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¿La verdad os hará libres? (X)

Karina Sainz Borgo: "Seguimos navegando, aunque estamos en una tormenta muy incierta"

LD entrevista a la escritora y periodista caraqueña: "Estoy en contra de todos los discursos catastrofistas. Son un poco adanistas y soberbios".

LD entrevista a la escritora y periodista caraqueña: "Estoy en contra de todos los discursos catastrofistas. Son un poco adanistas y soberbios".
La escritora y periodista, Karina Sainz Borgo. | Javier Romero

Karina Sainz Borgo (Caracas, 1982) es terriblemente buena en lo suyo. De las mejores, qué carajo. Y lo suyo es un sacerdocio literario extremo, perenne, puede que exagerado –"Antes que nadie está mi escritura; antes que nada, mis libros", cuenta a LD–, pero que da unos frutos maravillosos: La hija de la española, que fue como una supernova de las letras en la lengua de Cervantes, El tercer país, la reciente La isla del Doctor Schubert, un bestiario de escritores alfa entrevistados, otro porrón de reportajes culturales y un batallón de columnas cultas, lúcidas y guerreras. Aterrizó en Madrid en 2006, pasó por Vozpópuli, reside en Zenda y en ABC, le he oído decir que piensa casarse cinco veces, "como Liz Taylor", y que considera que una novela tiene la función de acompañar a quien escribe y a quien la lee. Coincidimos en esa trinchera. Y conversamos en el Café Varela, bajo la mirada pixelada de los hermanos Machado.

P: Señora Sainz Borgo, ¿dónde pondría antes una bomba –subrayo el sentido metafórico del planteamiento–: en el Ministerio de Cultura o en el de Hacienda?

R: Si tuviera la oportunidad de utilizar algo parecido, sería una bomba fétida (risas). Y te diría que en Hacienda: tiene una política punitiva con los impuestos para todos. Sobre todo, para la gente que tiene una pequeña empresa, que es autónoma… Sí, tiraría una bomba fétida como acto de insurrección.

P: Ha escrito que eliminar Cultura "es quitarle peso político a todo lo que importa en España: su riquísima historia, su deslumbrante patrimonio y su descomunal talento". Viendo lo visto en el citado ministerio, a diestra y siniestra, ¿de verdad lo cree?

R: Sí, totalmente. Primero: el Ministerio es una herramienta de peso político en un gabinete. Un ministro de Cultura tiene una silla en el Consejo de Ministros y, por tanto, tiene una capacidad de presión política; un secretario de Estado, no. Segundo: es cierto que no basta un Ministerio. Es importante, pero no basta. Hace falta una política pública seria que pase por la coherencia. Es absurdo, por ejemplo, que España subutilice el Instituto Cervantes en el sentido de posicionar, de vender el español… ¿Tú no crees que Macron, con 580 millones de hablantes, no tendría a todo el mundo recitando El misántropo de Molière? Sí, sí creo que el Ministerio es importante.

P: Va un mantra: "La Cultura es de izquierdas". ¿Verdadero o falso y por qué?

R: Eso es falso. Es como si, de pronto, borrásemos una gran cantidad de escritores y de intelectuales que eran conservadores y de derechas. Otra cosa, que sí es cierta, es que el PP tiene que dar por descontado que la izquierda no le quiere. En el PP tienen que venir llorados de casa, pero no pueden darle la espalda al sector creativo. Es decir, Almodóvar puede poner a parir a Feijóo, pero Feijóo no puede poner a parir a Almodóvar. El PP debiera ser más intuitivo, más inteligente, y enfocarse en los gestores y en los empresarios culturales. Ya que no van a ganar la batalla del relato de la izquierda, no pueden perderla por incomparecencia.

P: Tomás de Iriarte: "Sepa quien para el público trabaja / que tal vez a la plebe culpa en vano, / pues si, en dándola paja, come paja, / siempre que la dan grano, come grano". ¿Suscribe o, como Lope, considera que al vulgo que paga es justo "hablarle en necio para darle gusto"?

