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Análisis del Microsoft Surface 3

¿Habrá conseguido Microsoft por fin un híbrido que cumpla como ordenador y como tableta? Vamos a verlo.

Desde el lanzamiento de Windows 8, Microsoft lleva intentando vendernos su visión de un híbrido entre ordenador y tableta, y fracasando miserablemente. Su intento más reciente es la Surface 3, una tableta enfocada al mercado de consumo que por primera vez viene con Windows 8.1 y no el infame Windows RT, que Steve Ballmer tenga en su gloria.

Surface 3 como tableta

A la espera de la llegada de Windows 10, que traerá novedades pensando especialmente en dispositivos como esta Surface 3, la experiencia de usar Surface como tableta es un poco extraña. El aparato en sí no está mal. Aunque cómodo de utilizar, es un poco pesado comparado con las tabletas más modernas, pero porque la pantalla es más grande de lo habitual. Son 10,8 pulgadas frente a las 9,7 del iPad, por ejemplo, y sin embargo pesa más o menos lo mismo que el iPad 2. El diseño opta por ángulos marcados en lugar de redondeces, pero el acabado en magnesio y la solidez dan la sensación de producto de calidad, al margen de que guste más este estilo que por ejemplo el de Apple.

El problema está más donde siempre: Windows 8 no acabó de ser un sistema coherente la mantener esa dualidad entre el escritorio tradicional y la nueva interfaz táctil y en el Surface se nota mucho. La tienda de aplicaciones no es la más extensa del planeta, de modo que desde el primer día estaremos usando el escritorio de toda la vida de Windows, que aunque se puede emplear con los dedos, pues tampoco es que sea la mejor experiencia de uso del mundo. De hecho, uno de los puntos fuertes de Surface, la suscripción gratuita durante un año a Office 365, nos obligará a usar el escritorio tradicional desde el principio. Eso sí, es de esperar que al menos una parte de estos problemas se solucionen este verano con la llegada de Windows 10.

Surface 3 como portátil

La idea de la funda teclado fue lo que más llamó la atención del Surface original y hay que reconocer que sigue siendo su elemento más distintivo. Se teclea bien, o al menos casi tan bien como en cualquier otro portátil. La funda se pone y quita con mucha facilidad y el soporte trasero tiene tres posiciones, que abarcan la mayor parte de los usos que se le pueden dar, aunque sin duda estaría mejor incluir el del Surface 3 Pro, que permite inclinarlo en cualquier ángulo. En algo se tenía que notar que este es el Surface barato. Quizá la mayor crítica que se le puede hacer aquí es que resulta algo incómodo de utilizar apoyado en el regazo.

En cuanto a la potencia, está equipado con un procesador Atom, que si bien no es un Core i3, tampoco es tan malo como los primeros Atom. Se puede trabajar con él y arrancar aplicaciones pesadas; trabajar con algunas de ellas ya es otra cuestión. Y de los juegos de PC nos podemos ir olvidando, aunque siempre se puede recurrir a los de la tienda de aplicaciones. Eso sí, Microsoft nos ha enviado la versión con 4 gigas de RAM y 128 de almacenamiento, la versión más básica es probable que tenga más dificultades al contar con sólo 2 gigas de RAM, insuficientes para mover todo un Windows 8 sin problemas.

La batería aguanta bastante y se carga mediante un puerto MicroUSB. Dispone de ranura para tarjetas microSD y un puerto USB 3.0 para conectar periféricos como discos duros externos. En definitiva, quizá el mayor pero que se le puede poner es que la misma pantalla de 10,8 pulgadas que resulta tan generosa cuando lo usamos como tableta aquí se antoja algo escasa.

Surface 3 como híbrido

El Surface 3 es el primero que convence en su doble vertiente de portátil y tableta. Los Surface Pro son mejores ordenadores, pero como tabletas los descalifican su elevado precio y tamaño, además del uso de ventiladores para disipar el generador de los microprocesadores que integra, mucho más potentes. Los Surface anteriores tenían Windows RT, que tenía lo peor de Windows 8 sin la compatibilidad con las aplicaciones tradicionales. Así que Surface 3 parece el primer híbrido de Microsoft adecuado para quienes quieren versatilidad y movilidad pero no necesitan mucha potencia de su ordenador.

El problema es que el precio con el que se anuncia es un poco engañoso. Si no queremos tener problemas con la escasa memoria tendremos que comprar el Surface 3 de 720 euros, que ya es un precio caro para una tableta, sobre todo si sólo tiene conectividad wifi. Y para usarlo como híbrido hay que sumarle los 150 de la funda teclado. El lápiz óptico cuesta 50, pero no tiene demasiada utilidad si no somos fanáticos de escribir a mano o queremos usarlo para tareas de diseño gráfico para las que quizá tampoco sea el dispositivo más adecuado, dada su falta de potencia. Total, que tendremos que apoquinar 870 euros y por ese precio es posible encontrar una tableta buena y un portátil mediocre por separado.

Conclusiones

A la tercera va la vencida. Microsoft ha conseguido con Surface 3 poner en el mercado un dispositivo que responda a esa visión de un híbrido entre ordenador y tableta y que se puede recomendar sin que se te caiga la cara de vergüenza. La duda que nos queda es si el precio final justifica la inversión, porque el usuario con más dinero seguramente opte por comprar dos aparatos y sincronizarlos en la nube y el que tiene menos quizá prefiera prescindir de uno o comprar dos algo más cutres pero por menos dinero. En definitiva, un híbrido excelente en busca de un mercado que no sabemos si existe.

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