Gorro ‘pussy’ anti Trump
El Pussy Hat -así se llama- trata de teñir EEUU de rosa y contra Donald Trump.
Rosa, pequeño, de lana y con 2 orejitas que recuerdan la versión yuppy de unas conejitas de playboy. Se llama Pussy Hat, y no, no es el título de una peli porno. Es el gorro anti Trump, como dicen, que tiñe -o intenta teñir- Estados Unidos de color de rosa.
Y es que, según dicen, ya va por los 100.000 ejemplares, llevando a cabo marchas por todo el país como forma de protesta a la que se suman celebridades de todo tipo.
No entiendo bien la rabieta que muchos han tomado con el que es el nuevo presidente de los Estados Unidos. Acepto y tomo consciencia de comentarios desafortunados que en un pasado, no muy lejano, ha espetado en público; pero, ahora en serio, creo que todos aquellos que están obsesionados con Donald Trump deberían hacérselo mirar.
Y es que toda esta chorrada nace un 23 de noviembre de la mano de una guionista y una arquitecta -¡vaya tándem!- que además, casualmente, han vivido en Madrid, y que actualmente residen en Los Ángeles. ¿Su hobby? Tejer en sus ratos de ocio. Hasta aquí todo bien, todo correcto... hasta que deciden que la marcha de mujeres de Washington se llene de gorros de lana de color rosa que cada una confecciona en su casa. Y así lanzan la web bajo el nombre de pussyhat project. ¿El lema? Tan soez como desagradable, viene a decir algo así como " ¡agarradlas por el coño!". Dicho en inglés, que suena más cariñoso, "¡grab them from the pussy!".
Qué clase de feminazi se le pasa semejante barbaridad semántica por la cabeza. Me planteo qué imagen de las mujeres quieren proyectar. Y reflexiono si, acaso, no hay otra forma más elegante, educada y civilizada -ya que no somos perras en celo- para manifestar el apoyo a la mujer y sus libertades.
Cierto es que ese lema presuntamente fue reproducido por Trump en no sé qué grabación. Y, aún si fuese cierto, no encuentro la razón de ser de defender la igualdad de la mujer empleando expresiones verbales tan grotescas y haciendo campaña en negativo.
La paradoja es que estas feminazis van pidiendo igualdad y denuncian que asociar el color rosa a la mujer es machista -ya que ésta puede también ir de azul, de verde y de lo que le dé la real gana-. Y después tiñen de un solo color una propuesta que, desde la moral, es totalmente legítima y plausible pero cuya forma, estrategia y ejecución resulta vomitiva.
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