Resfriados, bronquiolitis y gastroenteritis: cómo afrontar esta temporada de virus sin ansiedad
Mantener la calma, seguir las indicaciones del pediatra y aplicar medidas básicas de cuidado es clave para una recuperación segura.
Cada otoño e invierno, cientos de miles de niños encadenan mocos, tos, fiebre o gastroenteritis. Lejos de ser una señal de alarma, los expertos recuerdan que estas infecciones víricas son una etapa normal del desarrollo inmunitario y que la mayor parte de estas pueden tratarse en casa con hidratación, con descanso y con vigilancia. Y es que las infecciones se propagan con facilidad en los espacios cerrados como las guarderías, los colegios y los hogares, si bien la mayoría son leves y autolimitadas.
Así, mantener la calma, seguir las indicaciones del pediatra y aplicar medidas básicas de cuidado es clave para una recuperación segura. "Los virus estacionales son, en gran medida, inevitables durante la infancia. Con información, prevención y con una atención adecuada, los padres pueden afrontar con más calma la temporada de virus y garantizar que sus hijos crezcan fuertes y saludables", asegura el doctor Sergio Negre, jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Quirónsalud Valencia.
Por lo general, los síntomas de estas infecciones víricas incluyen fiebre, tos, mucosidad, congestión nasal, malestar general y, en algunos casos, vómitos o diarrea. "La buena noticia es que, en la mayoría de los casos, no requieren antibióticos ni hospitalización", asegura este experto.
Entre las más comunes se encuentran el resfriado, la gripe, la bronquiolitis, la faringitis, la gastroenteritis y la conjuntivitis. "Estas infecciones forman parte del desarrollo del sistema inmunitario. Es normal que los niños, sobre todo los más pequeños, pasen por varios episodios a lo largo del año", señala el doctor Negre.
El tratamiento en casa suele ser suficiente
En la mayoría de los casos, el tratamiento domiciliario es suficiente para ayudar al niño a recuperarse. Los pilares fundamentales son:
- Hidratación: ofrecer agua o suero oral con frecuencia.
- Reposo: permitir que el cuerpo descanse y se recupere.
- Control de la fiebre: utilizar antitérmicos solo bajo indicación médica y evitar la automedicación.
Además, ante este tipo de casos los especialistas recomiendan ventilar bien los espacios cerrados, mantener una buena higiene de manos y evitar el contacto con personas enfermas. "No hay que olvidar la importancia de las vacunas estacionales, como la de la gripe, que el Ministerio de Sanidad y la Asociación Española de Pediatría recomiendan para niños a partir de los seis meses de vida todos los años", recuerda este experto del Hospital Quirónsalud Valencia.
Cuándo consultar con el pediatra
Ahora bien, aunque la mayor parte de las infecciones respiratorias o digestivas se resuelven solas, sí existe una serie de situaciones en las que se debe buscar atención médica, recuerda el doctor Negre, entre las que se encontrarían:
- Fiebre superior a 39,5 °C o que dura más de tres días.
- Dificultad respiratoria o respiración muy rápida.
- Decaimiento extremo, somnolencia o irritabilidad intensa.
- Rechazo persistente a comer o a beber.
- Vómitos o diarrea continuada con signos de deshidratación (boca seca, menos orina, llanto sin lágrimas).
- Aparición de manchas en la piel que no desaparecen al presionarlas.
- Fiebre, aunque sea leve, en menores de tres meses.
De hecho, destaca este especialista que en los bebés más pequeños cualquier infección puede evolucionar de forma más rápida, por lo que la valoración temprana por parte del pediatra siempre será esencial en estos casos.
Lo más importante siempre: mantener la calma
No obstante, si el niño mantiene buen apetito, está activo y, pese a la fiebre o la tos, conserva un estado general adecuado, suele tratarse de un cuadro leve que puede manejarse en casa. "La hidratación, el descanso, y el control de la temperatura son los pilares del tratamiento", insiste el doctor Negre.
En estos casos, este pediatra mantiene que los padres deben recordar que muchos virus se autolimitan, de manera que desaparecen por sí solos en pocos días. "El objetivo es aliviar los síntomas y vigilar que no aparezcan signos de alarma. También es importante tener paciencia, ya que algunos síntomas, como la tos o la mucosidad, pueden prolongarse hasta dos o tres semanas sin que ello indique complicaciones", concluye el pediatra del Hospital Quirónsalud Valencia.
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