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Estoicismo para tiempos borrascosos (II): esplendor y miseria del estoicismo.

Sea lo que sea el estoicismo contemporáneo, nunca deberemos confundirlo con el otro movimiento crítico de nuestro tiempo: el escepticismo

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El estoicismo está de moda, repiten las personas de cierto nivel cultural. Las librerías están repletas de numerosos títulos de obras estoicas. Nadie deja de extrañarse del fenómeno, pero en el fondo todo el mundo sabe que el estoicismo siempre es un recurso para vivir con dignidad. Nuestro propio pensamiento es un refugio para dejar pasar lo externo, para que no afecte a nuestro centro existencial lo que está fuera de nuestro alcance y de nuestro control. El poder del pensamiento es la salvación. Entre las corrientes estoicas de nuestro tiempo, destacan las de procedencia estadounidense que, dicho sea de paso, son percibidas con muchas reticencias y no pocos prejuicios por los hombres cultos de Europa. Los españoles no se salvan de este distanciamiento crítico del movimiento cultural estoico norteamericano. Los cientos de libros que nos llegan de EE.UU. sobre la viabilidad emancipadora de la filosofía estoica para los agobios de la vida del siglo XXI son juzgados con mucha severidad por los especialistas españoles en el asunto.

Que si en modo alguno puede reducirse a sólo tres autores el movimiento estoico de la antigüedad clásica como son Séneca, Epicteto y Marco Aurelio; que si los divulgadores yanquis del estoicismo son demasiado vulgares, porque no leen los textos de acuerdo con los contextos en que fueron escritos; que convierten las grandes doctrinas estoicas, derivadas de la filosofía socrática, en píldoras para sobrevivir a las durezas que nos impone ciertas políticas del capitalismo de nuestro tiempo; que las ciencias del comportamiento, y especialmente la psiquiatría, harían bien en alejarse del descubrimiento estoico del poder del pensamiento para curar enfermedades mentales, o sea, el mindfulness (atención plena) es una degradación del poderío de la conciencia; en fin, que los norteamericanos falsean los centros clave de la filosofía estoica es, según mis entendederas, la gran observación del "hombre-culto" español al estoicismo que viene de EEUU.

Quizá algunas de esas objeciones contengan algo de verdad, pero yo no las comparto. Creo que los libros estoicos norteamericanos, o sea la interpretación actual del estoicismo antiguo, trae aire fresco a Europa y al mundo. Refleja una cultura extraordinariamente refinada para continuar el grandioso programa filosófico que se propuso Séneca: "Me ocupo de los hombres del futuro. Redacto algunas ideas que les pueden ser útiles" (Séneca, Epístolas 8.2). Ronald Reagan y Bill Clinton, en el pasado reciente, y ahora Donald Trump, han recogido en sus libros y, por supuesto, en sus acciones de gobierno buena parte del programa político del estoicismo. No es, sin embargo, el estoicismo político lo más relevante de esa resurrección en América de los ideales estoicos, sino la utilización de sus conceptos tanto en el ámbito de la vida privada como en su paso a la vida civil, en cierto sentido, a la política de los ciudadanos. En todo caso, quizá sea en este punto donde el estoicismo contemporáneo se encuentre con la holgada y rica tradición pragmatista norteamericana. Lejos de estar reñidos los ideales de la filosofía pragmatista con la idea estoica de la vida, unos y otra irían cogidos de la mano.

Pero abordemos el siempre molesto tema del estoicismo como aliado involuntario de los defensores del orden dado. El lado reaccionario, dirían los hombres-masa, del estoicismo. La interpretación ideológica del estoicismo, o mejor dicho, la crítica al estoicismo como una corriente filosófica que terminaría por aceptar el "orden" o, según se mire, el "desorden" actual por la retirada voluntaria del hombre de los asuntos comunes, de lo público, hacia su conciencia es vieja como el propio estoicismo. No es este asunto el que más interesa a este cronista, entre otras razones, porque creo haber demostrado en otros lugares sus falsedades, especialmente la de todos aquellos que hacen terminar la posición estoica en una mera pose nihilista. Sin embargo, y aunque sólo sea por decencia intelectual, debo hacerme cargo de la existencia de esa crítica en una serie sobre el estoicismo. Para exponerla del modo más objetivo posible me valgo de las objeciones al estoicismo, según lo expuse en el artículo de la semana pasada, hechas por un gran amigo, Emiliano Pascual. He aquí entera su sincera crítica.

