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Comer rápido o despacio, ¿Qué es mejor para la salud?

La ciencia demuestra que cómo se come es un factor que luego repercute en el peso corporal y se asocia a un patrón alimenticio poco saludable.

La ciencia demuestra que cómo se come es un factor que luego repercute en el peso corporal y se asocia a un patrón alimenticio poco saludable.
Persona comiendo una ensalada completa. | Unsplash/Louis Hansel

En muchas ocasiones la gente trabajadora o los estudiantes comen mal y de prisa debido a que no tienen tiempo suficiente para preparar buena comida y comer entre una sesión y otra. Sin embargo, numerosos estudios confirman que el interés por seguir una alimentación saludable ha ido en aumento en los últimos años, sobre todo entre las generaciones más jóvenes. De hecho, según el informe realizado por Google Healthy Food & Brands, solo en España hasta el 74% de los hogares considera importante seguir una dieta sana. Pero en ocasiones cumplir este propósito no depende únicamente de los alimentos que componen nuestro menú, sino del tiempo que invertimos en comerlos y el modo en que lo hacemos.

De hecho, los nutricionistas recuerdan que el proceso digestivo comienza en la boca con la trituración de los alimentos. Si nos saltamos este paso podemos alterar nuestra digestión y sufrir molestias estomacales. En ocasiones el hecho de comer muy de prisa hace que se produzca la aerofagia. La aerofagia es un fenómeno fisiológico producido por la ingesta excesiva de aire que provoca hinchazón, eructos, gases e incluso dolor en los casos más graves.

La trituración de los alimentos también es necesaria para absorber correctamente los nutrientes de las comidas. Por lo tanto, aunque consumamos productos de gran calidad, si no los masticamos bien no podremos beneficiarnos de todas sus propiedades. Además, tener los alimentos poco tiempo en la boca no permite saborearlos del todo, lo que provoca que optemos por comidas de sabores más intensos, con más grasas, sales y azúcares.

Consecuencias de tener los alimentos poco tiempo en la boca

Además, si no se mastica el tiempo suficiente cada cucharada de comida que se lleva a la boca se puede ganar peso más fácilmente. Esto es porque cuando se empieza a comer la hormona responsable de la saciedad tarda aproximadamente 20 minutos en informar al cerebro de que ya no cabe más comida. Así que si se come rápido es más probable que se acabe ingiriendo comida en exceso. Esto, además de un aumento de peso, puede hacer que se sufran problemas metabólicos mayores, que pueden facilitar el desarrollo de otras enfermedades más graves.

Según un estudio reciente de la Universidad de Hiroshima en Japón las personas que comen rápido tienen un 5,5 más probabilidades de desarrollar síndrome metabólico, un conjunto de alteraciones del metabolismo que ocurren simultáneamente y que aumentan el riesgo de enfermedad cardíaca, accidente cerebrovascular y diabetes tipo 2. Para llegar a esta conclusión, los investigadores analizaron a más de 1.000 personas de mediana edad durante 5 años y comprobaron que el 11,6% de aquellos que comían rápido desarrollaron una enfermedad, mientras que entre los participantes que comieron lentamente solo enfermaron un 2,3%.

Existe evidencia científica sobrada sobre el impacto que tiene el ejercicio físico y la alimentación, pero varios estudios apuntan a otro factor que puede tener impacto y que puede ser valioso para la prevención. Se trata de la velocidad de la ingesta. ¿Es posible que comer rápido engorde? Algunos expertos no tienen ninguna duda y la respuesta es sí. Cada vez hay más evidencia de que la velocidad con la que comemos influye tanto en el peso corporal como en la adiposidad. También se asocia a los triglicéridos altos en plasma.

Científicos de países asiáticos fueron los primeros en describir esta relación, pero ya existen estudios en poblaciones europeas. El grupo de Salas-Salvadó publicó en 2019 un estudio en adultos que demostró que las personas que comen más rápido tienen un 59% más de riesgo de hipertrigliceridemia, aunque no llegó a establecerse una relación con el peso.

Comer rápido también afecta a los niños

Pero un trabajo reciente del CiberOBN realizado en niños desvela que la velocidad de la ingesta repercute también en la infancia, concluyendo que a mayor rapidez menor adherencia a la dieta mediterránea, mayor riesgo de presentar sobrepeso/obesidad e incremento de los niveles de grasa corporal, tensión arterial y glucosa en sangre. Un total de 956 niños de tres a seis años participaron en el estudio, del que es autora la investigadora Tany E. Garcidueñas-Fimbres y que ha sido supervisado por Salas-Salvadó y Nacy Babio.

Esta investigación revela que comer más rápido podría estar relacionado con la ingesta de alimentos menos saludables como aquellos con mayor contenido energético, alimentos ultraprocesados vinculados a un mayor riesgo de obesidad y alteraciones en el sistema cardiometabólico, los cuales pueden resultar más atractivos debido a su alta palatabilidad.

Otros estudios han demostrado que masticar lentamente y aumentar el número de ciclos de masticación durante una comida se asocia inversamente con la adiposidad. Por lo tanto, estos resultados sugieren que una velocidad más lenta podría mejorar el desarrollo de la saciedad, limitando la ingesta total de alimentos.

Beneficios de comer despacio

  • Mayor sensación de saciedad: Desde que se empieza a comer es segregada la hormona Germina, que junto con la hormona Leptina, envía al cerebro la señal de que el estómago ya está lleno. Este proceso suele durar 20 minutos. Así que comer despacio, le da al cerebro el tiempo necesario para recibir esta señal.
  • Menor cantidad de ingesta: Comer a un ritmo pausado y de un modo consciente permite percibir antes la señal de la hormona de saciedad, y parar antes de estar lleno. Este simple gesto de conciencia reduce la ingesta calórica diaria y ayuda en la pérdida de peso.
  • Mayor satisfacción: Pararse a saborear los alimentos aumenta la satisfacción porque desde que el alimento llega a la boca se experimenta el placer natural que implica comer.
  • Mejor digestión: Al comer lentamente, recibimos los alimentos en mejores condiciones, sin estrés, favorece el proceso digestivo y se previenen molestias como empachos o malas digestiones.

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