que este pan jugoso era servido a menudo con aves de caza y otras carnes. La palabra soup o suppe en los nombres citados se refiere a que ha sido sumergida en un líquido, una "sopa".

Ya en el siglo XIV, el recetario Le viandier del cocinero francés Guillaume Tirel presentaba la receta de las 'tostadas doradas' (tostées dorées), que se rebañaban en yema de huevo batido antes de pasarlas por la sartén y espolvorearlas con azúcar.

El dulce que se regalaba a las mujeres tras dar a luz

Las torrijas fueron extendiéndose como una receta de aprovechamiento que daba utilidad a aquellos trozos de pan duro que resultaban incomibles. No es hasta el siglo XV que la torrija aparece citada como tal por Juan Del Encina, autor, poeta y músico español en la época de los Reyes Católicos. La torrija hace acto de presencia en un villancico donde unos simpáticos pastorcillos llevaban como ofrenda "miel y muchos huevos para hacer torrejas" al pesebre de Belén.

Su componente de receta sencilla y humilde hizo que la torrija se convirtiera en el dulce por excelencia para entregar a las mujeres antes y después del parto, con la intención de que pudieran recuperar fuerzas de manera rápida, por eso los pastorcillos del poema de Encina las llevaban ante un Jesús recién nacido. De hecho, se pensaba que el consumo de leche ayudaba a que las mujeres pudieran producir más leche materna para sus recién nacidos, por lo que las torrijas eran ideales como regalo posparto. Sin embargo, la leche no era demasiado común en los hogares europeos de la época, y el pan solía empaparse en vino y en otros productos más baratos y no perecederos.

Pero, esta tradición de regalar torrijas tras el parto llegó a estar tan establecida que existen diversas referencias pictóricas en toda España. De hecho, no hay que irse muy lejos para dar con un ejemplo: en un retablo del siglo XVII de la Iglesia de Santa María de Pontevedra (llamada Alegoría de la leche); se puede ver una representación del nacimiento de la Virgen María; donde una mujer echa leche encima de un plato que se puede identificar como unas torrijas de vino. Este uso de las torrijas también se ve reflejado en el nombre que recibían en ciertas partes de Galicia, conocidas como torradas de parida. Además, como se trataba de un bocado que suponía un chute energético muy considerable, también era un regalo a tener en cuenta para personas débiles o enfermas; que necesitaban productos fáciles de digerir como son la leche, el pan, la miel o los huevos.

La torrija española

En España, la torrija o torreja aparece ya documentada en el siglo XV, citada por Juan del Encina, un poeta, músico y autor teatral del Prerrenacimiento español en la época de los Reyes Católicos. Sin embargo, las primeras recetas se remontan al Libro de Cozina de Domingo Hernández de Maceras (1607) y Arte de cozina, pastelería, vizcochería y conservería de Francisco Martínez Motiño (1611). La torrija era a comienzos de siglo XX muy habitual en las tabernas de Madrid y se servía con vasos de vino.

Por qué se preparan las torrijas en Semana Santa

Su consumo asociado a la Semana Santa se debe tal vez a la necesidad de aprovechamiento del pan sobrante, que, durante el tiempo en que no se podía comer carne, era por ello menos consumido, aunque las familias elaboraban la misma cantidad.

Otros piensan que tiene una asociación religiosa, porque durante la Cuaresma, que son días de ayuno y penitencia en memoria de los 40 días que ayunó Jesucristo en el desierto, había que buscar un alimento para llenar el estómago sin ofender las creencias. Las monjas, durante los días de abstinencia, aprovechaban el pan duro, bañándolo en miel y leche, según datos históricos dados por ciertos en relación a las torrijas.

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