Reconoce mi amigo que él dejó hace tiempo de ser un seguidor "devoto" del estoicismo hasta convertirse en un crítico. Es cierto es que sus lecturas de Baltasar Gracián lo llevaron a Séneca y a Schopenhauer. Sigue guardando verdadera devoción al autor de El Criticón, auténtica novela filosófica y manantial de saberes, junto con las demás obras suyas. Si tomó su obra inspiración en Séneca, su pensamiento trascendió a la misma, no cabe duda. Y en el caso del romano-español queda claro su estoicismo, pero desde la crítica al mismo. De alguna forma quería también sobrepasarlo, aunque siempre tomando impulso en esa doctrina filosófica. En cuanto a sus lecturas apasionadas de Schopenhauer, otro gran estoico, dice el amigo Emiliano que pasaron ya a la sombra de su formación, porque si bien sus textos le abrían ventanas hermosas, por un lado, por otro sólo vislumbraba abismos. Él mismo Schopenhauer tuvo que señalar y refugiar los frutos de su obra en la meditación oriental para sobrevivir ante la amplitud de espacio vacío que fue descubriendo.

La vida ante la nada se encoge hacia la meditación pasiva e individualista. Mi osadía para poner en cursiva esta sentencia de mi personal redacción es grande. Pero lo hago porque mi crítica al estoicismo no apunta sólo al negocio editorial de sacar y sacar libros sobre estoicismo. Creo que hacer propaganda del estoicismo, disfrazado de la doctrina meditativa "mindfulnista", que solicita percibir lo que ocurre en el entorno social para no juzgarlo y aceptarlo tal como es, pues lo importante es la paz personal y el bienestar mental e individual..., encierra un fondo de engaño más amplio. Se ve claramente que se busca inhibición y despreocupación ante la realidad social, ausencia de compromiso e inactividad hacia los acontecimientos políticos. Es decir, poner fuera del juego a un gran número de ciudadanos, jóvenes sobre todo, que buscan soluciones a sus proyectos laborales o respuestas a sus preguntas sobre la planificación de sus vidas y las perspectivas amplias de acción futura.

Se presenta la filosofía estoica como un gran pensamiento avalado desde la antigüedad por la filosofía clásica. Se nos ofrece la práctica de la metodología mindfulness para alcanzar mejor esas ideas tan refrendadas desde la filosofía. Y se consigue que gran número de individuos con potencial de protesta contra las prácticas interesadas de las injusticias políticas actuales, concluye mi amigo, se queden en los cielos pensativos del nihilismo. Gran operación de extorsión encubierta para eliminar el pensamiento y la acción conscientes de los problemas reales.

Las palabras de finales del amigo Emiliano expresan con exactitud las miserias políticas que pudieran desprenderse del esplendor estoico, pero, más allá o más acá de la dimensión política del estoicismo, se diría que esta filosofía siempre ha estado en una renovación constante. En pocas palabras, la moral estoica ha sido una de las grandes corrientes filosóficas educadoras del mundo occidental. Valgan unos pocos ejemplos extraídos de la cultura francesa moderna. Montaigne fue constantemente iluminado por el estoicismo; Pascal discutió y aceptó buena parte de sus principios morales; y qué decir de Descartes que la adopta en su moral provisional. Imposible comprender Francia sin el estoicismo, la apología que hace Diderot de Séneca es inolvidable: "Nos detenemos aquí con interés ante los retratos de los hombres célebres o famosos: buscamos discernir en ellos algunos trazos característicos de su heroísmo o de su perversidad, y es extraño que nuestra imaginación no nos sirva para el caso. Todos los bustos de Séneca me han parecido mediocres; la cabeza de su figura en el baño es innoble: su verdadera imagen , la que os llenará de admiración, la que os inspirará respeto, y la que aportará a mi apología la fuerza que le falta, está en sus escritos. Es ahí donde habrá que ir a buscar a Séneca, donde podrá encontrárselo (…). La Antigüedad no nos ha transmitido un curso de moral tan extenso como el suyo". (Diderot, Essai sur les règnes de Claude e de Néron, && 124 y 127). Diderot ve en Séneca, el primer gran filósofo de España, lo esencial de toda existencia humana: el tiempo nos está contado, vivir conforme a la naturaleza y sabio es quien menosprecia el dolor y la muerte.

