Madrid en copa y viña: cuatro subzonas y decenas de bodegas para un enoturismo de altura
Descubrimos por qué Madrid es también una comunidad autónoma perfecta para encontrar buenos vinos y disfrutar del enoturismo.
Los vinos de Madrid tienen una historia muy rica y durante mucho tiempo gozaron de un indudable prestigio no solo en la capital y la corte, sino mucho más allá y hasta bien entrado el siglo XX la región era un potente productor. Las circunstancias históricas –una plaga de filoxera que empezó en 1914, la Guerra Civil, el crecimiento de otras zonas vitivinícolas…–hicieron que la producción descendiera y ese prestigio se diluyera un poco.
No obstante, desde que en 1990 se creó la Denominación de Origen Vinos de Madrid, los vinos de la región han ido mejorando poco a poco, las bodegas más antiguas se han modernizado y muchas otras nuevas han nacido para crecer aferrándose a esa tradición, pero renovándola y elaborando caldos que, cada vez más, se convierten en referencias de calidad en España y más allá de nuestras fronteras.
Por supuesto, y como no podría ser de otra manera, ese panorama de bodegas se ha convertido también en un recurso turístico: veintidós de ellas se pueden visitar en distintos puntos de la Comunidad de Madrid, cada una de ellas con su propia personalidad y muchas ofreciendo experiencias originales mucho más allá de la visita o la cata.
Cuatro zonas diferentes
Una de las características de los vinos de Madrid es su variedad, pese a que el territorio de la Denominación de Origen no es tan grande. Sin embargo, la DO está dividida en cuatro subzonas que son muy heterogéneas y, por tanto, dan lugar a vinos igualmente distintos. Del mismo modo, las condiciones del terreno hacen que conocer las bodegas de todas las zonas sea una experiencia muy interesante, porque se verán muchas formas de hacer vino, instalaciones con tipologías muy diferentes…
Estas cuatro subzonas son Arganda, Navalcarnero, San Martín y El Molar. La primera es la más grande de las cuatro, está situada en el sureste de la región, y abarca treinta municipios en los que hay veintiocho bodegas adscritas a la D.O. En total, tiene algo más de la mitad de la superficie total de viñedo y produce aproximadamente el 60% del vino que se hace en Madrid.
La de Navalcarnero recoge los diecinueve municipios del área centrosur de la Comunidad de Madrid, en los que hay cinco bodegas. Es la más pequeña de las cuatro, con un poco más de una quinta parte de los viñedos, con los que se elabora el 15% de la producción.
Por su parte, la de San Martín de Valdeiglesias es la que se sitúa más al oeste de la región, abarca nueve términos municipales y agrupa dieciocho bodegas inscritas en la D.O. La suma de todas ellas supone el 22% del viñedo de Madrid, con el que se elabora una cuarta parte de la producción de la región.
La última de las subzonas es la de El Molar, doce municipios en las laderas de la sierra que forman un área que se caracteriza por las condiciones climatológicas, la altitud y el terreno de granito y pizarra, lo que proporciona a la uva unas características especiales, únicas y, lógicamente, muy interesantes.
Las ferias
Una forma de conocer los vinos de Madrid es acudir a alguna de las ferias que se celebran en las zonas con mayor tradición vinícola de la región. La más veterana de todas es la Feria del Vino y el Producto Local de Colmenar de Oreja. Además de catas y venta de vinos, ofrece una gran variedad de actividades y productos: quesos, aceites, platos tradicionales e incluso actuaciones musicales.
Otro buen ejemplo es Cadalvín, que tiene lugar cada mes de marzo en Cadalso de los Vidrios, un municipio con varias bodegas de gran interés. Este evento cuenta con el respaldo de la Denominación de Origen Vinos de Madrid.
En Villa del Prado, por su parte, cada mes de junio el vino comparte protagonismo con los productos de la tierra en la Feria de la Huerta y el Vino. Allí se pueden degustar los vinos de todas las bodegas locales, comprar productos frescos de primera calidad y participar en concursos, cursos y talleres.
Finalmente, en Cenicientos, con la llegada del otoño y la vendimia, se celebran las Fiestas de la Vendimia, donde el ambiente festivo se combina con catas, actos populares, festejos y música nocturna.
Y, por supuesto, las bodegas
Pero la mejor forma de sumergirse en el mundo del vino es, sin duda, recorrer las zonas vitivinícolas a través de sus bodegas, viviendo las distintas experiencias que proponen, catando y comprobando las diferencias entre cómo se elaboran unos vinos y otros…
Todas las subzonas de la Denominación de Origen Vinos de Madrid cuentan con bodegas visitables, también la de El Molar, donde podemos encontrar Tinta Castiza, que se precia de sus métodos artesanales y de la recuperación de viñedos de muchos años y en la que se pueden hacer catas, maridajes y conocer la historia del vino.
Tierra Calma, por su parte, está en San Martín de Valdeiglesias y ofrece una espectacular sala de catas abierta al bellísimo paisaje de la zona. Durante la visita se conoce la bodega en sí y se recorre el precioso paraje para acabar probando los vinos en ese entorno verdaderamente de ensueño y, ya puestos, acompañados de productos –embutidos, jamón, queso, carnes a la brasa– de primera calidad.
En la subzona de Arganda una opción muy interesante es ir hasta Colmenar de Oreja, donde encontraremos algunas bodegas que están en el mismo casco urbano del pueblo –uno de los de mayor tradición vitivinícola de la Comunidad de Madrid–, lo que hoy en día no deja de ser un hecho diferencial y original. Dos buenas opciones son Pedro García o la Peral que ofrecen visitas a sus cuevas y catas, que en ocasiones también se pueden combinar con la experiencia de dar un paseo con guía por la población, un municipio pequeño pero que es realmente interesante.
En esta subzona de Arganda también vale la pena acercarse Licinia Wines, que toma su nombre de la vía Licinia romana, Morata de Tajuña. Se trata de una bodega que elabora vinos de la máxima calidad que, de hecho, tienen mucho éxito fuera de nuestras fronteras. Visitándola se puede conocer su precioso viñedo en las afueras de Morata, que además está gestionado con las técnicas más modernas.
Como puede verse, hay una cara de la Comunidad de Madrid que todavía es poco conocida pero que merece mucha atención: la que se dedica a elaborar vinos llenos de sabor, de carácter y tanto de tradición como de innovación y que además lo hace en entornos de gran belleza natural o en villas llenas de puntos de interés y pueblos con encanto. Es el Madrid del vino y el enoturismo, y está tan cerca que es casi un pecado no visitarlo.
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