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La trágica leyenda del Cristo del Cachorro, que procesiona el Viernes Santo en Sevilla

El Cristo del Cachorro es una de las procesiones más veneradas de Sevilla, y tiene su propia leyenda.

El Cristo del Cachorro es una de las procesiones más veneradas de Sevilla, y tiene su propia leyenda.
Un Cristo de Semana Santa | Cordon Press

El fervor cristiano en toda España que sucede estos días de la Semana Santa, tiene en los desfiles procesionales una sucesión de imágenes que salen a la calle, por quienes las portan en artísticas carrozas mantenidas año tras años por las muy devotas Hermandades. Sevilla, es uno de los más señalados ejemplos de esa devoción popular. Y acerca de esa imaginería, debida a insignes escultores, se cuentan algunas leyendas que han corrido de boca en boca con el transcurso del tiempo. Una muy singular, contiene un pasaje trágico: la del Cristo del Cachorro, muy venerado por los sevillanos cuando sale en procesión el día de Viernes Santo.

Sucedió en el típico barrio de Triana. Uno de los rincones más transitados en la capital de la Giralda, en tiempos lleno de fábricas de cerámica y de las llamadas cavas de los gitanos. Es decir, cuevas donde habitaban muchas familias de la gente del bronce, calés familiarizados con el cante y el baile flamenco.

Surgió en esas calles trianeras la hermandad del Cristo de la Expiración, en la muy conocida y alargada calle de Castilla. Sucedió que el Cabildo de Cofrades encargó a un célebre escultor en su tiempo, Francisco Ruiz Gijón, que continuó la brillante imaginería de anteriores colegas, entre ellos Martínez Montañés, creador de un Cristo, plasmando los últimos momentos de su vida, los de su agonía.

Púsose al encargo en seguida el mentado artista de la gubia, y tratando con sus bocetos de dar con la expresión precisa del Cristo, no acababa de dar con el rostro deseado. Deshizo no pocos papeles que había ido rellenando con sus trazos. Un día se le ocurrió pasear por los alrededores de las citadas cavas de gitanos.

Hagamos aquí un paréntesis, contándoles que en Triana habitaba en una de esas cuevas un sujeto al que llamaban "El Cachorro", sin que sepamos a qué era debido el mote. Físicamente era muy moreno, alto, delgado como un junco. Taciturno, apenas se relacionaba con nadie, aunque en su vecindad se contaba la admiración que causaba entre el mujerío. El caso es que no se relacionaba con gitana alguna en las merindades trianeras, pero circulaba la especie de que cruzaba el puente, al otro lado del Guadalquivir, donde la Giralda y la Torre del Oro presiden desde hace mucho tiempo esos contornos. Y la gitanería femenina dio en comentar que aquel "Cachorro" introvertido, tenía una amante en esos barrios de gente rica, quién sabe si perteneciente a la nobleza. Y es que, en efecto, a menudo tal personaje iba y venía por el puente, sin dar señal alguna de que frecuentara la amistad íntima con alguna dama de tronío.

Cierto día aquel escultor desesperado por no encontrar modelo masculino alguno para su escultura del Cristo agonizante, llegando a las cuevas gitanas, fue sorprendido por unos gritos procedentes de un grupo que emitía lamentos por el cadáver que hallábase tendido en el suelo. Era "El Cachorro". Tenía clavado un cuchillo en su cuerpo y era cadáver. No tardó en saberse que el crimen lo había cometido un caballero, identificado como un hidalgo, aristócrata procedente de la otra margen del río.

En el momento en que el escultor Ruiz Gijón contempló aquellas escenas lúgubres, no perdió el tiempo, sacando tras su capa un fajo de hojas sobre las que fue tomando trazos del rostro yerto de aquella víctima. Indagó también quién podría ser el asesino. Y se enteró que aquel caballero que lo acuchilló era un celoso marido de cierta señora, a la que creía ser erróneamente la causa de su desvarío: la amante del hombre fallecido. Supuesta relación que resultó incierta.

Los diarios paseos de "El Cachorro" al otro lado del Guadalquivir eran para ver a una mujer, sí. Pero no su amante, sino una hermana bastarda. No se supo exactamente qué hubo entre ambos, puede que sólo un trato familiar.

El escultor, trabajó febrilmente en la imagen del Cristo de la Expiración, quien acabó siendo llamado "del Cachorro". Con el rostro trágico del gitano muerto de la cava trianera. Imagen que salió por vez primera en procesión a partir del año 1682, cada Viernes Santo hasta nuestros días. ¡Quién iba a decirlo!

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