Ernest Renan, otro francés, en el siglo XIX, puede citarse como ejemplo de la renovación constante del estoicismo. Su lectura de Marco Aurelio no puede pasar desapercibida: "Mientras tenían lugar esas extrañas revoluciones morales, el excelente Marco Aurelio, proyectando sobre cada cosa una mirada amorosa y tranquila, paseaba por doquier su rostro pálido, su dulce figura resignada y su melancolía en el corazón (…). Llevando una vida sin placer y sin rebelión, resignado a la suerte que le naturaleza le había reservado, cumplía con sus obligaciones diarias llevando constantemente en el alma el pensamiento de la muerte. Su sabiduría era perfectamente absoluta, esto es: su indiferencia no tenía límites. La guerra, la corte, el teatro lo fatigaban igualmente, y, sin embargo, hacía bien lo que hacía; porque lo hacía por deber. En el punto al que había llegado, el placer y el dolor, el amor de los hombres y su odio, eran una sola y misma cosa. La gloria era la última de las ilusiones; ¡cuán vana es, por tanto! ¡Desaparece tan pronto el recuerdo del más grande de los hombres! Las cortes más brillantes, como la de Adriano, esos grandes desfiles a la manera de Alejandro, ¿qué son sino un decorado que pasa y se tira a la basura? Los actores cambian; la vacuidad del juego es la misma". (Ernest Renan, Marc-Aurèle et la fin du monde antique, cap. XXVI).

Los ejemplos franceses, en el siglo XX, de renovación de la filosofía estoica en general y de algunos autores estoicos en particular, sobrepasarían cientos de páginas. Valgan recordar algunas páginas inmortales de la grandiosa novela de Marguerite Yourcenar: Adriano, los estudios de Paul Veyne sobre Séneca y el estoicismo y buena parte de la obra de Foucault está concebida para recuperar el estoicismo de los antiguos. Pero de estas y otras lecturas estoicas ya trataremos en la próxima entrega, que abundará sobre el auge del estoicismo en los últimos veinte años. A este fenómeno se le atribuye el nombre de Estoicismo Moderno y está definido como un movimiento intelectual que busca aplicar las enseñanzas de los estoicos a la vida contemporánea (Sellars, 2020). Su popularidad viene aparejada del uso de las nuevas tecnologías. Tomen como ejemplo The Daily Stoic, web que publica consejos y artículos diarios acerca de los estoicos antiguos. Además, existen convenciones como Stoicon, que reúne anualmente a expertos y entusiastas desde 2013 y está organizado por uno de los organismos que difunde este movimiento: modernstoicism.com. En España tenemos organizaciones como stoamadrid.com, que cumple una función similar. Todas hacen uso del estoicismo desde un punto de vista práctico para tratar temas actuales, además de dotar al estoicismo de un acercamiento científico. Por fortuna, algunos de esos trabajos se estudian ya en la universidad, como demuestra una serie de ensayos que estudian esta nueva ola del estoicismo junto a una nueva era de técnicas y corrientes en psicoterapia, por ejemplo, la Terapia de Comportamiento Emotivo y su evolución, la TCC (Terapia Cognitivo Conductual o CBT en inglés), se inspiraron en la filosofía estoica, algo que sus creadores han admitido (Dickinson, S.: "The lineage of positive psychology and cognitive behavioral modalities: How Stoicism inspired modern psychotherapy". Discover Psychology.2014, p. 3).

Sea lo que sea el estoicismo contemporáneo, nunca deberemos confundirlo con el otro movimiento crítico de nuestro tiempo: el escepticismo. Tan lejos y tan cerca. Quizá el escéptico sólo sea un estoico consecuente, alguien que lleva al final todas las implicaciones del estoicismo, pero no debe confundirse sus figuras; sí, el estoico descubrió el poder del pensamiento, las cosas y las personas son según yo determine que sean; no son buenas ni malas, dependen del juicio que yo porte sobre ellas. Puedo retirarles, como expresa el hegeliano Eduardo Vásquez, cualquier cualidad y tornarlas indiferentes. Pero no dejan de ser. Sólo han sido neutralizadas. El escéptico no neutraliza lo real, como hace el estoico, sino que la aniquila. ¡Cómo no va ocupar un sitio de honor el escepticismo en una filosofía dialéctica!

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