R: Jamás. Nunca hay que partir del hecho de que quienes te escuchan saben menos que tú, porque te van a dar una sorpresa gigantesca. Primero, tanto en el periodismo como en la literatura, como en el cine, como en las relaciones personales, la condescendencia es un acto de soberbia gigantesco, y hay veces en las que la realidad te mete el dedo en el ojo. Sí creo que la gente reconoce aquello que le gusta y que es bueno. Otra cosa es que muchas veces sea más sencillo…

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Karina Sainz Borgo, durante la entrevista.

P: Pero, por ejemplo, la telebasura sigue triunfando…

R: Me llama la atención que la mayoría de las personas se sienten bien viendo Gran Hermano porque se sienten reafirmados en que ellos son personas un poco más inteligentes, más sensibles o más brillantes. Entonces, ¿por qué gusta tanto? Porque te embarcas en el espectáculo de la miseria ajena que te quita hierro. Que te pone tacones, vamos a decir.

P: Pasemos al cuestionario base. Plagiando a Pilatos, ¿qué es la verdad?

R: Es una cosa que a todo el mundo le conviene confeccionar. Y que tiene muy pocas excepciones. La única verdad es que nos vamos a morir. Punto. No hay otra. No puedes escapar de ella. O sea, tú puedes hasta no nacer, pero date por seguro de que te vas a morir. Tengo 41 años, y los últimos veinte los he vivido como en una revelación perpetua: nada es duradero, nada es irrompible, no siempre vas a tener la razón, y hay un componente tremendo de azar en las cosas. Además, haciendo periodismo, tú bien sabes que la verdad depende de dónde la cuentes o de dónde la mires. Puedes sacar una frase de una entrevista, ser verdad lo que publicas, pero le pueden faltar matices.

P: ¿La búsqueda de la verdad humaniza?

R: Por supuesto. Humanizar en el sentido no de que necesariamente te haga mejor, sino de que te lleve a conocer más la naturaleza humana. Por tanto, te hace más sabio o, al menos, un poco menos ingenuo. Es como cuando dicen que alguien a sobrevivido a Auschwitz: ¿qué ha hecho o qué ha dejado de hacer para sobrevivir a Auschwitz? Ese tipo de cosas. O, por ejemplo, cómo envilece la sensación de precariedad, o la de miedo. ¿Recuerdas en la pandemia cuando apareció aquel montón de alguaciles que, escondidos en los balcones, increpaba a la gente? Realmente, estaban desfogando: aplaudían a los sanitarios, pero sacaban toda su basura, toda su hiel, escondidos tras el visillo.

P: ¿Busca alguna verdad cuando escribe?

R: Busco crear un mundo coherente, un mundo que se sostenga. Lo malo o lo bueno de la ficción es que, tomes la decisión que tomes, no se te puede tambalear el edificio. La mayoría de mis libros cuentan cosas que son reales, que son hechos reales, que son verdades: la inmigración, la justicia, la violencia… pero tengo que contarlo de una manera en la que mi mundo sea convincente, no se tambalee. Para eso, escribo un manifiesto, me hago activista, que es una de las cosas que más me enfadan últimamente. El otro día cogí un libro de Elizabeth Strout, Lucy y el mar. Todo el mundo me había hablado maravillas del libro. Me pongo a leerlo y es el diario de una señora escritora que, en la pandemia, se va a Maine con el exmarido. O sea, ahí había uno 80% de autoficción embutido en una estructura mediofalible, y es como: "No me cuente su vida en la pandemia. Vamos a trabajar un poquito, de verdad". Antes, los novelistas se lo curraban, joder. A eso me refiero: intentó, con la mentira, tener una verdad perfecta.

P: ¿Es más divertida la mentira que la verdad?

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Karina Sainz Borgo, durante la entrevista.

R: Mentir, en la ficción, te da libertad. Te permite ahorrarte un montón de problemas. La realidad es compleja, pero es unidireccional, irrevocable. En cambio, la ficción siempre te permite cambiar los puntos de vista. Por ejemplo: en nuestro día a día, un pederasta, un violador de niños y asesino, es un criminal. Por lo tanto, lo reprendemos, lo rechazamos. En una novela, puedes hacer una novela sobre un pederasta y, a lo mejor, terminar conmoviéndote con el pederasta. Esa es la gran libertad que te da la ficción. Y hay gente a la que no le gusta verse reflejada ahí. Patria molestó a tanta gente porque muchos no se querían ver reflejados en la complicidad retratada por Aramburu en su novela. En los reportajes, esas cosas no salen tan fácilmente, no quedan tan claras.

P: Leonard Cohen, en "Everybody Knows": "Todo el mundo sabe que el barco se está hundiendo, / todo el mundo sabe que el capitán mintió". En primer lugar, ¿el barco se está hundiendo?

R: No, jamás. Llevamos siglos navegando. Desde Jasón y los argonautas: un expedicionario que no se va a la guerra, sino a conocer, a ver. Seguimos navegando, aunque estamos en una tormenta muy incierta. Estamos en un momento en el que, como en toda bisagra, no sabemos si somos los últimos de nuestro tiempo o los primitivos del nuevo tiempo. Estoy en contra de todos los discursos catastrofistas. Son un poco adanistas y soberbios.

P: En segundo, ¿miente el capitán?

R: Si le quieres creer… (Risas) ¿Sabes qué pasa? He renunciado al victimismo y al discurso del reproche. En todos los sentidos. Hay momentos en los que las sociedades quieren creer cosas aun sabiendo que van a salir mal, aun sabiendo que hay evidencias históricas que muestran que cuando un tío conspira contra la democracia, muy demócrata no es. Yo vine llorada de casa. A todo le busco la otra versión: si tu mamá dice que te quiere, busca la otra versión. Creí durante mucho tiempo en pajaritos preñados, y ya no me pasa.

P: ¿La verdad libera?

R: Sí. Una vez que conoces la verdad, no esperas nada más. Aprendes a aceptar las cosas como son.

P: ¿Se ha prostituido el significado del significante "libertad"?

R: Sí. Lo estamos viendo en Francia (la entrevista se hizo el 3 de julio), el lugar de la igualdad, la fraternidad y la libertad, el de la épica de la Comuna, del asalto a la Bastilla, del Mayo del 68. Ahora ves todo eso con una propulsión de resentimiento y anarquismo, que es normal en el sentido de que tienes a una parte importante de Francia que no se ha adaptado, que tiene problemas coloniales, que tiene problemas de pobreza y que, en el nombre de la libertad, arrasa una parte de la ciudad. Eso no es libertad. Libertad es hacerte cargo de tus responsabilidades, asumir la responsabilidad y pagar ese precio. Ser libre tiene un precio, siempre.

P: ¿La libertad da vértigo?

R: (Piensa) No, honestamente. En mi caso, no. Me ha costado mucho trabajo ser libre como para tener miedo o vértigo. Hay muchas cosas a las que hay que renunciar para ser libre, muchísimas.

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Karina Sainz Borgo y Jesús F. Úbeda, durante la entrevista.

P: ¿Por ejemplo?

R: He renunciado… Primero, creo que tengo una tendencia individualista muy grande. Antes que nadie está mi escritura; antes que nada, mis libros. No tengo familia ni una pareja estable porque mi trabajo es mil veces más importante que el resto de las cosas. Me he dado cuenta de eso ahora. Ahora es cuando lo noto. Y renuncié a sentir pertenencia a algún sitio. Elegí no tener casa. Cuando digo casa, digo bandera, territorio.

P: Y, para finalizar, ¿usted ha hecho o dicho siempre lo que ha querido?

R: Sí. Además, me lo han dicho a modo de reproche: "¡Tú siempre has hecho lo que te ha dado la gana!". Y eso es verdad (risas).

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