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La agricultura ecológica aumenta las emisiones de gases de efecto invernadero

Si eres ecologista, tendrás que tomar una decisión. O consumir productos de la llamada agricultura ecológica, que no emplea pesticidas ni fertilizantes artificiales, o luchas contra el calentamiento global.

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El trabajo de Norman Borlaug, la llamada "revolución verde", ha permitido multiplicar la productividad de cada hectárea de terreno cultivado. Desde 1960, la producción de arroz por hectárea se ha incrementado un 122%, la de maíz un 159% y la de trigo un 229%. Se estima que su trabajo y el de quienes han continuado con su labor ha permitido salvar aproximadamente a 1.000 millones de personas.

El ecologismo más militante, sin embargo, nunca ha acabado de apreciar su trabajo, quizá porque en parte echó por tierra sus predicciones de grandes hambrunas. No obstante, la principal crítica que ha recibido la revolución verde ha sido el uso de fertilizantes y pesticidas artificiales, lo que llevó a la puesta en marcha de numerosas iniciativas de la llamada "agricultura ecológica", que no emplea compuestos químicos artificiales ni organismos genéticamente modificados, una extensión natural del trabajo de Borlaug.

Muchísimos consumidores de este tipo de productos lo hacen por consideraciones que poco tienen que ver con el ecologismo, como es un mejor sabor o la creencia –falsa, por lo que sabemos– de que es más sana que la convencional. Sin embargo, quienes lo hacen motivados por su ecologismo tendrán que enfrentarse a una dura disyuntiva. Un estudio de la Universidad de Stanford, del que se ha hecho eco Barcepundit, asegura que las mejoras introducidas por la revolución verde ha impedido la emisión de gases de efecto invernadero equivalentes a 590.000 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono, gracias a que no ha sido necesario talar más bosques para alimentar a la humanidad.

Según la teoría antropogénica del calentamiento global, defendida por el establishment ecologista al pleno, los cambios en el clima estarían debidos a las emisiones de estos gases de efecto invernadero, por lo que cualquier variedad de agricultura que no aproveche tanto la tierra, que sea menos productiva por metro cuadrado cultivado. Y la agricultura orgánica no está concebida como un método más productivo, sino menos. Cuanto más se extienda, más necesario será aumentar el terreno cultivado.

El dilema de la agricultura ecológica se une así al de la energía nuclear: ambas causas son muy queridas por el ecologismo pero contradicen su principal campaña actual, el cambio climático. Posiblemente lo solucionen del mismo modo, obviando que existe esta disyuntiva y obligándonos a todos a tomar medidas contra el calentamiento global mientras insisten en apoyar la agricultura ecológica y luchar contra las centrales nucleares.

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