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Santiago Navajas

El eterno retorno del antisemitismo

En tres momentos históricos, el antisemitismo aparece como un termómetro social: revela la fragilidad de los valores democrático y liberales europeos.

Manifestación antiisrael en París en noviembre de 2024. | Europa Press

Más de cien años después del caso Dreyfus, París, Francia, Europa arden en nuevos debates en torno al antisemitismo. El último ha sido un incidente diplomático, con el embajador estadounidense en París, Charles Kushner, acusando al gobierno francés de pasividad ante la ola de ataques antisemitas.

La dura carta de Kushner acusa a Francia de permitir agresiones cotidianas contra judíos y de fomentar un clima hostil que usa las críticas hacia Israel y su política en Palestina como un caballo de Troya del antisemitismo de izquierdas. Macron respondió de inmediato, calificando las declaraciones de intromisión inadmisible y recordando los esfuerzos franceses por combatir el antisemitismo: más seguridad en sinagogas, conmemoraciones en torno al caso Dreyfus y campañas educativas.

El choque no puede entenderse aislado del contexto: tras los ataques de Hamás en 2023 y la posterior guerra en Gaza, los incidentes antisemitas en Francia —país con la mayor comunidad judía de Europa Occidental— crecieron de forma alarmante. El debate se enmarca así en tensiones internacionales, pero también en la vigencia de prejuicios profundamente arraigados en la sociedad francesa y, por extensión, europea.

Me ha recordado esta polémica una película francesa de Buñuel, Diario de una camarera (1964), que a su vez se hacía eco del affaire Dreyfus (1894-1906). Mirando en retrospectiva, el paralelismo entre el caso Dreyfus, la película de Buñuel y el incidente con Kushner resulta inquietante. En los tres momentos históricos, el antisemitismo aparece como un termómetro social: revela la fragilidad de los valores democrático y liberales europeos y la facilidad con la que se normaliza el odio contra los judíos en situaciones de tensión política.

En la película, el antisemitismo aparece de manera explícita en una escena: durante una discusión por unos terrenos, un vecino insulta al personaje de Michel Piccoli, Joseph, llamándolo "¡judío!". En su autobiografía, Buñuel relató una experiencia reveladora de su tiempo en París durante los años 20, cuando llegó a la ciudad como un joven cineasta exiliado desde España. Describe cómo se topó con el antisemitismo rampante en la sociedad francesa, incluso en círculos intelectuales que él frecuentaba.

"Un día, un hombre contó a varios amigos que la víspera su hermano había entrado en un restaurante próximo a la Etoile y, al ver a un judío que estaba comiendo, lo tiró al suelo de un bofetón. Yo hice varias preguntas inocentes a las que me contestaron con vaguedades. Así descubrí la existencia de un problema judío, inexplicable para un español".

La escena del insulto en Diario de una camarera y la carta incendiaria de Kushner se relacionan entre sí atravesando un siglo de distancia: ambas muestran que el antisemitismo se filtra por los intersticios de nuestro sistema cultural, social y educativo, y que basta un conflicto político para que resurja con fuerza. Buñuel lo entendió bien: los polvos de prejuicios antisemitas heredados del siglo XIX siguieron generando lodos antijudíos en el XX. Ahora no hacemos sino chapotear en el actual fango antisionista del siglo XXI.

La obra de Buñuel recuerda que el antisemitismo no es solo cuestión de grandes juicios o escándalos mediáticos, como el de Dreyfus, ni únicamente un fenómeno diplomático como el que enfrenta hoy a París y Washington. Es, sobre todo, una práctica cotidiana que emerge en las palabras, en los gestos, en la aceptación tácita de la discriminación. Hace poco escuchaba a dos chicas que tomaban una cerveza en una mesa a mi lado en Granada; relataba una de ellas lo mal que se había portado un chico con ella describiéndolo como "un perro judío". Sin duda, estas dos chicas se consideran a sí mismas humanistas, progresistas, solidarias, inclusivas y para nada racistas. Pero en Granada, España, Europa, se suele considerar que este antisemitismo tan cotidiano como invisible no es más que una "una manía molesta".

La persistencia del antisemitismo en Francia, en España y en Europa sugiere que el combate no terminó con la victoria de Dreyfus ni con la derrota de Hitler, sino que sigue vivo y coleando, incluso más en el socialismo posmoderno de Corbyn, Mélenchon y Sánchez –disfrazado de diversidad, inclusión y empatía con los palestinos, que no es sino complicidad con Hamás, Irán y Catar– que en la derecha nacional-católica. Al revisitar Diario de una camarera a la luz de los hechos contemporáneos, comprendemos que el cine de Buñuel sigue siendo actual porque a la perfección formal le suma el coraje moral, obligándonos a mirar de frente una pregunta lacerante e intempestiva: ¿hasta qué punto hemos aprendido de nuestra historia?

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