Colabora

La caída de Builder.ai: promesas en inteligencia artificial, cientos de ingenieros escondidos y una trama contable

La empresa engañó a varios inversores prometiéndoles una herramienta de automatización a gran escala capaz de ensamblar apps

Builder.ai

En un momento en que la inteligencia artificial ha cobrado protagonismo entre los ávidos inversores de Silicon Valley, la marca Builder.ai fue capaz de atraer inversiones de empresas como Microsoft con una prometedora tecnología de automatización a gran escala. Sin embargo, la empresa, que en su día estuvo valorada en 1.500 millones de dólares, no contaba realmente con una red neuronal y, en su lugar, tenía 700 ingenieros indios ocupándose de tareas que, en teoría, iban a ser automáticas.

Automatización india

El producto que ofrecía es sencillo de entender y realmente práctico, ya que a través de su algoritmo y una asistente personal llamada Natasha, era capaz de ensamblar todas las partes de una aplicación sin apenas intervención humana. Pero la realidad distaba mucho de los mensajes promocionales. Esas funciones al final se realizaban por profesionales humanos que escribían el código y diseñaban el software de forma tradicional.

Microsoft, confiando en el potencial de la automatización de Builder.ai, se convirtió en uno de sus principales inversores. Destinó cerca de 445 millones de dólares al proyecto, convencido de estar apostando por un sistema capaz de sustituir la mano de obra humana. En la práctica, lo único que consiguió fue perpetuar la externalización de procesos al llamado tercer mundo.

Cientos de ingenieros ensamblando

Builder.ai utilizó plantillas básicas para crear sus aplicaciones. Aunque la inteligencia artificial formaba parte de la ecuación, el trabajo manual seguía siendo el verdadero motor. El software se entregaba en días o semanas, pero siempre partiendo de modelos genéricos que luego profesionales se encargaban de adaptar según las necesidades del cliente. La compañía, fundada en 2015 en el Reino Unido, aseguraba funcionar de manera completamente automática gracias a Natasha, su asistente virtual. Pero la distancia entre el discurso y la realidad era considerable.

Se estima que de todo este trabajo se encargaban 700 ingenieros y para complicar aún más las cosas, la empresa también se ha visto envuelta en una trama contable junto a VerSe Innovation, inflando ingresos para hacer su proyecto más atractivo ante los inversores.

Según Bloomberg, esto derivó en estimaciones de ventas hasta un 300% superiores a las cifras reales. Estas valoraciones infladas sirvieron de anzuelo para atraer a inversores deseosos de subirse a cualquier tren que incluyera el término "inteligencia artificial", Microsoft entre ellos. Dada la situación, la empresa se ha declarado en quiebra y está siendo investigada tanto en Reino Unido como en Estados Unidos.

Un traspiés tras otro

El caso de Builder.ai recuerda inevitablemente a la estrategia de Amazon con su tecnología Just Walk Out. En 2016, la compañía anunció tiendas físicas en las que los consumidores podían entrar y salir sin necesidad de pasar la tarjeta para pagar. Según la versión oficial, un teléfono inteligente identificaba al usuario y, gracias a una red de cámaras y sistemas automatizados, se calculaba el importe de cada compra. En la práctica, buena parte de las transacciones eran verificadas manualmente por contratistas que analizaban las grabaciones para asegurarse de que los cobros fueran correctos. Amazon siempre negó que el sistema dependiera de trabajo humano, defendiendo que el objetivo era "mejorar el aprendizaje automático" y que la experiencia giraba en torno a la inteligencia artificial.

Más de marketing que de magia

El espejismo de la automatización total sigue funcionando como reclamo, pero al final, cuando se rasca un poco, hasta ahora siempre sale a superficie un concepto tecnológico que todavía tiene más de marketing que de magia. Al menos, de momento. Pero la facilidad con la que empresas de prestigio han destinado cientos de millones a tecnologías cuya automatización era, en el mejor de los casos, parcial, deja en evidencia una excesiva confianza en el análisis previo.

Temas

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario